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Muros, adoquines, agua, viento… ciclored.com en el paraíso ciclista del Tour de Flandes (Día 2)

Pese a pedalear por los muros de Flandes, un refrán muy español se repetía en mi cabeza: «Sarna con gusto no pica». Y es que tuve la suerte de que todos los elementos se aliaran para hacer de mi ruta por De Rondé un auténtico día ‘Flandrien‘. No más de 6 grados, viento huracanado y agua a mares. Seguramente estés volviendo a releer el párrafo para ver si más arriba había puesto ‘suerte’. Sí, eso es. El espíritu del ciclista en el Tour de Flandes es superar las adversidades del abril flamenco y a eso me tocó enfrentarme. 

Y para esta ruta no podía tener mejores compañeros. Dryes Verclyte, el responsable de la edición centenaria de De Rondé, y Steven Vanlancker, el director de VeloFlanders, la empresa que crea rutas ciclistas por Flandes. Dos fornidos belgas, expertos en adoquines y amantes del ciclismo. Era como ir a La Mancha y tener al Quijote como guía. Además antes de iniciar la ruta tomamos un café en el hotel más ciclista del mundo, se llama Hof Ter Kammen, está al lado de Oudenaarde (la meta del Tour de Flandes) y allí ha dormido gente como Boasson Hagen, Boonen, McEwen, Cavendish… y tuve el honor de ser uno de sus clientes.

Pero volvamos a la ruta. 11:00 de la mañana. La equipación de Flandes regalada por Dryes Verclyte dispuesta, el chaleco ciclored, guantes, botines y un impermeable para enfrentarme al agua de Flandes. Fuera diluviaba, soplaba el viento y la temperatura no superaba los 7 grados. Aún así todos los comentarios acababan con una sonrisa.

Entre Steven y Dryes me habían preparado la ruta azul (aquí están todas marcadas para ciclistas), de sólo 80 kilómetros, o al menos eso pensaba antes de salir. La carretera me demostraría que estaba muy equivocado. Las primeras pedaladas nos llevan desde Oudenaarde hacia Ronse por carriles bici apartados del tráfico (recuerden, esto no es España) y en menos de 10 kilómetros llegamos a las faldas del Oude Kwaremont (el mismo nombre que el de mi habitación). Es un muro largo, 2,2 kilómetros y sin porcentajes extremos. El problema es el agua, los adoquines y el barro. Y como no, la inexperiencia de un pequeño escalador español, que se sentía igual que un pinguino en mitad del Sahara. Primer equilibrio para que no se resbalara la rueda trasera, después esfuerzo límite para llevar cierta velocidad y por último cabeza fría para no apretar el manillar con fuerza. En la cima, descolgado como un pardillo, me toca deshinchar la rueda trasera para futuros muros.

Un ligero descenso y ya estamos a los pies del Paterberg, que ha pasado a ser decisivo con el cambio de recorrido en el Tour de Flandes porque está a poco más de 10 kilómetros de la meta. Cortito, sólo 300 metros, pero con porcentajes del 20%. Esta vez siento como la bici está cerca de pararse y hay que meter toda la potencia posible con el culo bien apretado a la parte trasera del sillín… y sobre todo midiendo esfuerzos para que las ruedas no patinen. Prueba de equilibrio superada, pero una vez más tercero de un grupo de tres.

Giramos de nuevo hacia Oudenaarde y por el camino nos encontramos un mural con el resumen del ciclismo belga de los últimos 70 años, desde Roger de Vlaemnick a Boonen pasando por Van Petegem, Van Impe o Merckx y todo en la pared de una simple granja. Otro mundo… igual que uno de los grandes mitos De Rondé. El Koppenberg. El muro en el que casi todos los profesionales ponen pie a tierra. 600 metros con un tramo al 22% y el resto siempre por encima del 10. Además viento lateral fuerte, barro, hojas en el suelo, agua a manta y medio adoquinado sumido hacia la izquierda. Tocaba respirar fuerte y sufrir… esta vez hice segundo. No en la cima claro está, a la que tuve que llegar andando, sino en el ejercicio de equilibrio. Así que ahí va una recomendación… lleven un par de calas de recambio, por si acaso.

Tocaba rematar la faena camino de Ronse en el Boonenberg que es como se conocer el Taainberg, un muro de 600 metros con un  tope del 18% que utiliza el amigo Tom Boonen para preparar sus asaltos a De Ronde. Ni mucho menos logró ascender como el mocetón belga… pero la experiencia es un grado y esta vez conseguí seguir el ritmo de mismo galgos locales.

Seguía lloviendo, llevábamos 40 intensos kilómetros y todavía me tenían reservada otra sorpresa. Era el tramo de Fortuinberg vanuit Louise-Marie, algo más de 2 kilómetros llanos y el final en bajada… Un reto para equilibristas en el que está prohibido tocar el freno. El resultado, una sesión de botes a toda velocidad y con la sensación de volar sobre las piedras. Ciclismo Flandrien.

Mereció la pena llegar a Ronse, pero decidimos retornar por los repechos por carretera, pasar por el museo de Oudenaarde y aterrizar en el hotel con más de tres horas bajo la lluvia y el frío, chorreando, con barro hasta las orejas, pero más contentos que antes de salir. Locura, algo sí. Porque por el camino no nos encontramos a ningún ciclista y a ningún coche. Sólo tres pirados de este deporte, dos belgas y un español deseoso de que sus compatriotas puedan probar la experiencia de las piedras (cobbles) de Flandes. Y una espina clavada, el Kapelmuur, que se quedó fuera de la ruta y que me va a ‘obligar’ a retornar una vez más a Flandes.

Además el bueno de Vanlancker me dio las claves para seguir creando viajes al Tour de Flandes, me facilitó las bicicletas de alquiler y el transporte de personas. No sólo durante el Tour. Cualquier época del año es buena y él organiza con VeloFlanders viajes diarios para conocer los muros. Así que atentos a la web porque en breve sacaremos una oferta de viajes al Tour de Flandes… durante cualquier época de año. Y no sólo eso, Dries nos introdujo en el mundo de la Clásica Vintage De Ronde(RetroRonde) que se celebrará el 14 de junio con dos jornadas de ciclismo de otra época y bicicletas antiguas… evidentemente, también os vamos a llevar.

Y después de la bici y una buena ducha tocaba adentrarse por el Hof Ter Kammen, un verdadero canto al ciclismo convertido en hotel. Sólo un puñado de habitaciones, todas con nombres míticos de muros del Tour de Flandes, y ocupadas de manera continua por ciclistas desde el mes de febrero a septiembre. Eso sí, en septiembre os llevamos de visita a este Bed and Breakfast.

Por sus pasillos fotos de Boonen, McEwen, Merckx, De Vlaenmick… no en vano todos han dormido aquí. En el hall un museo con los maillots de todos los equipos que han pasado por el hotel. Desde Katusha, Sky, Rabobank, Garmin, selección de Noruega, selección de Gran Bretaña, Discovery Channel, Quick Step, Leopard Trek… hasta exóticos como la selección de Malasia o la de Sudáfrica. La dueña me enseña el toque español. Dos maillots de David Seco, campeón nacional de ciclocross. Al lado una biblioteca completa de ciclismo con biografías, libros de fotos y revistas de calidad como Soigneur, de esas que hacen amar este deporte con pasión ciega. Y un libro especial con todos los bares relacionados con el ciclismo en Flandes… salen más de 170. Echen cuentas en España… yo sólo les puedo decir uno, La Bicicleta, en Madrid.

Por el camino de la escalera carteles de De Ronde y más de un centenar de bidones de todos los equipos que se han hospedado. Y en la habitación una sorpresa. Un bidón olvidado del MTN Qhubeka (el conjunto sudafricano en el que corre Sergio Pardilla)… vale, ya está en mi maleta.

Y para acabar un día así… pues nada mejor que un par de buenas cervezas belgas y una sopa de calabaza típica de la región. Creo que mañana tendrán que obligarme a punta de pistola a salir de un sitio así. 

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