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Lieja Bastogne Lieja 2019: Desafiando a la razón

La Lieja Bastogne Lieja 2019 exigía al ciclista no solo piernas, sino también capacidad mental para aguantar las adversidades. No solo a los profesionales que disputaron la carrera del directo, también a nosotros, los cicloturistas, que el sábado rodamos durante 10 horas con agua, viento, frío por los 266 kilómetros y 4.200 metros de desnivel de La Lieja Challenge en su versión más larga. No solo era cuestión de dar pedales, sino de querer darlos, que es distinto.

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Cuando ASO anunció el recorrido de la Lieja 2019 a todos nos pareció más benigno que en años anteriores. Se ahorraban 15 kilómetros, el paso por los alrededores del Circuito de Spa, la durísima Fermeé Liberte y las subidas finales a Saint Nicolas y Ans. A cambio retornaba Stockeu (la cota Eddy Merckx) y Cote des Forges (La cota Stan Ockers). Y los últimos 10 kilómetros eran planos y en bajada desde Roche Aux Faucons hasta la linea de meta de Lieja. Pero en las Ardenas nada es sencillo y a la dureza del recorrido tuvimos que sumar las condiciones meteorológicas… para volver a hacer una Lieja para recordar. De esas que al llegar al meta recoges la medalla como un trofeo que al mirarlo recordarás lo que costó alcanzarlo. Y, por qué no, de lo que eres capaz.

Porque, si un sábado a las diez de la noche estás en casa y ves la previsión del tiempo para el día siguiente y es idéntica a la que teníamos nosotros el viernes por la noche, pues vas colocando el rodillo, pero si estás en Lieja y tienes por delante La Doyenne, pues te echas la manta a la cabeza, te abrigas bien, te pones la ropa impermeable y dejas un mochila en la furgo de apoyo y piensas que quizás mojarse una vez al año con la bici no es tan malo y si es para hacer un recorrido mítico como el de Lieja Bastogne Lieja… pues ya se lo contarás cuando seas mayor a tus nietos. Más o menos eso es lo que teníamos en mente la grupetta de Lieja, Juli, Marc, Juan Carlos, Óscar, Jose, Rober y el que escribe durante la cena del viernes en el Hotel Ramada Plaza. Buffet libre a tutiplen para cargar hidratos y con los ciclistas del Bora a nuestro lado. Algo se tendría que pegar, no?

Y eso que a mediodía del viernes la meteorología no pintaba mal. Fresco, pero sol. Suficiente para nada más llegar coger las bicicletas e irnos a hacer la parte final del nuevo recorrido de la Lieja Bastogne Lieja en sentido contrario, hasta Roche Aux Faucons. El premio, subir la Cote de ST Tielman y cruzarnos y saludar a todo el pelotón masculino y femenino, que también estaban reconociendo el trazado final de la carrera. Así que entre pedales de entrenamiento soltabas un hasta luego Alejandro, arrevoire Julien, ciao Davide, goodbye Adam, agur Ane, adeu David... Así hasta Roche Aux Faucons, bajada y retorno para conocer las rampas que ibamos a subir al día siguiente… con 250 kilómetros en la piernas.

LA LIEJA BASTOGNE LIEJA CICLOTURISTA

Para esta Lieja había que consultar la previsión de tiempo. Decía que el viento soplaría de cara hasta Bastogne, así que salir lo antes posible suponía ‘comer’ menos viento, porque se suele levantar a las 09.00. Así que desayuno en el Hotel Ramada a las 05.30 y a las 06.30 ya vestidos de ciclistas camino del único llano de toda la Lieja Bastogne Lieja, el kilómetro que separa nuestro hotel de la línea de salida de Halles dels Foires, paralelo al río Mosa. A partir de ahí todo será subir y bajar. Bueno, más ascender que descender. Y eso se nota nada más salir. Con llegar a Embourg, el primer pueblo fuera de Lieja, ya has subido un puertecillo de esos que dudas si quitar plato o no.

Descenso por Cote des Forges, por donde volveremos a subir horas después, paso por Remoucochamps, al pie de La Redoute y camino hacia Bastogne, todavía sin agua. Las primeras gotas antes de Roche en Ardennes, la que esta marcada como primera cota en el kilómetro 85 y a la que se llega con casi 1000 metros de desnivel acumulado. A partir de ahí seguían los repechos, y el agua, y el viento. Remojados y con 4 grados lo único que se agradecía era dar pedales lo más deprisa posible. Esa era la consigna. Solo pequeñas paradas y rápidas para avituallar o quitarse prendas mojadas. La primera en Bastogne, donde ya teníamos la furgoneta de apoyo con nosotros. Unos guantes secos… eran la vida.

 

 

 

Para salir de Bastogne había que dar pedales. Una cuesta no puntuable de tres kilómetros con el viento frío pegando de costado y con lluvia. La solución, como siempre, ir rápido. Al menos hasta el semáforo en el que se giraba a la izquierda y el viento se volvía más benevolente. Pedalear por la supervivencia, no tanto por ir rápido, sino para salvar las peores condiciones posibles. Ese giro nos dejaba casi en Houffalize, donde arranca la impresionante Cote de Saint Roche, un muro de poco más de un kilómetro al 14% y con picos del 18%. Como llovía, pues tocó subirlo casi todo el rato sentados.

La Lieja 265 kilómetros en Strava >

Después de la Cote de Saint Roche, que esta en el kilómetro 128 de la marcha y la Cote de Soir, que se inicia en el 166, el planning de carrera no anunciaba ninguna subida puntuable. Pero ahí pudimos comprobar que el refrán de la Lieja Bastogne Lieja es cierto, que hay entre cota y cota, pues mas cotas. Es decir, más de 40 kilómetros de subidas y bajadas con un avituallamiento en medio en el que, al menos, no llovía. A partir del 166 llegaba lo más complicado, como si lo anterior no hubiese sido. El encadenado Cote de Soir, Cote de Wanne, Stockeu y Haute Levee, cuatro cotas en poco más de 25 kilómetros, resultó brutal. Tan pronto subías una rampa del 18% con sol como bajabas metido en una granizada de aúpa como tenías que aferrarte al sillín en el durísimo Stockeu, pasar los adoquines no puntuables y cuesta arriba de Stavelot o sufrir en la interminable Haute Levee, la misma en la que al día siguiente atacaría Carlos Verona.

Sirvió para minar las fuerzas y dejar las piernas al punto de sal antes del avituallamiento de Francochamps. Por entonces llevábamos ya 200 kilómetros y todavía quedaban 66 más y cinco cotas puntuables, más la trampas, claro. Salía el sol a la vez que llovía, casi con la misma intensidad. De repente una nube te ponía chorreando y un rayo de sol te secaba. El chubasquero siempre puesto… y abrigados, porque pese a que para entonces el viento soplaba casi siempre a favor la temperatura no subía de 10 grados.

De esas veces que pese al cansancio agradeces que vengan las subidas para entrar en calor. Rosier, con sus cinco kilómetros no fue demasiado cruel, aunque tuvo agua. Tampoco Maquisard, quizás la más benévola de todas las que nos quedaban. Pero con 225 kilómetros ya llegaba el mito. La Redoute. Con su poco más de un kilómetro y sus rampas del 18%. La organización lo cronometraba… pero para aquel entonces todo consistía en subir dignamente y no dar demasiados bandazos, como la mayoría de los que veíamos por allí. Allí duelen las piernas, también después, cuando al salir del último avituallamiento tienes que subir el repecho que has dejado a medias. Y la mente, que sabe que el giro a la derecha después de Sprimont te lleva a la Cote des Forges, con su 11%, te pide seguir todo recto y acortar hacia Roche Aux Faucons. Hay que combatir con eso.

Porque en la cima de Forges sabes que ya solo es una bajada rápida hasta Mery, un paseo plano paralelo a la vía del tren y un giro a la derecha para algo más de un kilómetro de subida a Roche Aux Faucons. Con lluvia, otra vez, y sentado, para que no patine la rueda de atrás por la pendiente. Pero, que se le va a hacer. Y cuando coronas sabes que todavía queda un kilómetro de regalo con un tramo de cemento que te hará sufrir porque ya llevas 250 kilómetros, los mismos que Formolo y Woods, que allí vieron como se les iba Fuglsang. Y sufres. Pero llegas al cruce del supermercado y casi todo es plano y cuesta abajo. Y recobras aire para entrar en Lieja, atravesar la ciudad y llegar a la línea de meta. El mismo sitio por el que saliste tantas horas atrás que parece que fue ayer o antesdeayer. Y piensas las pedaladas que has tenido que dar y que has tenido que cambiar hasta tres veces de guantes y utilizar todos los recursos anti frío y lluvia disponibles, chaqueta No Rain ULB, crema calentadora STM, casco con capucha de invierno de Spiuk… y que sin una furgo de apoyo habría sido todo mucho más complicado.

Te dan la medalla, te haces la foto de rigor en el podio de Skoda y miras el Garmin, que entre tanto viento y agua se ha vuelto loco y solo marca 2.300 metros de desnivel. La bici, tus piernas, tus brazos, tu cabeza y hasta las pestañas saben que eso no es posible. El que te da la medalla y te mira la cara de cansancio, pues también. Y ya no te digo el buffet libre del hotel, al que llegas después de una ducha caliente y en el que no puedes dejar de comer pese a que en los avituallamientos has jalado como si hubieses pasado un mes perdido en el desierto. Dan igual las calorías y los hidratos. El cuerpo pide carburante para intentar resarcirse de una paliza como una Lieja con frío y agua.

En la cena da tiempo hasta para repartir las granizadas. A unos en Cote de Wanne, a otros en Stockeu, a algunos en Haute Levée. La meteorología ha tenido para todos. Hasta para Elena y Jaime, que en la furgo de apoyo se tenían que pensar cuando salir al aire libre y dejar el calor de la calefacción a tope.

LA LIEJA PROFESIONAL

Es curiosos, pero el domingo después de la Lieja sigues teniendo hambre en el desayuno. Quizás porque el cuerpo piensa, ojo que este me puede volver a dar una paliza como la de ayer. Y te pide recursos para afrontarla. La cantidad y calidad de la comida del desayuno del Hotel Ramada hacen el resto. Buenos alimentos para ir a ver la salida de la Lieja Bastogne Lieja a la plaza de Saint Lambert. A ellos les va a hacer un día como el nuestro. Por la mañana ya llueve y podemos ir revisando las bicis de todos los equipos. Muchos ya con discos, algunos con el Sencillo Bike puesto de salida, otros con el nuevo de 12 velocidades, cadenas planas por la parte de arriba. Tecnología para las bicicletas y para los ciclistas, que salen con toda la gama de invierno e impermeable completa. Botines, guantes (algunos incluso dos pares), chaqueta, chubasquero, tubular para el cuello… A Valverde, por ejemplo, solo se le reconoce por los colores arcoiris del maillot. A la línea de salida llega tapado hasta los ojos, literal.

Se avecina una Lieja épica y sobre todo, durísima. Repetimos viaje a Saint Roche, el muro mítico de la primera parte de carrera. Este año toca comerse la tradicional salchicha y beberse la cerveza en el bar a la espera de que se acerque el pelotón. Llueve y no para. No de forma torrencial, pero si constante. La rampa del 18% sigue estando llena de gente. Cuando pasa la escapada, todos enfundados en chubasqueros negros, arrecia el agua. Con el pelotón, un poco más aún. Casi imposible conocer a la mayoría. La serpiente multicolor en estos días es oscura, como el tiempo. Se distingue a Gilbert en cabeza, a Mikel Landa y poco más. No hay descolgados del pelotón. Los que no pueden seguir el ritmo se refugian en los coches. No es para menos.

Y de ahí a la nueva meta de Lieja, en pleno centro de la ciudad. Llegamos con tiempo de ver el final de la carrera femenina. Las chicas llegan agotadas y cubiertas de barro. También les ha caído la mundial. En esta Lieja nadie se ha librado de sufrir. Mientras la pantalla gigante nos va cantando que sucede en carrera. Desde nuestra posición, a 150 metros de la línea de meta, tenemos un palco privilegiado. Con bebidas y comida con solo cruzar la calle y la Feria/Fan Zone de Lieja justo al lado. Allí podemos ver el ataque de Verona, la fuerza de Enric Mas en La Redoute, las explosiones de Roche Aux Faucons y el kilómetro extra que sirve para dejar decidida la carrera. También el resbalón de Fulgsang en una bajada que ya nos pareció peligrosa cuando la hicimos el día anterior.

Eso es lo bueno de las Clásicas, que cuando ves la carrera profesional sabes intuir lo que puede pasar y por donde va a evolucionar la carrera. Lo has sufrido en tus propias piernas pocas horas antes. Por eso cuando el danés afrontó el llano todos teníamos claro que iba a levantar los brazos y que después solo iban a poder luchar por el podio. Y que cualquier esfuerzo extra les iba a costar un mundo, porque el cansancio a esas alturas, también para ellos, era extremo. Es Lieja, de la que algunos todavía creen que es plana porque se disputa en Bélgica. En 2020 volveremos para demostrar que no.

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