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Tour de Flandes 2015 con ciclored – Crónica del ‘Espíritu Flandrien’

Había que estar un poco loco para hacer el Tour de Flandes 2015. Suponía salir de los 20 grados de la Semana Santa española y adentrarse en el  ‘Mordor’ belga que anunciaba frío, viento y lluvia. Suponía huir de lo conocido, salir de la zona de confort, enfrentarse a los elementos y no permitir que nadie te detuviese en tus objetivos. Es decir, ‘Espíritu Flandrien’. El mismo que derrocharon los 20 nuevos ‘flandriens’ del viaje Ciclored.com a Flandes 2015.

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Oudenaarde y su Hotel Leopold nos recibieron con agua, frío y viento. Había cambiar el culotte corto por la crema calentadora y la chaqueta de invierno nada más bajarse del avión. Sin embargo el jueves nos dio tres alegrías.

La primera, la visita al brillante museo que el Tour de Flandes tiene en la ciudad y que recrea a la perfección el ‘espíritu Flandrien’, aquel que íbamos a descubrir en pocas horas. Simulación de adoquines, un repaso a todo la historia De Rondé en fotos, recuerdos, bicicletas, maillots, un vídeo que resume lo que ha sido la carrera flamenca y una tienda en la que casi es imposible no comprar algo.

La segunda, las bicicletas Eddy Merckx (el mito es el mito) que teníamos preparadas para los que no quisieron venir cargados con la suya desde España. Un modelo EMX1 robusto, montado en 105 y con ruedas fulcrum, ideal para los adoquines flamencos. Ademas, servidas por nuestro amigo ‘Fignon’.

Y la tercera por parte de Gaizka, responsable del Hotel Leopold, al que se le ocurrió la feliz idea de poner de 17.30 a 18.30 una happy hour de cervezas belgas a mitad de precio. Imposible resistirse a una Duvel, Ename, Karmeliet o alguna de los modelos locales de Oudenaarde. Cerveza de calidad belga a precios incluso más bajos que los españoles. Tentación imposible de resistir.

Viernes 3 de abril. La religión del Kapelmuur

Era Viernes Santo, así que había que cumplir con la religión ciclista. Ruta hacia el Kapelmuur. El muro de la Capilla. Aquel que hizo historia en el Tour de Flandes desde tiempos inmemoriales y que no se sube en los últimos años desde que se cambió la meta a Oudenaarde. Adoquines de leyenda que estaban deseosos de subir la grupetta malagueña, encabezada para Raúl  y con ciclistas de calidad top. Josu, Tomás, Antonio, Isaac y Manuel, el fichaje sevillano, ya estaban pedaleando una hora antes de salir para estirar piernas. 

Llovía, hacia viento y todo apuntaba a que iba a arreciar. Nadie se echó atrás.Mérito especial  de Belkis y Fabio, dos venezolanos en cuya ciudad la temperatura no baja de los 35 grados. También el de los méxicanos, Héctor y Ana María, procedentes del calor de Tijuana y grandes amantes del ciclismo. No en vano Héctor fue capaz de reconocer a Peio Ruiz Cabestany con bicicleta híbrida y casco hace unos meses en su México natal.. El Kapelmuur, el mito de Gerardsbergen, esperaban. Así que Argoitz, el ´flandrien’ de Ciclored, puso rumbo a la historia. Por detrás Héctor, con la furgo de apoyo y cuatro acompañantes, hacía las labores de mecánico y auxiliar.

kapelmuur

Para no faltar a la tradición el adoquín del Kapelmuur nos recibió mojado al completo. Primer impacto con el adoquín y en el lugar más emblemático del mundo. En la retina el ataque de Cancellara a Boonen de 2011. Historia pura. En la capilla foto de rigor y rumbo al Café Kapelmuur a contar batallitas. Nos cuesta arrancar del muro a Miguel Hermosilla, que sigue haciendo fotos y mojándose mientras los demás nos calentamos con el capuccino. 

De retorno a Oudenaarde continua jarreando, pero quedan ganas para conocer el Koppenberg, el muro que casi todos suben a pie. Hay barro a raudales y en la primera intentona todos tenemos que echar pie a tierra. Las ruedas resbalan en el adoquín. La bicicleta no tracciona. La solución, rebajar la presión de la rueda trasera a cuatro kg e intentarlo una vez más. Reto conseguido y al hotel, que esperaba el avituallamiento… y a las 17.30 la hora feliz de cervezas, que esta vez complementamos con una porra para el Tour de Flandes Pro

SÁBADO 4 DE ABRIL, EL TOUR DE FLANDES CYCLO

Había llegado la hora de la verdad. A las 05:00 tocó diana para Antonio y Miguel. Los dos valientes que iban a afrontar los 256 kilómetros del Tour de Flandes al completo. Cargaron pilas en el desayuno completo del Hotel Leopold y de la mano de Argoitz partieron hacia el reto, que comenzaba en Brujas a las 07.30, casi de noche, con frío y lluvía y una ‘pechá’ de kilómetros por delante. Menos mal que STM nos había regalado el Gel 1 calentador para combatir el frío. Algo es algo.

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El resto había optado por la versión de 130 kilómetros, con todos los muros incluidos. Dos horas más de sueño y a las 07.00 todos en pie. El primero, como casi siempre, Eloy Agudo. Un veterano con la ilusión de un juvenil que lleva toda la vida dando pedales y que arrastró en el viaje a su esposa Silvia, a su hija Anna y a su yerno Carlos, que pese a no ser ciclista se llevó la porra del Tour de Flandes.

A las 08.15 y con el agua picando los cristales del hotel nos hacemos la foto de rigor.  Esta vez junto a la grupetta italiana de Andrea Tonti, el ex-corredor del Quick Step, además de Juanjo y José Manuel, que se han apuntado al espíritu de las bicicletas Eddy Merckx. Todos maqueados, con las bicicletas impolutas y de punta en blanco… a la vuelta el contraste sería evidente. Rumbo a los adoquines, al barro, al frío y a la lluvia. Y al placer ciclista.

Kilómetros de calentamiento y en el 10 llega el Wolvenberg. La bicicleta parece que va a destrozar. José Antonio, el gallego con más sentido del humor del mundo, Miguel Urquijo y Héctor López forman nuestra grupetta. Mi consejo. Miren cómo Andrea afronta los adoquines, como si flotase. Todos toman nota y en el Molenberg ya están hechos casi unos ‘flandrien’.

En el primer avituallamiento toca parar. Hay plátanos, barritas… pero donde esté un buen gofre, un bollo y unas buenas galletas de miel que se quite todo los demás. Eso sí, para comérselos hay que apartar de la boca el barro que habíamos tragado ya (y lo que quedaba). Y casi mejor no mirar las equipaciones y la bicicleta…

Partimos hacia Leberg, Berendries y Valkenberg. Héctor, que lleva unas piernas espectaculares, se va a rueda de Andrea, y nosotros decidimos tranquilizar el ritmo. Casi sin darnos cuenta nos encontramos con David, un ibicenco metido en barro, que ni ha parado en el avituallamiento. Seguimos su tradición y después de subir Eikenberg nos saltamos la comida y nos dirigimos a Koppenberg. La lección está aprendida. Antes de subir hay que desinflar la rueda de atrás.

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Esta vez lo que nos para no son los adoquines, ni la pendiente, ni el agua, ni el barro… sino la procesión de ciclistas andando (riete tú de una penitencia de semana santa en Sevilla) que ha echado pie a tierra en el Koppenberg. Imposible atravesar el muro humano. Toca patear y al coronar volver a inflar las ruedas. En la cima nos volvemos a unir a Andrea para meternos las series de Taaienberg, Kaperij, el muro sin adoquines de Kanarieberg (en el que disfrutamos pasando belgas a lo Purito y Valverde), el mito del Kruisberg y el impronunciable Karnemelbeek.

Lo que no rehuímos es la cita con los gofres y las galletas de miel del último avituallamiento. Sólo quedan 25 kilómetros a meta y dos muros y hay que recargar fuerzas. Una vez más nos atrapa David. Con José Antonio y Miguel hacemos piña para subir el largo y embarrado Oude Kwaremont (del que todos se han aprendido el nombre gracias a su cerveza) y el decisivo y empinado Paterberg, con más del 23% de desnivel y en el que un día después Kristoff puso contra las cuerdas a Tepstra.

Sólo quedan 15 kilómetros planos de viento de cara y frío (por lo menos ha dejado de llover) hasta la línea de meta de Oudenaarde. Como buenos ‘globeros’ lanzamos un sprint (no todos los días se pasa por debajo de la línea de meta del Tour de Flandes). De pronto aparece Eloy, que ha superado el reto sin problemas. Minutos después tendría hasta fuerzas para levantar la bicicleta en la Plaza del mercado de Oudenaarde, recibir los besos de la familia… y los de las dos azafatas del podio.

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La Plaza del Mercado es la zona de las cervezas y el Qubus, la línea de meta oficial, la de los regalos. Dos camisetas de recuerdo, un bidón y una medalla para certificar que ya hemos hecho una muesca en el Tour de Flandes. La grupetta malagueña y Héctor nos esperan en el hotel. Ana, Belkis y Fabio superaran el reto del frío y una hora después llegan los ‘flandrien’ Miguel, Antonio y Argoitz con 256 kilómetros en las patas y un bono regalo para la hora feliz birrera del Hotel Leopold.

DOMINGO 5 DE ABRIL. AHORA QUE SUFRAN LOS PROFESIONALES

Dice el refrán que Dios da pan a quién no tiene dientes. Pues en este caso fue al revés. Los profesionales tienes unas piernas ‘dentadas’ que da gusto y además les dieron el ‘pan’ de hacer el Tour de Flandes con sol y casi sin viento. Todo lo contrario que nos había pasado a nosotros. Recórcholis, que diría alguno.

irizar_flandesA las 09.00 ya estábamos en la Plaza del Mercado de Brujas para ver el espectáculo de la salida del Tour de Flandes. Alguno recordará la imagen de la Plaza del Castillo de Pamplona antes del Chupinazo de los Sanfermines, pues lo mismo pero con apasionados al ciclismo (y casi los mismo litros de alcohol, que a los belgas les da por hacer botellón a horas tan tempranas).

Uno por uno los ciclistas pasan por el escenario-podio a firmar y a dar entrevistas en directo. Y casi con la misma cadencia a hacerse fotos con los viajeros ciclored. Chavanel, Rojas, Quintana (Dayer, que alguno lo confundió con su hermano Nairo), Van Summeren, Tepstra, Paolini, Irizar, Ventoso, Reynes… los mismos que horas después nos íbamos a encontrar sufriendo en el Oude Kwaremont.

Hasta en seis ocasiones pudimos ver las evoluciones sobres los adoquines de estos ‘animales’ que casi parece que van en llano. La última a sólo 20 de meta y ya con Tepstra y Kristoff escapados. Y en medio el paso de la carrera femenina, con las españolas de Lointek y Bizkaia insertadas en el pelotón. Eso a pie de adoquín y en directo porque a la vez en la pantalla gigante del Oude Kwaremont podíamos ver cómo se quedaba Vanmarcke y parte de las ilusiones que habíamos puesto muchos en la porra, o cómo a Sagan le volvían a pillar despistado en Paterberg.

Nada más cruzar la meta Kristoff con los brazos en alto allí que nos fuimos. A disfrutar el ambiente festivo (una auténtica juerga con música, garitos y cervezas) de la plaza del mercado de Oudenaarde y el de reposo y análisis de la carrera de la cafetería del Museo. Dos formas de vivir la fiesta del Tour de Flandes.

A nosotros nos quedaba una cena de escándalo preparada por el Hotel Leopold, un sueño reparador y el lunes unas últimas horas en Bruselas sin bicicletas... pero pensando en ciclismo. Y es que a todos se nos pasó por la cabeza eso de meter un final del Mundial por los adoquines que rodean la Grote Markt. Flandrien puro.

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