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Lieja Bastogne Lieja 2017. Sensaciones y sufrimiento profesional

La Lieja Bastogne Lieja 2017 es la crónica de una cicloturista con la esencia del ciclismo profesional. En Lieja sufres la misma distancia, los mismo muros y las mismas condiciones que los Valverde y compañía. Eso sí, un día antes y a menor velocidad. Para nuestro nivel… una clásica dura que exigió a los viajeros Ciclored exprimir al máximo sus cualidades ciclistas con una recompensa plácida, la de cumplir con el objetivo marcado y ver al día siguiente la exhibición de otro planeta que hizo Alejandro Valverde.

Las fotos Lieja Bastogne Lieja 2017 >

Y para Lieja reunimos a un grupo de ciclistas con nivel suficiente para afrontar el reto. La mayoría versados en otras lides ciclistas y para los que este fue su viaje iniciático en el terreno de las clásicas. Fue el caso de los almerienses Bonachera, Antonio y Jesús, que trajeron a su familia. De Harvey y Reinaldo, de Marmotte y La Cicloturista directamente a las Clásicas. De Enrique, que con su nuevo trabajo en Racormance vive cerca del ‘territorio comanche’. Y dos veteranos en ‘guerras’ clasicómanas. Juli, que repetía desde la Strade Bianche, y Óscar, con varias Liejas en las piernas.

LIEJA BASTOGNE LIEJA 2017. EL VÍDEO

VIERNES. CENAR COMO PARA HACER UNA LIEJA…

A la Lieja Bastogne Lieja  llegamos con el buen sabor de boca de la exhibición de Valverde en la Flecha Valona. Por eso el viaje de ida desde el aeropuerto de Zaventem a Lieja no tuvo otro tema de conversación que la exhibición del murciano. Tiempo para que pudiese contar mi ‘batallita’ en el Muro de Huy o rodando con Valverde y compañía el día anterior. Un privilegio del que podemos gozar gracias a la naturalidad del ciclista más completo de la historia del ciclismo español. Al que no le importa llevar a rueda a globeros como el que escribe…

Batallitas que sirvieron de ‘calentamiento’ para el menú de ‘soltar piernas’ que teníamos previsto para el viernes. Eso sí, antes tiempo para acomodarse en el Hotel Ramada Plaza Liege, de 4 estrellas, al lado de la línea de salida de la cicloturista. Revisión de bicis de Bike Division, pedales, ajustes mecánicos… y a las 15.00 prestos para rodar con nuestra grupetta italiana. Es que eso de cumplir con las costumbres nos encanta y más si es con amigos como Andrea Tonti.

Suave paseo por el Rio Musa… y trampa adoquinada rumbo de Saint Nicolás. Así, para abrir boca y conocer los muros de la zona. Descenso y rumbo a Saint Nicolás, la subida de los italianos. Casi nos tocaba jugar en casa. Rampas por el interior de Lieja que dejar escuchar los primeros resoplidos. Arriba foto en la línea con hasta tres fotógrafos. El oficial de Bike División, el mecánico y Roberto, al que fichamos en labores de auxiliar para esta Lieja.

Tráfico para llegar a Ans y saborear el eterno último kilómetro de la Lieja Bastogne Lieja. Visita a la línea de meta, que el viernes es una simple calle que da acceso a un hipermercado. Sólo el domingo será la meca de las Ardenas. Mientras tanto, un lugar vulgar, como el de cualquier ciudad media europea. Descenso, recogida de dorsales y primeras fotos con color de Lieja. Y a lo tonto… 30 kilómetros y 350 metros de desnivel. Vamos, que plano no era…

Ahora la cuestión era… comer. Primero el briefing para resolver dudas y después a dar al cuerpo la alimentación necesaria para afrontar una Lieja. 273 kilómetros, 4.500 metros de desnivel y más de 10 horas sobre la bici, además anunciaban agua para el inicio. El Hotel Ramada se encargó de ello. Pasta, ensalada, carne, más pasta, más ensalada, postre… Y a las 21.30 paseo y a dormir.

SÁBADO. LIEJA CHALLENGE… EL DÍA MÁS LARGO

Si la cena había sido como para hacer una Lieja… el desayuno fue como para hacer dos… o tres. Buffet libre digno de reyes a las 06.00 de la mañana para dejar los depósitos rebosantes de glucógeno. Pasta, cereales, pavo, mil tipos de quesos, seis o siete variedades de pan, bollería como para endulzar una ciudad entera, incluso beens, bacon, huevos y patatas para los más atrevidos. No iba a haber Lieja que se nos resistiese.

Y es que la Lieja Bastogne Lieja es el día más largo. Sabes a qué hora sales… pero no cuando vas a llegar. A las 07.00 camino de la salida. No hace frío, unos 10 grados y aunque hay una nube oscura… todavía no llueve. Eso sí, ropa de invierno, crema STM Sport 1 en manos, piernas y pies y chubasquero en el bolsillo, por si acaso. A la grupetta se suma Enrique, de Racormance, con el que nos podemos tirar horas y horas hablando de bicis (en Lieja es posible…) y el italiano Pier Francesco, de Bike Division.

Nada más salir de Lieja comienzan los repechos. Terreno ‘llano’ con tantas comillas como cuestas. Vamos, que no hay más de tres kilómetros planos para rodar y hablar tranquilamente. A la que menos te descuidas… un repecho. Ritmo constante y a mantener el grupo unido. Eso sí, la aparente calma meteorológica no tarda el alterarse. La nube negra comienza a descargar… suave, sí, pero constante.

Al primer avituallamiento de Bosson ya llegamos mojados. Un gofre y un plátano y a seguir rodando. Justo a la salida Enrique y Jesús se marchan a la izquierda para afrontar el reto de 150 kilómetros… y 3.000 metros de desnivel. El resto rumbo a Bastogne en busca de la primera cota con nombre, Roche en Ardenne. Casi tres kilómetros de subida que en muy poco se diferencian de lo que ya llevábamos subidos.

A Bastogne, y después de departir con belgas, holandeses e ingleses (incluso de compartir relevos) llegamos con 103 kilómetros, sólo una cota con nombre y más de 1.200 metros de desnivel acumulado. Avituallamiento y a la salida se complica el asunto. Viento lateral y casi de cara. Lluvia constante y algún que otro repecho. Lo justo para forzar el ritmo para no quedarse frío. La Cote de Saint Roch, un muro de un kilómetro con rampas del 18%, ayuda a entrar en calor.

Pero la clave está en el kilómetro 143. Avituallamiento de Gouvy, ya sin lluvia, y con Roberto en labores de auxiliar. La furgoneta con ropa para cambiarnos, calefacción para secar los guantes, comida… Un oasis en medio de la Lieja Bastogne Lieja. Con la ropa y los pies secos la vida se ve mucho mejor, ¿o no?


A partir de ahí tocaba adentrarse en el terreno desconocido. La zona por la que la Lieja Bastogne Lieja no había pasado todavía. Al menos ya había dejado de llover. Cote de Pont y Cote de Ballevaux. La primera dura, extrema.. la segunda larga, casi eterna y más con los 170 kilómetros que ya llevábamos en las piernas. El avituallamiento de Malmedy, casi con sol, se agradece. Más energía para la pared de la Ferme Libert. Una cuesta de 1,2 kilómetros al 12% de media… que damos gracias al viento por secar la carretera. Si no… sería imposible ponerse de pie por las rampas del 22% por la salpican. Arriba, un telesilla sube a los bikers de descenso. Vida injusta.. jejeje.

El Strava canta que la hemos subido a una media de 9,7 kilómetros por hora… y que un día después Laurent de Plus consigue el KOM con 16,4… Qué se le va a hacer. Rumbo al circuito de Spa para seguir subiendo cotas cuesta arriba y sin nombre. Casi se agradece llegar al terreno conocido de Col du Rosier y Maquisard. Subidas que en condiciones normales se harían a fuego, pero con que con 200 kilómetros conviene regular. Sobre todo por lo que venía después.

Y es que para entrar en la parte idílica de la Lieja Bastogne Lieja hay que hacer 228 kilómetros. Dos bucles para llegar a Remouchamps, por donde habíamos pasado en el kilómetro 30. Eso sí, daba la sensación de que habían pasado días. Allí es donde arranca La Redoute. La cota con cerveza propia. El lugar con tesela e historia ciclista. Leyenda con caravanas en la cuneta y público animando ya los cicloturistas.


La marcha pone allí un punto de cronometraje… Pero con subirla de forma decente es más que suficiente. Los últimos 600 metros al 12% aconsejan prudencia… aunque nos metemos algún calentón. Arriba espera Andrea con el equipo de Bike Division para darnos avituallamiento vip. Descenso y cuatro kilómetros después está Roberto con la furgo de apoyo para darnos el último aliento… Falta va a hacer. Restan 40 kilómetros, llevamos 234 en las piernas y la comida es necesaria en cualquier estado. Goffres, plátanos, naranjas, bollos, sandwichs, gominolas, miel, obleas… da igual. Hay que comer.

Quedan otros cien repechos y un descenso antes de llegar a Esneux para descubrir la Roche Aux Faucons, la cota moderna de la última época de la Lieja. Casi dos kilómetros las 6% de media y con tres picos al 14% que te ponen las piernas a punto de ebullición. Lo peor es que nada más coronar no hay descenso, sino una larga recta cuesta arriba que sigue haciendo las ‘delicias’ de nuestras piernas.

Atravesar la autovía supone entrar en los suburbios de Lieja. Larga bajada (ahora sí), giro a la izquierda para pasar por el campo del Standard de Lieja… Giro a la derecha… y Saint Nicolás. La última cota con nombre y con cronometaje. Así que a fuego y a discutir con las piernas, que dicen que tras 260 kilómetros y 4.500 metros de desnivel es mejor subir tranquilo. Pero, Lieja es Lieja y ya que ha salido el sol hay que rendir culto a la cota de los italianos. Zona épica y resoplidos arriba. Ya está casi todo el trabajo hecho.

Resta bajar al barrio de Ans y mirar desde abajo esa larga recta que lleva a la línea de meta. Más de un kilómetro con parada obligatoria por un semáforo… y nuevo sprint para coronar. Qué se le va a hacer. Si te gusta el ciclismo y has vivido las clásicas el llegar a Ans y no intentar dar caña a la bici… es casi como hacer un feo a una cuesta mítica. Con desnivel, pero sin nombre puntuable.


Terreno de descenso para cubrir los 273 kilómetros y atravesar la línea de meta. Miramos al reloj… son las 18.00. Más de 10 horas de sufrimiento y felicidad ciclista. Foto y al hotel. Espera la ducha, el descanso… y la cena. Tiempo para que Jesús nos cuente sus 150 kilómetros y el resto le demos ‘envidia’ de la machada de 273. Para que las chicas, que han ido a visitar Gante (siempre Flandes presente) nos digan que a ellas no les ha llovido nada… eso es suerte.

Cervezas y buena comida. Nada mejor para celebrar una Lieja sufrida y pasada por agua solo en parte.

DOMINGO. DE SCARPONI A VALVERDE

A veces no hace falta conocer a alguien a fondo para saber cómo era. Los amigos que lo rodean dicen mucho de él. Era el caso de Scarponi, amigo íntimo de Andrea Tonti, nuestro amigo y compañero de Bike Division. Años juntos entrenando. Amistad cortada por el conductor que le atropelló. Pese a todo Andrea siguió en Lieja, trabajando para los suyos. Era domingo y tocaba visitar la salida, ir a Saint Roch y después a meta.

Dolor contenido en la salida con una plaza en silencio por la memoria de Scarponi. Ciclistas con crespón negro y caras más serias. Eso sí, el ciclismo bulle vistosidad y colores. Levanta el ánimo y el interés por que algo importante está por suceder. Crea expectación y la presencia de 20 equipos con sus autobuses, sus bicicletas, sus colores… evocan las mejores sensaciones. Valverde, Van Avermaet, Omar Fraile, Samuel, Wellens, Dan Martin, el Sky… los veremos solo unos kilómetros después.


En Houffalize cumplimos la tradición. Cerveza, salchicha y patatas fritas. Alimento nada ciclista para vivir el ciclismo. Y así a subir el Muro de Saint Roch entre los parroquianos. Tanque de la Segunda Guerra Mundial para dar la bienvenida y una cuesta plagada de banderas, aficionados y fiestas para ver a los ciclistas. En un lugar a 140 kilómetros de meta que no es decisivo, pero que tiene historia, ambiente, sabor ciclista. Clásico.

Eso sí. Saint Roch cuesta subirlo a pata… casi tanto como en bici, o más. Los músculos se resienten del día anterior. Menos mal que el sol ayuda. Y la cerveza. Y ver a tanta gente en una simple cuesta. Recuerdo a Scarponi presente y hacia arriba. Por allí el pelotón pasa persiguiendo a una escapada consentida. Ritmo constante con Sky y Movistar trabajando. La labor de los gregarios que casi nunca se ve en la tele. Los que trabajan para que todo vaya por su cauce.


Rumbo a Ans para ver los últimos kilómetros en la línea de meta. Pantalla gigante y más ‘alimento ciclista’ para seguir la carrera. Vemos Maquisard y Rosier. Sufrimos en La Redoute con los chepazos de Perez, casi los mimetizamos en las piernas. Al final conocer el terreno ayuda a entender las carreras. Por eso sabemos que los ataques en Roche aux Faucons tienen pocos visos de llegar con ventaja a meta. Todavía queda mucha tela que cortar.

Incluso Saint Nicolas es demasiado exigente. Hacen falta muy buenas piernas para coronarlo y llegar con ventaja. Lo sufre Wellens, Henao... Y en Ans últimamente se suele decidir todo. Arranca Omar Fraile, arranca Formolo…. Sólo el ataque de Martin a 600 metros de la llegada rompe el grupo. No a Valverde, claro. Con la misma energía en las piernas de siempre y la experiencia de casi 20 años en el ciclismo profesional. Aguanta y lanza el sprint. Por delante de nosotros, a 25 metros del final, pasa como un tiro. La victoria es suya desde mucho antes.

Nos da tiempo a ver el podio. A vitorear a Valverde. A disfrutar de la victoria. Incluso a visitar la Feria del ciclismo que son los autobuses de equipo. Auxiliares limpiando bicicletas. Ciclistas llegando a meta con el cansancio en el rostro. Un maremagnun que va de arriba a abajo del aparcamiento del Centro Comercial.  En 20 minutos algunos salen para el aeropuerto directos a casa.

Nosotros de vuelta al Hotel para agotar tranquilamente las horas de descanso. Queda una cena para recordar, tiempo para despedirnos del bueno de Pier Francesco y hacer la maleta para retornar. En la memoría tres días vestidos de clasicómanos en el terreno que mejor se adapta al ciclismo que conocemos en España.

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