Lo conocía como el Carrizal de Tejeda, pero lo llaman también La Hoya de la Vieja o de forma más coloquial el Valle de las Lágrimas. Le falta la denominación ‘oficial’ que se da cuando pasa por allí La Vuelta a España. Le sucedió al Angliru a principios de este siglo. Son 22 kilómetros de subida con un tramo final de 8 kilómetros al 11% de media, con muchas rampas del 22% y carretera botosa. Fue el puerto clave de La Titánica de Gran Canaria 2021 que sufrimos junto a Pedro Delgado. Y si un ganador de Tour dice que es un puerto que merece un hueco en La Vuelta… es por algo.
Había que empezar la crónica del Desafío La Titánica 2021 con Pedro Delgado por eso del SEO. Ya saben, las palabras clave con las que el algoritmo de Google hace que te lean más, pero la grupeta del Team Ciclored en Gran Canaria eran Goyo, Ziort, Rober y Sergi, nuestro canario inigualable. ¿Más que Perico? Pues sí, y os voy a explicar por qué.
La Titánica de Gran Canaria había puesto de menú 136 kilómetros y 3.500 metros de desnivel. Un etapón a la altura de Maratona de los Dolomitas o Marmotte Alpes, que se afrontan a finales de junio, pero con la forma del mes de marzo. Organizado por DG Eventos, que para 2021 la había separado de la Gran Canaria Bike Week de diciembre, el formato era sencillo. Un tramo neutralizado desde la salida hasta el kilómetro 20 y luego tres tramos libres, sin tráfico y cronometrados en las 3 subidas, con las bajadas sin chip ni cronometraje. Una forma segura de competir al máximo y sin peligro. Y que además organizaron con un 11 sobre diez.
Pero a lo que iba. Para una etapa así, aún yendo tranquilo, el ciclista medio busca el máximo desarrollo posible. Vamos, que el 34×32 que nos puso Ricardo Ley en las Wilier de Wilier Gran Canaria nos vino de maravilla. Incluso todos dimos varias veces a la maneta derecha en busca de más dientes en las imposibles rampas del 20% del Carrizal de Tejeda. Pues bien, nuestro Sergi se planteó hacer todo a plato grande (50×32). Para conseguirlo y no molestar a la organización se marcó su propio horario. Salió a las 06.00 de la mañana (al límite del toque de queda) y a su ritmo tranquilo.
En el kilómetro 70 le adelanté en una de las rampas duras, y seguía con el plato grande. 15 kilómetros y una hora después, en la cima de Ayacata me dio tiempo a parar, tomar unos helaos con Perico Delgado y todavía no había llegado. Tampoco el avituallamiento de Tunte, ni cuando pasamos más de media hora comiendo en la playa de Anfi, donde estaba la meta. Eso sí, cuando le llamé al teléfono para saber por donde iba estaba ‘repostando’ en el un de Arguineguín. Con su Titánica a plato. A algunos nos da por todo lo rápido que podemos (si se puede, claro) cuando la carretera se empina y a otros por marcarse los retos a plato y despacio. Lo completó, claro.
EL TEIDE, EL PICCOLO STELVIO, LAS DUNAS
El Desafío La Titánica fue el eje central de un viaje que comenzó cinco días antes con el vuelo a Tenerife para subir el Teide. La razón, había salvoconducto de la Federación para viajar con la participación en La Titánica (prueba UCI) y tocaba revisar las ruta de La Vuelta al Teide de mayo (para la que también habrá permiso para viajar). Lo voy a resumir en pocas líneas, por paisaje, dureza, desniveles y como reto… lo debe hacer un cicloturista al menos una vez en la vida.
Vuelo entre islas hacia Gran Canaria. Otra experiencia para los que les gustan los mapas. Ventanilla y a disfrutar viendo la subida al Teide por casi todas las vertientes, el Roque de los Muchachos de La Palma a lo lejos, el Pico de las Nieves al llegar a Gran Canaria… Aterrizar, recoger las Wilier en la tienda de Maspalomas y a rodar con 20 grados al lado del mar.
Para el día siguiente una cita ineludible cada vez que piso Gran Canaria. La subida al Piccolo Stelvio (se llama la Cruz de San Antonio si lo buscais en mapas) desde Mogan. 70 kilómetros y 1.500 de desnivel por carreteras que ese día estaban prácticamente vacías por los cortes provocados los desprendimientos en la cima. Un valle completamente verde, 20 grados y un grupo de amigos para rodar en bici. Felicidad absoluta.
Y antes de la Titánica, pues una etapa light. A soltar piernas hacia las Dunas de Maspalomas. Zona de playa para ir cogiendo los cortes de moreno ciclista que siempre dan ‘prestigio’ y envidia en la grupeta cuando vuelves a la península.
LA TITÁNICA, CON PERICO, CLARO
Ahora sí, voy con el Desafío La Titánica 2021. Antes historia del abuelo cebolleta. Esto de la Titánica surgió en una comida con Ángel Bara, el organizador histórico de La Cicloturista, que quería hacer algo que darle más interés a su semana de cicloturismo. Yo le sugerí un reto duro, pese a ser diciembre, para complementar con la cronoescalada al Pico de las Nieves. Y así surgió la marcha. Para la primera edición, allá por 2015, estaba incluido el Carrizal de Tejeda en el recorrido, por ‘suerte’ hubo unos desprendimientos y se desvió hacia Acusa, Artenara, Pinos de Galdar y Tejeda. Con la tontería salió un ‘puertecito’ de 45 kilómetros, pero sin las rampas extremas del Carrizal.
Así que para este 2021 le tenía ganas a esa pared de la isla que me quedaba por subir y por la que había mandado a Luis Angel Maté este invierno (otra historieta que ya contaré).
La Titánica 2021 arrancaba en la playa de Anfi (al lado de Arguineguín) con 300 cicloturistas. Mascarilla hasta los primeros 500 metros y después 20 kilómetros iniciales en los que daba tiempo a charlar, a reencontrarse con Joaquín Calderón y Rubén Mancebo, con los que es complicado quedar (limite regional mediante) y a explicarle a Pedro Delgado todas las historietas de nuestros viajes a Gran Canaria en diciembre.
Eso sí, tramo cronometrado de la Presa de Soria y el Barranquillo Andrés y a intentar rodar fuerte, pero siempre con el freno de mano echado. Había que guardar fuerzas. Igual que en el siguiente tramo libre en la subida al Mirador de la Aldea, ligero, pero sin pasarse.
Avituallamiento, bidones llenos, 22 grados y a por el reto del Carrizal de Tejeda. Vía libre para rodar a tope 22 kilómetros, la mayoría cuesta arriba, pero en los que cansan hasta las bajadas ¿Por qué? Por el asfalto rugoso y botoso que te obliga a mantener la concentración siempre.
Los primeros 10 kilómetros, por el cañón de las presas, son el terreno ‘asequible’. Rampas del 12% y descansillos y bajaditas para recuperar. El problema viene después de las ‘zetas’. En vez de seguir hacia Acusa como en ediciones anteriores, giro a la derecha y por delante los 10 kilómetros más bestias de Gran Canaria. De entrada una rampa del 20% para abrir boca y más de un kilómetro y medio interminable al 12% de media. Y lo peor es que te has mirado la altimetría y sabes que va a ser todo el rato así.
Los pequeños descansillos suponen un relax para las piernas, pero no para la cabeza, que sabe que todo lo que bajes… tienes que subirlo después en porcentajes exponenciales. Así que todo metido desde el inicio, filosofía y no intentar tocar la maneta derecha, porque ya no hay más que buscar. Con subirlo y disfrutar de las vistas del Teide, que el día estaba despejado, es más que suficiente.
Los números no engañan. 10,5 kilómetros al 10% de media (y eso que tiene alguna bajadita) hechos a 11 por hora en 57 minutos. Duro, duro. Eso sí, en el último kilómetro y medio hay uno casi de bajada y unos 500 metros finales que se hacen eternos cuando crees que había acabado todo.
Por eso después de pasar el puesto de control decidí que me había ganado un café en el Melo (mi lugar preferido de la isla) y que Pedro Delgado, si me escuchaba la voz que le iba a pegar cuando pasara, se iba a tomar otro. No hizo falta convencerle. Pero me cambió el menú por dos helados y el trabajo de echador de fotos con móviles ajenos. Al poco llegaron Rober y Ziort a apuntarse la ‘fiesta’ post Carrizal y pre-avituallamiento en Tunte. Porque desde allí todavía quedaban 52 kilómetros de marcha en ‘bajada’.
En Tunte nos tenían preparados bocatas, dulces y fruta. Así que en los repechos desde Maspalomas a Arguineguín nos dio por jugar a ciclistas detrás del coche de la organización y picarnos en cada subida, para tranquilizar en las bajadas. Cosas que se echan de menos cuando uno lleva mucho tiempo sin ponerse un dorsal y que vienen de maravilla para abrir boca, porque en la meta había ‘fiesta’. Dj, distancia de seguridad, medalla, mascarilla, cesped, el mar enfrente…. y pack con ensalada, arroz, pasta, bebida, plátano… y un sitio perfecto para tumbarse al sol y estirar piernas.
Y aquí acabaron nuestra rutas. Pues no. El domingo rumbo a Guayadeque para subir el barranco ‘Marie Blanque’ y juguetar con 100 metros de adoquines y vistas espectaculares. Y luego playa, que nos lo habíamos ganado. Y al día siguiente antes de volar otra etapita para despedirse del buen tiempo en Ayagaures y aprovechar la isla. El retorno, pues primero a Tenerife a principios de mayo a La Vuelta al Teide, y después a Gran Canaria (coronavirus mediante) a mediados.