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En la Maratona de los Dolomitas solo se puede sonreir

La Maratona de los Dolomitas siempre provoca sonrisas y buen rollo. Da igual la edición que sea.. El paraje engancha. Pero si además tienes un sol radiante como el de esta edición de La Maratona de los Dolomitas 2018 hace que todo fluya. Te despiertas rodeado de piedras impresionantes con un sol de escándalo. A tu lado carreteras con olor a Giro de Italia, porcentajes imposibles y miles de tornantis. Además estás rodeado de ciclistas que piensan y sienten como tú. Y los nombres de los ‘deberes’ que tienes que ascender se llaman Pordoi, Sella, Val Gardena, Giau, Falzarego, Tre Cime di Lavaredo, Marmolada… y más tarde Gavia, Stelvio y Mortirolo.  Combinación perfecta en la que sólo se puede disfrutar y pasarlo bien, que de eso se trata.

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Una semana pedaleando por los Dolomitas es difícil de resumir en palabras, sobre todo si tienes una grupeta como la que logramos reunir. Sensaciones, ambiente, chistes, bromas, pedaladas… cualquier excusa y cualquier momento era bueno para echar unas risas. Desde el viernes 29 de junio que aterrizamos en Bérgamo hasta el jueves 5 de julio que retornamos al mismo aeropuerto sumamos 525 kilómetros y la friolera de 16.800 metros de desnivel. Pasta y alimentos de calidad del Hotel Tablé, nuestra base en Dolomitas, y del Hotel Sassella, la sede para afrontar Gavia, Stelvio y Mortirolo.

Unos números que se ven más claros en los vídeos y fotos que salieron de todo el viaje. Más de un millar. Y es que en Dolomitas solo hace falta enfocar. El paisaje hace el resto.

PRIMER PASO, LA MARATONA DE LOS DOLOMITAS

La primera ilusión se llama Maratona de los Dolomitas. Es el enganche que nos lleva a todos. Pedalear por una etapa que es igual a las del Giro de Italia. Y además, la mejor organizada de Europa. Con todo el tráfico cerrado, la Rai 3 en directo, fotos, vídeos, pancartas… El sueño llega el domingo, pero el sábado siempre lo utilizamos para sudar por los Dolomitas, Val Gardena y vistas de los macizos graníticos. Ideal para abrir boca y hacer hambre, porque al Hotel Tablé hay que llegar con ganas de comer para poder solventar el buffet que tienen preparado.

Y cuando llega el día y sale un solazo espectacular todo es más fácil. Manguitos, chaleco y a dar pedales. Sus 145 kilómetros y 4.300 metros de desnivel por Campolongo, los tornantis míticos del Pordoi de Fausto Coppi, el silencio del majestuoso Sella, las vistas de la cima de Val Gardena, la dureza extrema del Giau, el alivio de Falzarego/Valparola, el último esfuerzo del Muro del Gato. El paraíso de la meta de Corvara, a solo 100 metros del Hotel Table. En vídeo queda algo como esto.

 

Y DESPUÉS… LAVAREDO, MARMOLADA, STELVIO, GAVIA, MORTIROLO…

ELo mejor de acabar La Maratona de los Dolomitas es todo lo que viene después. Por que ir hasta el paraíso ciclistas para solo una marcha es demasiado poco. Tras la Maratona siempre queda la etapa maratón. El objetivo se llama Tre Cime di Lavaredo, la cumbre más bella (y dura) de los Dolomitas. Para llegar allí hay que pagar el peaje en kilómetros y puertos de Valparola y Tre Croci, y la visión del impresionante Lago de Misurina, que siempre deja a con la boca abierta.

Después llegan los tornantis y los porcentajes imposibles de Lavaredo. Del 10 al 15% continuado. Pedaladas que hacen resentirse a los músculos pero que te llevan a un destino inigualable. Luego la naturaleza decide. Niebla en las tres cimas y despejado el resto. Belleza suficiente para justificar el esfuerzo y los litros de sudor. Después queda desandar el camino. Sin prisa. Disfrutando del paisaje. Acumulando metros de desnivel y hambre. Porque no hay nada mejor que descansar cuando se llega agotado y comer cuando el cuerpo pide combustible.

Para competir con la belleza de Tre Cime di Lavaredo al día siguiente toca subir La Marmolada. Primero había que pedalear por Campolongo para descender a Araba y bajar a Sottoguda. Allí es donde las montañas se unen para dejar una estrecha garganta por la que corre el agua. El paso, idílico, se llama estrecho de Sottoguda. El Giro nunca lo ha evitado. Es más, cada vez que puede lo incluye en su recorrido. Después la recta interminable de Malga Ciapella, los tornantis con el macizo de la Marmolada vigilando, la cima del Passo di Foppa y el lago antes de llegar a Canazei.

Un viaje a la Italia ciclista no puede dejar de visitar tres nombres ilustres. No son Dolomitas, sino los Alpes italianos, justo al lado de la frontera con Suiza. El Giro los hizo famosos por las hazañas de Coppi, Bartali y más recientemente Pantani, Indurain o Alberto Contador. Gavia, Stelvio y Mortirolo. Ciclismo rosa. Para eso hay que atravesar llanuras y valles. Cambiar de albergo y aterrizar en Grosio en casa de la familia que regenta el Hotel Sassella, que ya son parte del Team Ciclored. Pasta y carne italiana en la previa.

Porque en la primera jornada hablamos de colosos. Desde Bormio el mítico Stelvio. También con sol y nieve. Y unos kilómetros por la otra vertiente para disfrutar de la impresionante obra de ingeniería de sus tornantis y la belleza de los glaciares.

Y para competir el mismo día toca el Gavia por la cara de Bormio, la mejor asfaltada de ambas. Ascensión progresiva que se encabrita cuando queda una docena de kilómetros para la cima. Entonces se convierte en una carretera estrecha y rota, repleta de curvas. Antigua. Vieja. Mítica. Y que si además empieza a diluviar se vuelve épica. Pedalear por donde tantas veces vimos en la televisión. Sensaciones que solo unos friquis como nosotros podemos paladear. Porque en la cima recibes la recompensa del trabajo bien hecho, el calor del capuccino del refugio y la tranquilidad de las furgonetas de apoyo para abrigarte y descender en ellas sin peligros. El trabajo ya estaba hecho en la cima.

Para el postre siempre queda el Mortirolo. Su nombre da miedo, pero no es tan feroz. Un mito menos. Duro, sí. Imposible, no. Sólo hay que afrontarlo con tranquilidad. Sin prisas. Hay que domarlo a ritmo suave porque conforme van pasando los kilómetros disminuye el desnivel. Incluso en la cima se puede acelerar para llegar con fuerza. El otro mito que se rompe es el del puerto feo y sin vistas. Solo hay que levantar la cabeza hacía el valle de la Valtellina para disfrutarlo.

Para acabar un plato de pasta, un expresso y un gelato. Que los sabores de nuestra Italia ciclista solo los podemos disfrutar cuando estamos en territorio transalpino. Eso sí, cada vez volvemos antes. Dentro de nada al Giro de Lombardía 2018… y para 2019 Strade Bianche, Nove Colli, Maratona de los Dolomitas…. Y es que es fácil amar un país que vive el ciclismo con esta pasión.

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