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Una Paris Roubaix 2024 para románticos

El adoquín de Roubaix tiene que doler. Si se pasa con facilidad, con bicicleta de gravel, MTB o llantas de más de 30… no es Roubaix. La Paris Roubaix es una carrera romántica. Casi vintage. Donde se mima el adoquín para que no cambien los tramos. Los pro tienen que ir rápido y aprovechan todas las ventajas técnicas. Para nosotros, los cicloturistas, sin prisas por ganar ni competir. La esencia consiste en que no sea sencillo llegar al Velódromo de Roubaix. 

Por eso en esta Paris Roubaix 2024 vivimos un viaje de amantes de Roubaix. Bicicletas de carretera con cubiertas/tubeless de 25 o 28 como máximo. Para conocer Roubaix tienes que sentir lo duro que es pasar por un tramo de adoquines roto, pese a que las condiciones sean tan buenas como las que vivimos. Viento a favor, siempre por encima de 15 grados y pavé prácticamente seco en cada uno de los 30 tramos por los que rodamos. Las condiciones quedan a merced de la meteorología, pero el resto, lo que podíamos elegir, no distaba demasiado de una bicicleta habitual con la que salir el domingo con la grupeta. Ruedas de aluminio con muchos radios y poco más.

No salimos a lo loco. Ojo. Que el viernes tuvimos tiempo de empezar  a probar los adoquines. En poco más de 30 kilómetros seis tramos. Gruson y Hem de ida y vuelta y Camphin en Pevele y Carrefour del Abre en el sentido de la carrera. O lo que es lo mismo. Cuatro de dos estrellas, uno de cuatro estrellas y otro de cinco estrellas.  Suficiente para ir acoplando la posición a la bici y, sobre todo, quitar presión de los neumáticos. Una de las variantes clave para rodar ‘cómodo’ (bueno, todo lo cómodo que se puede ir) por las piedras mal colocadas de la París Roubaix.

Duchita y al velódromo para recoger dorsales. Paseo por la feria para comprar el adoquín y algún recuerdo. Cervecita para entrar en calor y a cenar pronto en nuestro hotel de Hem, porque este año el bus de la marcha de 170 kilómetros adelantaba su salida a las 04.00 horas. Eso nos supuso… levantarnos el sábado a las 03.00 para desayunar tranquilamente, vestirnos de ciclistas, ir hasta Leers y cargar las bicis en el camión para subirnos al bus. Lo mejor, que a esa hora ya había 15 grados y que podíamos dormir casi dos horitas en el bus. Para los de la versión de 150 kilómetros todo era más cómodo, sin madrugar y con salida en el velódromo. Solo 20 kilómetros menos… pero sin 10 tramos de adoquines, que al final es lo que hace dura esta cicloturista.

EL ADOQUÍN DE ROUBAIX DUELE

Así que ya solo quedaba pedalear. Los de 170 kilómetros desde Busigny, con el primer tramo de adoquines a solo 10 kilómetros de la salida. Los de 150 desde Roubaix, con 60 kilómetros de ‘calentamiento’ con viento de cara hasta el Bosque de Arenberg. Ellos no tuvieron que hacer la famosa ‘chicane’, pero los que optamos por la de 170 sí. Teníamos idéntico recorrido a la carrera profesional desde que comienzan los adoquines, es decir, 100 kilómetros menos que saliendo desde Compiegne.

Por eso cuando llegas al Bosque de Arenberg ya tienes el rodaje hecho. Aunque allí cambia todo. Es un cinco estrellas que debería tener seis o siete. Sin escapatorias (vale, puedes ir por un camino de tierras paralelo, pero eso no es Roubaix) con el adoquín roto en cualquiera de sus vertientes y siempre con un poco de humedad a primera hora porque está dentro de un bosque. Imposible ir deprisa y con un punto extra de concentración para no tener que salirse. Pero es lo que tiene Arenberg. A eso hemos ido, no.

Después todos los tramos parecen más sencillos. Aunque va pensando el cansancio. No en las piernas, sino sobre todo en brazos, manos o antebrazos. Depende de la forma que tengas de ir en bici. Por eso cuando llegas a Mons en Pevelé, otro cinco estrellas, ya te piensas si quieres ir deprisa y botar por los adoquines o tus brazos piden algo de tregua porque quedan otra decena más adelante.

Orchies siempre se hace largo, pero sabes que poco después tienes el último avituallamiento con sus gofres, barritas, geles, platanos, isotónico y todo lo que necesitas. Está a ‘solo’ 35 kilómetros de meta, quedan 200 metros de desnivel y sopla viento a favor. En otro escenario ni pararías. Pero por el camino están los adoquines de Camphin en Pevele y Carrefour del Arbre, entre otros, y eso supone que cualquier alimento no te va a sobrar. Porque si, te puedes apajarar con viento a favor si estás en la Paris Roubaix.

Para esa hora ya ibamos vestidos de verano, con 24 grados, con toda la publicidad y las vallas puestas en los tramos y casi con el tráfico cerrado porque solo unas horas después pasaba por allí la carrera femenina. Escenario ideal para entrar al Velódromo y celebrar que has vencido a Roubaix por décima vez (los viajes que hemos hecho con Ciclored aquí), que nunca es sencillo. Medalla, foto, cerveza, patatas fritas, a esperar a la carrera femenina y luego cena especial para celebrar que el domingo corren otros. Porque después de una Paris Roubaix hace falta unos días de reflexión sin adoquines para que entren las ganas de volver.

VAN DER POEL VA EN MOTO

El domingo no hacía falta madrugar. Desayuno tranquilo y rumbo al Bosque de Arenberg con tiempo suficiente para echarnos unas ‘Enferd du Nord’, la cerveza propia Arenberg, disfrutar del ambiente, comprar recuerdos y ver pasar a lo que quedaba del pelotón volando a más de 50 por hora. También les pegaba el viento a favor, así que estaba claro que iba a ser la Roubaix más rápida de la historia. Bueno, y que Van der Poel corre en otra liga y hace que todo vaya más rápido.

Tanto que esta vez tuvimos que ver la carrera en el antepenúltimo tramo de adoquines de Gruson, que estrenó mojones en la escapatoria para que los corredores fuesen por el centro de los adoquines y no por la tierra. Si, vale. Nosotros también tuvimos que comernos esos adoquines. Por allí Van der Poel ya iba solo y el resto peleaba por la segunda posición.

En el velódromo volvió a ganar y esta vez con tiempo de sobra para ver la llegada de Philippsen y celebrar el doblete del Alpecin. Se acababa nuestra Roubaix 2024… pero ya pensamos en Paris Roubaix 2025.

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