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Crónica La Marmotte 2017. Las caras de Alpe d´Huez

La Marmotte tiene el nombre propio de Alpe d´Huez. Superar sus 21 curvas supone alcanzar el sueño de acabar una de las etapas más míticas de la historia del ciclismo. Sin embargo, como todo en la vida, al mito no solo se llega por un camino, sino que tiene varias caras B, algunas, incluso más duras y bellas que las originales. Por eso, la crónica de La Marmotte 2017 no sólo abarca el día D y la Hora H, sino una semana previa de placer ciclista.

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Porque desde hace dos temporadas la Marmotte para algunos de nuestros amigos comienza una semana antes con La Vaujany y todo el recorrido Pre Marmotte. Una semana para conocer los Alpes y las caras B de los puertos de la marcha que organiza SportCommunication. Tiempo para disfrutar del ciclismo con un grupo especial, que empezaron como desconocidos y acabaron como una grupetta cohesionada y solidaria, y no solo al aroma de las cervezas al acabar cada etapa.

Y es que el cicloturismo, aún en la versión deportiva que casi todos practicamos, básicamente es eso. Superar retos parecidos a los que vemos en el Tour de Francia pero con el punto de compañerismo y buen rollo que te permiten ir cantando el ‘Hola don Pepito’ hasta subiendo el Galibier.

PRE MARMOTTE, VAUJANY, LA MADELEINE, SOL… Y UN DÍA DE AGUA

Como no había tiempo que perder, al llegar a Oz, nuestro campo base en la Vaujany, nos fuimos a rodar a Alpe d´Huez. Paula llegaba con el tiempo justo. Viaje express. Y la cita con las 21 curvas más famosas del mundo era obligatoria… y el descenso por la cara b del Paso de la Confesión… también. El resto comenzó a pedalear en la escalada a Vaujany, un ‘repechito’ que iba a ser el final de la cicloturista que lleva su nombre y que ya se subió en la pasada Dauphine. Hora de sudar para Antonio, Jesús, Marisa, Juan, Carlos y Alberto. Y después a cenar, descansar y soñar con la primera ciclo.

 

 

Lo primero que nos dimos cuenta es que en La Vaujany nos iban a conocer. Conexión en directo desde la salida con canción incluida y un montón de cicloturistas observando lo bien que nos lo podíamos pasar.  Eso sí, callados. Fue la tónica de todo el día. Ni en el llano, ni en la subida de Alpe du Gran Serre, ni en el avituallamiento del Col de Ornon. Nada. Sólo se oían las conversaciones de nuestra grupetta. Incluso en el castigo de Vaujany, con dos kilómetros al 12% y un regalo de 500 metros finales al 11%. Diploma, pasta party, fotos, más fotos, felicitaciones y retorno al hotel, que teníamos una cita con el rey.

 El lunes, ya sin Paula, que había vuelto a Barcelona, tocaba la larga ascensión a Galibier desde Bourg d’Osians. Más de 40 kilómetros entre cascadas con doble sentido y los glaciares de La Meije. Dos regalos, la amistad con el brasileño Watson y el avión de combate que sobrevoló nuestras cabezas cuando quedaban solo tres kilómetros para coronar al rey de los Alpes.  Frío en la cima y avituallamiento idílico en Valloire para probar la mano cocinera de Roberto y las bondades de los productos de Verofit que nos había facilitado Óscar.

Telegraphe, llaneo y al valle de La Maurienne para buscar nuevos puertos. La etapa del martes era una de las grandes ‘tapadas’. Primero La Madeleine, uno de esos puertos que castigan al que se queda sin fuerzas. Constante y casi siempre por encima del 8%. La cima nos regala la visión nublosa del Mont Blanc y el descenso el giro hacia Chaussy, uno de los grandes desconocidos de Alpes. Rampas imposibles y descansillos. Pero con una cima ideal para dar buena cuenta del avituallamiento. Después solo quedaba empalmar Lacets en Montvernier a todo trapo y librarnos por segundos de la lluvia.

Para el día siguiente llegaban refuerzos. Lorenzo, que ya nos había visitado en La Maratona, y Joaquín, uno de los encargados de Trek con su impecable Madone. El buen tiempo empezaba a jugar con nosotros así que tocó modificar la etapa para esquivar el agua. Primero la ascensión a Mollard por Villargondran, con un tramo de curvas similares a Alpe d’Huez. En la cima la obligación de mirar a un lado y otro del valle para fotografíar montañas, paisajes, nieve… desde allí se ve casi todo.  También los nubarrones de la Croix de Fer. Por eso bajamos hacia Saint Jean de Maurienne para ascender La Toussuire, otra de las cimas Tour, y volver al hotel antes de que comenzase a llover.

Y el jueves se hizo realidad el refrán. Tanto va el cántaro a la fuente… que nos acabamos mojando. Eso sí, solo un poquito. Había que afrontar la larga ascensión de la Croix de Fer. La de toda la vida. La mítica del Tour. Más de 30 kilómetros desde de Saint Jean. Por los túneles, por el puente, por los 6 kilómetros finales que miran al cielo entre curvas y carreteras con olor a ciclismo antiguo. La lluvia nos dejó ascender, pero no bajar. Tormenta y viento frío nos son los mejores amigos para descender los 30 kilómetros de Glandon, así que cervezas en el bar de la cima de la Croix de Fer… y en furgoneta hacia Oz.

Al día siguiente, y con el que escribe ya en Dolomitas, Óscar tomó el mando camino de Alpe d´Huez… por otra de las caras B. Adiós a los nubarrones y hola al buen tiempo. Bourg d’Osians, Mizoen y La Sarenne. Una de las ascensiones más bellas y duras que se pueden hacer. Carreteras vacías de tráfico y con historia ciclista reciente. La del descenso en el Tour de 2013 y la del ascenso de la pasada Dauphine.  Corto descenso a Alpe d´Huez para descansar y esperar al gran grupo que llegaba el viernes.

LA MARMOTTE 2017

La gran cita de La Marmotte en esta edición era en domingo, así que el proceso de aclimatación del grupo que llegaba para hacer la marcha comenzó el viernes. Primero acomodarse en la cima de Alpe d´Huez en los apartamentos Pierre Vacances o en el Hotel Les Grandes Rousses, los elegidos para esta ocasión. Y después a escuchar los consejos de Óscar sobre la marcha más famosa de Europa. Meteorología, esfuerzos, avituallamientos, cómo afrontar la marcha, trucos…. y a dormir.

El sábado tocaba probar las piernas y sudar, que siempre vienen bien antes de un gran evento. El recorrido elegido era suave, camino de La Sarenne. Poco más de 10 kilómetros con falsos llanos y unos paisajes espectaculares en la cima. Los de la Pre Marmotte ya lo conocían… al resto le tocó disfrutar con tranquilidad de la cara B de Alpe d´Huez. Era el día de recoger dorsales, pasearse por la feria Marmotte y dejar la mochila con ropa a Roberto, que estaba encargado de hacer de ángel de la guarda en la cima de Galibier. Al día siguiente anunciaba agua y frío a 2.700 metros… y allí una mochila ayuda es de vital utilidad.

Y La Marmotte amaneció… despejada. Frío habitual en el descenso hacía Le Bourg d Osians para la salida. Y en cuanto dieron el pistoletazo a entrar en calor. Llaneo hasta el lago de Allemont y desde allí Glandon. Sin el nombre de sus compañeros de terna pero cruel con efecto retardado si excedes tu capacidad aeróbica.  Descenso rápido y peligroso hasta La Chambre y a ‘llanear’ remontando el valle de Maurienne hacia Saint Michel. Allí espera el Telegraphe, el prólogo de un Galibier excelso como siempre, pero sin el castigo de la lluvia de años anteriores.

En la cima Roberto con vocación de auxiliar en ruta. Ropa y comida en la furgoneta para quien lo necesite. Que el descenso hasta Bourg d’ Osians es eterno y en Galibier se ve todavía la nieve caída en los días anteriores. Queda el sueño. Queda Alpe d´Huez. 21 curvas de historia del ciclismo que una cincuentena de nuestros ciclistas afrontaron con la ilusión de dejar su impronta en la cima. Sufrimiento, medalla y pasta party. Galardón alpino con olor eterno a Tour de Francia.

 

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