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Crónica La Purito 2017. Un paraíso para nosotros, que somos ‘globeros’ UCI Pro Tour

Si algo pretendía Joaquím Rodríguez y su gente cuando empezó a organizar la marcha hace tres años es que el cicloturista se sintiera como un profesional.  Ya tenían el recorrido era el de una etapa de La Vuelta, una organización perfecta con todas las necesidades cubiertas y en este 2017 han conseguido un punto más. Y es que en la crónica La Purito 2017 podemos decir que saludamos en Beixalis a Markel Irizar, Simon Clarke y Carlos Verona, compartimos kilómetros de conversación en Ordino con Jesús Hernández, sufrimos el ritmo de Jose Antonio Hermida en La Rabassa, bromeamos con Purito, Pereiro y Beloki en La Gallina y La Comella y pudimos darnos el gustazo de apretar, sudar y medir las fuerzas en el cronometrado de Cortals de Encamp. ¿Qué más puede pedir un globero ‘UCI Pro Tour’ como el que escribe?

Clasificaciones La Purito 2017 >

Y sí. La Purito 2017 lo tuvo todo. Porque además durante dos días compartimos rodadas por La Peguera, La Comella y Engolasters con Ekaitz y Paula, horas de conversación y aprendizaje con Sergio Palomar y la oportunidad de saludar a muchos de los amigos de Ciclored. De Gerardito el Chico a Iñaki Lopetegui, Ane Bizimartxak, Aitor Kintana, Ángel Edo, los hermanos Cuevas, Dani Reyes, Toni Moreno, José Andres Ramírez, Fugitive Sevilla, Conchi, Ximo, Eduard, Toni, Carmen… Vamos, que no tuvimos un segundo de ‘descanso’.

Con Ekaitz y Paula. Otros locos de La Purito.

La Purito 2017 fue tan completa que empezó el sábado con un espectáculo de magia y humor del mago Josue con Jalabert, Pereiro  y Hermida como protagonistas. Sello de calidad del propio Joaquím y que le da a la marcha el carácter familiar que él mismo tiene. Bromas y risas antes del briefing en el que siempre toma la palabra Purito y en el que lleva tres años seguidos advirtiéndonos de la dureza de la marcha de 140 kilómetros y lamentándose del día en que se le ocurrió trasladar la idea del recorrido a Javier Guillén para que hiciese una etapa de La Vuelta.

No acabó ahí la broma. A las 04.30 de la mañana, con los 2.000 participantes bien cenados y dormidos sonó el despertador de la naturaleza. Granizada de las de época para meter el miedo en el cuerpo. Media vuelta en la cama y a seguir durmiendo hasta las 06.30, cuando empezó a diluviar. Desayuno con un ojo puesto en la ventana y otro en el plato de cereales. A las 07.30 había escampado, Ángel Edo estaba montando la línea de salida y estaba todo organizado para dar la salida con 20º, alivio para los que se quejaban de los 40º grados del día anterior…

Con Sergio Palomar siempre se aprenden cosas.

Del invierno al verano

A las 08.00, hora de la salida, ya casi sobraban los manguitos y diez minutos después, con calentón incluido para coger la cabeza de carrera en Andorra, hasta el maillot. Agua y charcos todavía en la carretera… pero con el culito seco gracias al gran invento de Sencillo Bikes. Todo perfecto para comenzar la ronda de charlas con colegas (mientras que el ritmo de acercamiento a Beixalis y algún ataque nos dejaron).

Rotonda de Encamp a la izquierda, curva donde se cayó Froome en La Vuelta, inicio de Beixalis, arranca el amigo Eriz como una moto, rampa del 18%… y se acabó la conversación durante dos kilómetros. Lo justo para superar los primeros desniveles inhumanos que sientan como un bocado en las piernas, recuperar el resuello, meter el 34×28 y mirar al cielo cuando truena dos veces. La nube está en la izquierda. A nosotros nos dejará tranquilos, pero se ceba con los de la intermedia (concepto relativo si hablamos de una marcha con 80 kilómetros y 3.500 metros de desnivel…) a los que les regala una ducha gratis en La Rabassa.

Beixalis vale para quedarnos de rueda de Verona (Orica), Clarke (Cannondale) y Markel Irizar (Trek), recibir los gritos de ánimo de Carmen  y Eduard (cómo mola conocer buena gente en todos los sitios) … y aguantar por los pelos y con mucho sufrimiento la de Jesús Hernández (Trek), que ha salido tranquilo y nos pilla ya en el ‘falso llano’ del 7% del final. Suficiente para engancharle, coronar e iniciar conversación. Bajada con agua y con extremo cuidado en cada curva. Y al llegar a abajo… sorpresa. Purito nos ha quitado los únicos cinco kilómetros llanos de toda la marcha, los que enganchaban Ordino por La Massana. Ahora sí que es una marcha pura de escaladores (noten la ironía de las palabras…).

Jesús Hernández no dejó de hablar de Beixalis a Ordino… y no me contó lo de Alberto…

Lo bueno de Ordino es que no tiene rampas extremas y se presta a la conversación. La víctima este año es Jesús Hernández (en 2016 fue Beloki). Diez kilómetros tiene que estar el pobre escuchando nuestras anécdotas de globero. Menos mal que responde con clases de aprendizaje ciclista de ese de tomar nota mental. Y, casualidades de la vida, un día antes de que su amigo Contador anunciase la retirada después de La Vuelta (ojo que nos podía haber dado la exclusiva…). Despedida hasta La Vuelta… en la que nos volveremos a encontrar con él en La Pandera y Sierra Nevada.

Avituallamiento en la cima de Ordino (sandwichs de nocilla…), que la lengua también se cansa y hace falta recuperarla y hacia Canilló en el descenso más bonito de toda la marcha. Ya casi sin agua en la carretera y con las vistas de las montañas de Encamp. El temor a la lluvia desaparece a mitad de La Rabassa, donde aparece Hermida con su flamante Mérida Reacto con frenos de disco. No hace falta ni saludarle para iniciar conversación a un ritmo endiablado. Casi que cuesta responderle algunas veces cuando la velocidad pasa de 20 por hora y las rampas están al 6%. Eso sí, con 10 minutos es fácil darse cuenta como ha encajado tan bien con Purito y tiene hasta chascarillos para vacilarle: «Este se inventó el recorrido de la Marcha cuando pesaba 53 kilos con bici y todo… ahora que se fastidie y sufra». Lo malo es que sufrimos todos…

Cima de La Rabassa, avituallamiento (Nocilla una vez más) y Sam Bennet (Lotto Jumbo) que pasa como un tiro con alguno intentando seguir su rueda. En el descenso cambio de grupetta. Esta vez con el líder. Purito capitanea el trío con Beloki y Pereiro como subalternos. No está nada mal para subir La Gallina a ritmo de broma cada 100 metros. Vamos, que casi hay que pedir la vez para hablar. La Gallina no llega a pollito con esta compañía. Casi duele más el abdominal de reir que las piernas de enfrentarse a rampas del 14%. Cosas de La Purito.

Más nocilla en la cima (esta vez con frutos secos) y a curvear en el descenso de La Gallina. Eso sí, se agradece que la carretera esté seca y más aún que la organización ponga el servicio mecánico justo al llegar al cruce. Un chorrito de aceite para la cadena, que chirriaba más que un centenar de grillos después de la carretera de primera hora.  En el cruce aparece Markel Irizar… y la depresión al pensar que ya había acabado la etapa y subido y bajado La Comella y  Cortals.

Hay que sonreir a La Gallina con Beloki y Purito.

Camino de La Comella empieza a sobrar casi todo. Del diluvio a pleno verano en unas horas. Pese a que la subida es corta, 4,9 kilómetros, da tiempo a formar al grupetta ULB con ciclistas de Almansa y Crevillente. Todos vestidos por el buen hacer de Rafi, Víctor y Gerardo. Ueleberos por el mundo. En el avituallamiento toca cambiar el tercio a sandia y naranjas (bueno, un poquito de nocilla también), charlar con Antoni sobre la pasada Maratona y a ponerse ‘serios’. El reto del día era Cortals.

La Purito cronometra las subidas de La Gallina y Cortals (la última ascensión). No existe el tiempo total. Sólo hay clasificaciones de ambas subidas, por lo que en el resto de la marcha te puedes olvidar del chip y guardar fuerzas. Aunque realmente con la dureza que tiene es casi obligatorio reservar energías para la subida final. Y es que al inicio llegas con 130 kilómetros en las piernas y 4.300 metros de desnivel. En otras ya habrías acabado hace tiempo, pero en la Purito te queda la pelea por la butifarra (el premio gastronómico de la cima).

La sonrisa no hace justicia a la dureza de Cortals. Es que Ane Bizimartxak es tan buena que siempre me saca sonriendo.

Y como a esa hora ya había hambre toca saltarse el avituallamiento de Encamp e intentar subir a tope Cortals. Para el que no lo conozca es un puerto de 10 kilómetros y con muy mala fama, porque casi todos los que lo han subido ha sido durante La Purito. El 10% juega contigo durante los primeros cinco kilómetros. Te hace sudar la gota gorda ahora que había vuelto el verano y deja reluciente el último piñón. Después la teoría dice que el desnivel empieza a bajar, pero sientes que es al revés, que empieza a subir. Cuando los carteles anuncian un 7,8% de media te das cuenta de que los topógrafos también comenten errores porque ahí debe haber mucho más…

Lo bueno es que con el cartel de dos kilómetros finales se ve la meta y el humo de la parrilla de las butifarras. Un aliciente único para bajar un piñón (porque medio no se puede) y apretar el ritmo de tortuga coja al de tortuga con prótesis para que el speaker cante tu nombre en meta, que es casi como si oyeras a San Pedro llamándote a las puertas del paraíso.

Arriba el Garmin me dice que necesito 60 horas para recuperar La Purito, así que con butifarra y cerveza en mano toca ronda de fotos. Purito (que ya lleva algo así con 2.500…), Beloki, Pereiro… y todas con Gerardito el Chico para hacernos más pequeños. Spa de montaña con puffs y césped artificial cortesía de GrandValira para una conversación de una hora con Sergio Palomar (el tío es capaz de diferencia cada bici o componente de la gente que entraba en la línea de meta)  y otra de siesta al sol del Pirineo. Descenso en el Funicamp para no dar más pedales y retorno al Hotel en bici, menos mal que todo cuesta abajo, para seguir hablando de ciclismo con Ekaitz y Paula y volver a reservar plaza para La Purito 2018 (a ver que se inventa el bueno de Joaquim y su equipo para superar la edición de este año).

 

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