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La magia del Tour de Flandes 2019

Hay lugares donde el ciclismo se convierte en magia. En el Tour de Flandes 2019 se unieron todos los elementos para que pudiéramos disfrutar de una experiencia única. Buena temperatura mientras en el resto de Europa llovía o nevaba. Un hotel de lujo como el Leopold. Un grupo de 40 ciclistas con calidad. Alejandro Valverde debutando en Flandes y firmandonos autógrafos en la salida… y hasta una foto con el mítico Johan Musseuw a la entrada del Museo del Tour de Flandes. Casualidades o magia. Flandes…

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Y es que en el Tour de Flandes 2019 batimos un pequeño récord. Nos acompañaron 40 ciclistas de todos los puntos de España. De Galicia a Cataluña pasando por el País Vasco, Aragón, Valencia, Andalucia, Madrid, Castilla La Mancha, Castilla-León e incluso Canarias. Una grupetta de lo más variopinta que nos hizo disfrutar en largas charlas ciclistas, tanto encima de la bici como en las horas de bar o en la visita al Oude Kwaremont para ver el Tour de Flandes 2019.

Lo primero después de aterrizar en Bruselas el viernes (algunos incluso se adelantaron al jueves) era ir al Hotel Leopold y ajustar todas las bicicletas para que estuvieran a la medida de cada uno. Cervelo R3, Specialized Tarmac, Ridley, Specialized Roubaix, Eddy Merckx EMX 1, con discos, con zapatas, con doble plato, con triple… modelos listos para afrontar los muros y los tramos planos de adoquines de Flandes. La hora de los mecánicos de ir poniendo la máquina al gusto del ciclista. Ricardo y Óscar, los mecánicos de Ciclored, en sus salsa. Pedales, altura de sillín, distancia de manillar, retroceso… Todo en punto. Un ratito para comer y a las 14.30 todos encima de la bici para probar los adoquines.

Lo mejor es que para esa hora lucía sol y había 15 grados. Más que agradable comparado con las noticias que llegaban desde España. Sol para rodar hacia Kluisbergen y probar el Oude Kwaremont. Girar hacia la izquierda para ver el Museo al aire libre de la Ronde Van Vlaanderestrat. A volar cuesta abajo antes de subir el Paterberg. Y tiempo para rodar por las carreteras de cemento que te llevan al Koppenberg. Seco, despejado. Perfecto para ascenderlo sin los agobios de la marcha. Ideal para coronar un muro en el que lo importante no es la velocidad, sino la capacidad de equilibrio para no echar pie a tierra en su parte central, donde los adoquines están colocados a su libre albedrío mientras vas intentas salvar una rampa del 19%. Por algo es mítico, ¿no?

Retorno al Leopold, ducha y al museo, que está a solo 100 metros del Hotel. Y, ‘magias’ del destino. Justo en la puerta un tal Johan Musseuw, leyenda del ciclismo de Flandes. El primer León de Flandes. Con tres ‘Rondes’ en sus piernas (una de ellas con la rodilla destrozada). Foto de rigor y a descubrir la historia del Tour de Flandes en un museo que se renueva cada año. En esta ocasión con dos novedades, el maillot de Campeón del Mundo de Evenepoel y cinco bicis de realidad virtual para vivir Flandes. El resto, historia, leyenda, datos, cifras, números, perfiles, altimetrías, recorridos, material y bicis históricas, vídeos, recuerdos…

Una cerveza, reparto de dorsales, charla para explicar todos los pormenores de la cicloturista del Tour de Flandes y pronto a la cama. Sobre todo para los siete que iban a afrontar el recorrido de 229, a los que les tocaba madrugar a las 04.30 para desayunar en el Leopold y coger el autobús hacia Amberes. Junto a ellos el León Flamenco de Ciclored, Hector Rosell, al que no le importaría salir a entrenar todos los días con Tom Boonen.

LA MARCHA EN STRAVA >

Para el resto el horario era más benévolo. El sábado partimos del Hotel Leopold en bici hacia la la línea de salida de la Ronde Van Vlaanderen Cyclo a las 08.00. Así que desayuno tranquilo para cargar energías. Por delante quedaban 175, 135 o 75 kilómetros. Cada uno con su versión elegida. Quizás el más completo de los cuatro recorridos es el de 175 kilómetros, con 2000 metros de desnivel, 17 muros y 6 tramos planos de adoquines. Hacia él nos encaminamos la mayoría, con Juan Gallardo (el León de Campillos), Jaime y el que escribe al frente. Por el camino los Carrasco Team. Menuda grupetta se nos había quedado.

 


 

 

Si algo bueno tiene el recorrido de 175 kilómetros es que en los primeros 10 puedes entrar en calor llaneando por Oudenaarde para afrontar el primer muro de asfalto, el Wolvenberg. 800 metros cuesta arriba para poner el cuerpo a punto porque, pese al buen día que se preveía, a primera hora todavía hacia fresco y una neblina típica de Flandes. Pero si no era suficiente con la subida, después venía el Kergate y el Jagerij, dos tramos planos de adoquines que acaban siendo unas calefacciones naturales. Todo para afrontar el Molenberg, uno de los muros de adoquines más rotos y más bellos de Flandes. Un auténtico examen de nivel para saber cual es el nivel adoquinero de la grupetta. Avituallamiento para hacer recuento. Estamos todos. A seguir disfrutando

Y sin descanso Paddestrat, con sus casi dos kilómetros planos, y Haghoek, con otros tantos de adoquines. Y después los muros de asfalto para los escaladores del grupo, Leberg y Berendries. Y en Brakel parada para reagrupar. Todos los de Cuatrecasas, Paco e Iván, Juande, Juanito, Oscar, Vicente, la selección Gran Canaria… Adelante que venía lo interesante. Ten Boss de aperitivo. Repechos interminables antes del mito de Gerardsbergen. Kapelmuur, el deseado. El pueblo, la meta de los junior, las cocheras, el tramo roto, el bar y el giro final hacia la Capilla. Foto obligatoria, avituallamiento y a seguir rodando.

Ya había salido el sol. Perneras y guantes fuera. A lucir patas en Flandes. Valkenberg y Eikenberg antes de pasar por la puerta del Hotel y llegar al musicote del avituallamiento previo al Koppenberg. Un trozo de gofre, una barrita, un gel, bananas, naranjas, galletas saladas, galletas de miel… cualquier cosa vale para los equilibrios del muro más duro de Flandes. Una vez más fue una cuestión más táctica que de fortaleza. Había que estudiar al ciclista que iba a tu lado para ver cuando iba a echar pie a tierra y esquivarlo para subir Koppenberg impoluto, que luego hay fotos y vídeos.

Y desde allí al tramo adoquinado plano y descenso de Marie Borrestrat y Steenbeekdries. Donde si tienes un empaste suelto va a acabar por salir volando con total seguridad. Y el Taaienberg, donde Boonen ponía las clásicas patas arribas. y Kaperij y Kanarieberg, dos muros de asfalto antes de bajar a Ronse para dar la última carga de gofres al cuerpo.

Con casi 140 kilómetros en las piernas quedaba disfrutar en el benévolo Kruisberg, volver a Hotond, donde en 2018 Teptstra soltó a Nibali. Bajar al Mont Encluse para subir por la paralela a Knoteberg y echar un ‘Red Bull’ antes del mito del Oude Kwaremont y la despedida de adoquines en Paterberg. Allí, otra vez, vuelve a ser una cuestión de equilibrio. Eso sí, arriba parada general para animar y esperar a los que habían ido más tranquilos. Y es que los últimos 10 kilómetros planos hasta Oudenaarde siempre tienen que ser a fuego. Tráfico casi cerrado, viento de cara, plano y una línea de meta. Qué mas se puede pedir para jugar a ciclistas.

Cerveza, cerveza y cena en el Leopold entre charletas y anécdotas de ‘nuestro’ Tour de Flandes, que, parece mentira, pero cada uno de los 40 tenemos una visión y versión diferente. Lo que no cambia en las mística del lugar. Por eso no hay problema para madrugar el domingo e ir a Amberes a ver el espectáculo de la presentación y la salida del Tour de Flandes. Y más en este 2019 con el incentivo de ‘nuestro’ Alejandro Valverde con el maillot de Campeón del Mundo. Podría haber 10.000 personas en la plaza y el bueno de Alejandro tuvo tiempo de pararse a firmar autógrafos a algunos de nosotros. La magia de Flandes. La misma que hace saltar y botar a una plaza entera cuando suben al escenario los Deceuninck Quick Step a ritmo de Blade. Es el espectáculo de una región volcada con su carrera. Es muy sencillo mimetizarse con ellos a poco que te guste el ciclismo. Verles gritar y animar a cualquiera que lleve un maillot puesto.

Y luego al Oude Kwaremont, a la Fan Zone de ciclismo más grande del mundo. Porque allí nos pudimos reunir varios miles de aficionados al ciclismo. Cerveza y patatas fritas, el menú oficial del Tour de Flandes. Y a ver pasar la carrera. El primer paso del pelotón de los chicos, el paso definitivo de la carrera femenina, con Bastianelli escapada y que luego remataría en la línea de meta de Oudenaarde. Y el segundo paso de la carrera masculina, con el Vandenbergh y Vanmarcke escapados y el grupo de ‘nuestros’ Valverde y Cortina detrás persiguiendo. A la pantalla gigante para ver el Koppenberg, el Taaienberg, el Kruisberg, el Hotond… y a pie de adoquín para el último Kwaremont. Con Bettiol ya por delante. Con Van der Poel y Van Avermaet lanzando al primer grupo. Con la respiración cortada al ver a Valverde en el segundo y a Cortina en el tercero. La pantalla gigante no explicó el final. Octavo, no está nada mal.

Y vuelta al Leopold para las penúltimas cervezas y disfrutar de la fiesta que es Oudenaarde la tarde/noche del Tour de Flandes. El lunes toca visitar Gante, quizás la ciudad más bella de Flandes, y empezar a contar los días que quedan para vivir de nuevo en 2020 la magia de la Ronde Van Vlaanderen.

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