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Campus Piritour 2019. Una ventana a la felicidad

La alta montaña tiene su propia ley para el ciclista. Si la desafías sueles salir escaldado. Hay que tenerle respeto. No solo por la dureza propia de sus desniveles (Tourmalet/Portet) sino por la meteorología, que a más de dos mil metros de altitud es caprichosa. En este Campus Piritour 2019 nos aliamos con los elementos para pasar cuatro días de ciclismo y felicidad. Porque, otra cosa no, pero no hay nada que guste más a un cicloturista que subir puertos míticos y hacerlo con buen tiempo.

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Pero claro. A todo eso le podemos unir muchos extras. Si lo haces junto a Joseba Beloki y un grupo de 20 ciclistas más la cosa suma. Si además tienes un médico como Javier Barrio para explicarte cómo funciona el corazón del ciclista, pues mejor. Si llevas una furgo con avituallamiento Etixx y un mecánico de Giant como Asurmendi, pues no te vas a quejar. Y si ya el Hotel tiene un menú de cena de tres platos más postre, pues la cosa se pone mucho mejor. Pero al final todo se resume en el buen rollo de los cuatro días de Piritour.

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Por eso, el jueves nada más llegar había que deshacer las maletas y montarse a la bicicleta. En Somport había nevado la tarde anterior y en Saint Lary, la sede del Campus Piritour 2019, lucía un solazo que invitaba a rodar. Así que, dependiendo de horarios, dos rutas diferentes. Por un lado una de las zonas ‘b’ de Pirineos. Con rampas desconocidas y nada de tráfico. Lugares por donde no suele pasar el Tour. Por el otro, Pla de Adet, puerto mítico del Tour y justo en la puerta del Hotel Pons. Casi imposible negarse a dar pedales por allí a pocos rayos de sol.
Todo previo a la primera cena en el Hotel Pons y las charlas iniciales. Se trataba de empezar a conocerse. Un grupo tan heterogéneo en procedencia que nos traía a ciclistas de Sevilla a Galicia o Mallorca, pasando por Madrid, La Rioja, Pais Vasco, Alicante, Valencia, La Mancha o Barcelona.


VIERNES. CAP DE LONG Y COL DU PORTET

El viernes estaba prevista la primera etapa. Cap de Long y Col de Portet. Dos puertacos de más de 2.000 metros de altitud. A primera hora caían chuzos de punta y había un viento huracanado. Así que cambio de planes. Desayuno y a la sala de conferencias para escuchar a Javier Barrio, el doctor del Alavés. Como experto en el corazón y en deporte nos explicó como funciona el ‘motor’ de un ciclista y los problemas que se pueden detectar con el sistema de análisis Nuubo. Pero no solo eso. Consejos de nutricion, de entrenamiento y pruebas y análisis prácticos. Entre pregunta y pregunta le dio tiempo a sol a ganar la batalla a la lluvia y a las 11.30 lucía un día espléndido de bici.

Así que rumbo a la frontera para ascender a Cap de Long. Uno de esos puertos a los que nunca llega el Tour porque son parque natural, pero que no desentonaría en la Grande Bouclé, ni por su distancia, 22 kilómetros desde Saint Lary a la cima, ni por su desnivel (los últimos 12 kilómetros al 8% de media) ni, por supuesto, por su belleza visual. Y es que hay que ponerse en situación. Después de ocho kilómetros para entrar en calor hasta Fabian giramos a la derecha. Carretera estrecha, antigua y botosa. Con desniveles y curvas enlazadas. Y tiempo para ‘jugar a ciclistas’ cada uno a su ritmo, sin tráfico, casi olvidados del resto del mundo.

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Después del bosque los últimos cinco kilómetros te dejan ver la nieve y las rocas de los Pirineos. Al fondo el Lago artificial de Cap de Long creado por la presa y el circo de Troumousse. En línea recta poco más de cinco kilómetros, por carretera… Aspin, Tourmalet y la subido a Troumousse, casi nada. En la cima el tiempo justo para hacernos una foto espectacular, de esas que parecen de postal. Un bocado y para abajo, que la lluvia nos había respetado, pero a más de 2.000 metros no sobrepasábamos los 10 grados.

Avituallamiento en el Hotel Pons y rumbo a Portet. Abajo ha vuelto el verano. Sol y las rampas iniciales de Pla de Adet. El 10% constante durante cinco kilómetro hace que se te olvide cualquier sensación de frío. No es para menos. En Espiaube cambia el asunto. Giro a la derecha para afrontar los últimos ocho kilómetros que el Tour de Francia estreno en 2018. Portet es brutal. No solo porque la carretera, sin arreglar después de un duro invierno, empieza a estar descarnada, sino porque el cansancio adquirido en el inicio del puerto se multiplica en esta parte final, con kilómetros completos por encima del 9%.

La temperatura baja tanto después del túnel de Portet que hay que apretar para entrar en calor. El kilómetro final, con rampas del 14% hace el resto. Subidón para llegar a la cima en la más absoluta soledad. Allí no hay nadie. Solo algunas vacas, el telesilla y el recuerdo del Tour de Francia. También unas vistas espectaculares de toda la parte central del Pirineo. Desde el Midi (donde acaba el Tourmalet) hasta el aeródromo de Peyragudes. Cinco grados en la cima. Retorno al invierno. A vestirse hasta las orejas y rumbo al Hotel Pons para, si, cenar a cuerpo de rey que los 82 kilómetros y 2750 metros de desnivel habían dado hambre.


SÁBADO. ASPIN, TOURMALET Y HOURQUETTE DE ANCIZAN

Si hay algo que el Piritour tiene como referencia es el Tourmalet. El Rey de los Pirineos por historia y dureza. La idea de Joseba Beloki siempre ha sido mezclar el mito con el cicloturismo, así que en este cuarto Piritour retornábamos, pero esta vez solo por la cara sur y por un camino diferente. La etapa del sábado, ya con un tiempo espectacular, de sol y solo manguitos y chaleco en las cimas, nos encaminaba al Tourmalet vía el Aspin. Pocos encadenados tienen tanto olor a Tour de Francia.

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Así que manos a la obra. Desayuno,  10 kilómetros llanos para entrar en calor y al Col de Aspin. No hemos sido los únicos que hemos acertado con el fin de semana. El puerto es un reguero de ciclistas que están estrenando la temporada de verano. La mayoría franceses, a los que da tiempo a saludar con un alé alé, y también muchos españoles. Grupetas de un montón de sitios para compartir horas y charleta. Porque el Aspin hay que tomárselo así, con tranquilidad. Los esfuerzos del día anterior y los que vienen por delante aconsejan disfrutar el puerto. Es de lo más pedaleables, sin rampas por encima del 10% y con unas vistas espectaculares. Las fotos no engañan.

Descenso y avituallamiento en Saint Marie Campan, en la fuente mítica a pie del Tourmalet. Aquí es obligatorio coger agua. Historia pura. Y si ya lo combinas con geles y barritas de Etixx, algún sandwich de mermelada y nutella y algo salado, pues como que la energía fluye. El inicio del Tourmalet hasta Gripp ayuda y más el viento a favor, que hacen que se nos olvide que es uno de los puertos más duros del mundo. No por sus grandes desniveles, sino porque en sus últimos 12 kilómetros los desniveles medios jamás bajan del 8,5%. Esto supone que hay regular al máximo para no ‘pecar’ de optimismo y acabar doblando la rodilla.

Esa es la magia del Tourmalet. Quien se atreve a desafiarlo y comenzar demasiado rápido lo acaba acusando. Un pajarón en Tourmalet supone arrastrarse después de La Mongie. Pero tenemos a lección bien aprendida. Beloki lo repitió tantas veces en la cena anterior que nadie pasa de su umbral. Además, así se disfruta más el puerto, que en la parte final tiene unas vistas espectaculares. En la cima hay tiempo para apretar los últimos 500 metros si hay fuerzas  y fotografiarse con el monumento al ciclista, que retornó allí una semana antes.  Y pasar por la tienda, recoger algún diploma, sentir el Tourmalet. El día es propicio. Sin demasiado frío arriba y con la comida del avituallamiento. Da casi pereza bajar.

Pero todavía quedan deberes por hacer. El retorno es por otro puerto Tour, la Hourquette de Ancizan, que en 2019 será decisivo el día que la etapa acaba en Bagneres de Bigorre. Nosotros lo subimos desde el Lac de Payolle, con sus vistas espectaculares. Los primeros cuatro kilómetros hacen daño. Rampas del 10% que nos obligan a dar lo mejor de nosotros mismos. Carretera estrecha, pero bien asfaltada. La granja y el giro a la izquierda marcan la zona más suave. Ligera bajada y solo tres kilómetros para la cima. Desde allí solo queda descender y llegar al Hotel Pons con 105 kilómetros en las piernas y 3.000 metros de desnivel. Casi nada el etapón. Cena, charla y sorteo de productos de Giant.

DOMINGO. PEYRAGUDES/PEYRESOURDE Y VAL LOURON

El sol ya se había empeñado en seguir con nosotros y para el domingo teníamos preparada una etapa Tour. Corta, solo 68 kilómetros, pero con más de 1700 metros de desnivel acumulado y dos puertos que han hecho historia Peyresourde y su anexo de Peyragudes y Val Louron. Lo primero era llanear hasta Arreau para girar a la derecha rumbo a Borderes Louron por la recién asfaltada carretera de Peyresourde. Es un puerto largo, de casi 20 kilómetros, pero que en su inicio es muy asequible, con llanitos y descansillos que dejan tiempo para charlar y recordar las cosas que han pasado por allí en la carrera francesa.

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Al paso por Loundeville comienza la zona más dura, con rampas del 8% y a falta de tres para coronar toca girar a la derecha para llegar a Peyragudes, el anexo que visitó el Tour en dos ocasiones y que siempre trajo polémica. Y es que el rampón de 400 metros al 16% del Aeródromo dan para jugar a ciclistas e intentar esprintar cuando es casi imposible. Carretera amplísima y un desnivel exagerado. Así Froome soltó a un Wiggins líder el día que Valverde ganó la etapa y años después fue Landa el que dejó atrás a su compañero Froome cuando se adjudicó el triunfo Bardet. A nosotros, además del calentón, nos permite ver todo el valle desde una posición privilegiada.

Y de ahí a la cima de Peyresourde, donde la casualidad nos vuelve a juntar con Mikel Bizkarra. Otra vez en un Campus, la anterior ocasión fue en el Campus Ciclored Joseba Beloki en la cima de Benimaurell. Esta vez también en las cumbres y con el ciclista del Murias preparando la Route de Occitane (antiguo Midi Libre). No era el único, porque al acabar la ruta también charlamos con Jorge Arcas (Movistar) que esta inspeccionando las mismas etapas. Unos minutos de charleta y cada uno a su destino. El nuestro Val Louron, el lugar donde Miguel Indurain se vistió por primera vez de amarillo. Ahí es nada. Con sus cuatro kilómetros iniciales al 10% que hacen daño y que nos recuerda los esfuerzos que ya llevamos en las piernas. La cima es la última del Piritour. Ya solo queda descender a Saint Lary para el ultimo avituallamiento Made in Asurmendi. Bocatas de jamón, sandwichs de mermelada, bocatas de queso, frutos secos… recovery de esos que dejan buen sabor de boca. El mismo que nos ha quedado después de este Piritour 2019. Ya… pensamos en el de 2020. 

 

 

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