Hay veces en que las condiciones para salir en bici no son las mejores. Llueve, hay niebla, hace fresco. Pero hay otras cosas alrededor que provocan que ese día que parecía que iba a ser duro y desagradable se convierta en una etapa para recordar. Pues bien, esto nos sucedió en San Marino, y no solo un día, sino dos consecutivos. La grupeta, el entorno, las ganas y sobre todo el interés y el entusiasmo que pusieron los miembros de la asociación San Marino Cycling hicieron que un grupo de alemanes, holandeses, italianos, belgas y españoles disfrutáramos de las colinas de la república más antigua del mundo.
Para huir de los tópicos. San Marino es algo más que esa selección de fútbol a la que es fácil golear o esa zona que da nombre a grandes premios de Formula 1 o Moto GP. Siempre ha estado vinculada al ciclismo y al Giro de Italia porque está rodeada por los cuatro costados por territorio italiano. Geográficamente entre la costa del Adriático (Rímini y Cesenático están solo a 15 kilómetros) y las primeras estribaciones de los Apeninos.
Su gran ventaja es que pese a ser pequeño, solo 60 kilómetros cuadradados, no tiene ni un centímetro llano porque todo está rodeando al Monte Titano, de 735 metros de altitud. Así que para llegar a San Marino debes subir sí o sí. Evidentemente, esta opción no ha escapado nunca a los organizadores de la corsa rosa, que han programado más de una decena de etapas aquí en sus más de 100 años de historia. La próxima, en 2019 y con una contrarreloj individual que se acabará convirtiendo en una cronoescalada.
Esta última fue una de las razones que nos llevaron a San Marino. Conocer la crono de la etapa 9 del Giro de Italia, que iremos a ver después de disputar la Nove Colli el próximo 19 de mayo, a solo 20 kilómetros de distancia. Las otra, conocer el nuevo modelo de turismo que están promoviendo en la República, que pasa por dar un servicio completo al ciclista que quiera conocer su territorio. Desde hoteles adaptados con bicicletas de alquiler y servicio de guías, a menús ciclistas o desarrollo de etapas por niveles con salida y llegada en San Marino.
LA MONTAÑA, LA COMIDA, LA GENTE…
La forma más rápida de llegar a San Marino es coger un avión hasta Bolonia y desde ahí por carretera hay poco más de una hora de autopista. Lo primero nada más llegar es ir hacia arriba. El Grand Hotel de San Marino (4 estrellas) , que forma parte del grupo San Marino Cycling, esta situado en el casco histórico, a casi 600 metros de altitud, o lo que es lo mismo, en la carretera más alta de la República y donde acabará la contrarreloj del Giro 2019. Unos cuantos tornantis para llegar que te abren la boca y las ganas de salir en bici. Pero con el nuevo horario de invierno aquí anochece casi una hora antes que en España (está más al este con el mismo uso horario) así que no hay tiempo de pedalear.
Sí para llevarnos el primer regalo, dos tortas de chocolate, el dulce típico de San Marino, y poner nuestras medidas a la Fondriest F30 tienen preparadas para nosotros. No hace falta más. Lo mejor es que están todas en un parking cerrado en el hotel, con sitio para colgar la bici, poner el candado, vestirte, coger agua o algo de fruta. Vamos, que el primer paso ya lo han dado y han convertido el Gran Hotel San Marino en un bike hotel. También hay tiempo para conocer a Saulo y Narciso, los que serán nuestros guías, y sobre todo a pasear por las tres torres y el interior del casco histórico de la ciudad. Inevitablemente las murallas, las calles estrechas en cuesta, las vistas y el olor medieval recuerdan a Toledo. También el tipo de turismo, que siempre han tenido, idéntico al de la Ciudad Imperial, y en el que ahora quieren introducir la bici y a los ciclistas.
El siguiente destino es de tradición típica italiana. Aperitivo en el Restaurante La Terraza. Que es algo así como un pequeño buffet antes de cenar que los italianos suele regar con Aperol, Spritz o un Prosecco. Sirve para comer algo y sobre todo para conocer al resto de la grupetta ciclista, que va a ser de lo más variopinta. Seis blogueros ciclistas alemanes, Jule, Wiebke, Miriam, Oliver, Caro, un holandés Rik, un belga Erwin, y dos italianos, Fabrizio, de Astro Cycling, y Andrea, nuestro ‘jefe’ de operaciones en la Emilia Romagna. Imposible estar un minuto callado con tantos temas ciclistas que tratar. Y para ayudarnos a conocer San Marino los precursores de la idea, Daniel, jefe del Gran Hotel, Lorenzo, del Palace Hotel y Paolo, del Garden Village San Marino.
Buen rollo y sobre todo un ambiente ideal para la gastronomía. En San Marino ‘respetan’ las tradiciones alimentarias de sus vecinos de la Emilia Romagna. Es decir, grandes cantidades de comida y de calidad. En la cena se lo han currado tanto que todo está criado o plantado en San Marino. Tortina di Zucca (Pastel de calabaza con queso), Tagliatella al matarello con funghi porcini (pasta), Tagliatta de controfiletto al sale (Carne de ternera a la plancha), postre de Formaggio (queso) y vino de San Marino. Así con la tontería. Para la etapa del día siguiente ya habíamos cargado.
El plan para la primera etapa era recorrer casi 100 kilómetros por San Marino y algunas de las colinas habituales de la Nove Colli. Pero ni la previsión ni las condiciones a primera hora de la mañana invitaban a correr demasiados riesgos. Niebla, pero sin agua. Así que la apuesta era hacer un etapa completa por San Marino, recorrer los nueve castellos (divisiones administrativas de la república) y acabar con los 12 kilómetros de subida de la contrarreloj del Giro 2019. Por si acaso, ya había preparado mi Sencillo Bike de La Purito Andorra y la chaqueta No Rain de ULB, que ciclista previsor vale por dos.
Lo primero bajar, porque estábamos en la parte más alta de San Marino. Carretera ancha, con tornantis y casi sin coches. Eso sí, piso ‘bagnato’ que dicen aquí. Vamos, chorreando, así que tranquilitos. La ‘Vuelta a San Marino’ iba a ser en sentido contrario a las agujas del reloj. Nada más llegar abajo, rampa hacia Florentino. Tres kilómetros y medio de repecho para bajar de nuevo hasta Aquaviva, a 150 metros de altitud, el punto más bajo de San Marino. Desde ahí y ya metidos entre bosques, arranca la subida al otro valle. De nuevo cinco kilómetros hasta Dogana. Con lo que llevamos da casi para organizar un Mundial de Ciclismo en Ruta y no hemos salido de San Marino.
La pena es que la niebla nos priva de ver las Tres Torres y el Castillo del casco histórico, que en un día despejado es posible divisar desde cualquier sitio de la República. Una ventaja para orientarse. Eso sí, además del ‘recorrido’ oficial a izquierda y derecha salen repechos de esos con nombre de final de etapa del Giro. Parada para un café (si, aquí ya sabes que van a ser de calidad) en Faetano, que es la ciudad donde arrancará la crono del Giro. Tiempo para echar un vistazo a la Gazzetta (el Giro lo presentaron el día anterior) y empezar a debatir sobre si en la crono se podría cambiar de bici o no.
Lo mejor, que el movimiento se demuestra andando. Los primeros kilómetros son planos, pero al llegar a Faetano hay un repecho de casi cuatro kilómetros al ocho por ciento de desnivel medio con alguna rampita al 12. En Montegiardino, una ciudad con un pequeño castillo, hay un descansillo de 300 metros, pero después la carretera sigue con una media del 6 al 8% durante otros cuatro kilómetros más y después queda la traca final, con tres kilómetros al 8% y varios tornantis. Ideal para Dumoulin, si repite participación en la carrera italiana.
A nosotros nos han salido 60 kilómetros y casi de 1000 metros de desnivel (aunque mi Garmin decidiera no trabajar). Más que suficiente para el homenaje que nos dio el Garden Village. Entrantes con los aperitivos habituales de Italia, embutidos, queso y crostata (una tapa con queso derretido y verdura o carne) y un plato de pasta de esos que cuando te los acabas sabes que tienes que salir a rodar otra vez. En mi caso, Gnochetti con gamberi… que no hizo falta ni postre. Y casi ni cena, que horas después nos tenían preparada en el casco histórico de San Marino.
EL CASTELLO, NOVE COLLI Y PANTANI
Para la segunda etapa el programa tenía mucho que ver con Marco Pantani y sus entrenamientos. El Pirata nació en Cesenático, en la Emilia Romagna y para entrenar casi siempre utilizaba la subida al Cippo de Carpegna, en La Marche. En el camino pasaba por San Marino. Así en poco más de 150 kilómetros recorría dos regiones y dos países. Nuestra idea era similar, aunque con menos distancia y desnivel. Pero una vez más la niebla se hizo dueña de nuestro destino.
Descenso de casi 12 kilómetros hasta salir de San Marino y entrar en La Marche. Diez kilómetros planos (los únicos de todo el viaje) y al llegar a la muralla de Monte Cerignone la subida a la Serra de San Marco. Son casi 12 kilómetros en los que se salvan 700 metros de desnivel hasta llegar a casi los 1000. Asequibles, sin grandes paredes. Da tiempo a charlar con la tranquilidad de que estas pedaleando entre colinas y bosques casi sin tráfico. Territorio Nove Colli. Donde gires hacia donde gires siempre encuentras un repecho o un descenso.
Eso sí. La niebla nos obliga a no meternos en el Cippo, que está completamente cubierto, y girar en dirección a la Emilia Romagna. El regalo se llama el Castello de San Leo. Durante la Nove Colli aparece a la espalda del ciclista y da lugar a unas fotos espectaculares. Ahora nos tocaba subir a verlo de cerca. La ascensión no tiene demasiada historia. Unos cinco kilómetros al 6%, pero lo últimos 300 metros ya dentro del pueblo medieval son al 12% y con adoquines… Inevitable compararlo con el muro de la Vía Santa Caterina de Siena en la Strade Bianche. En la plaza medieval café… y si, el Castello de San Leo sabemos que está, pero oculto entre la niebla. Queda apuntado para volver en mayo de 2019.
Retorno a San Marino por uno de los castellos que no conocíamos, el de Chiesanouva y para los últimos siete kilómetros nos hemos reservado un regalo. Tienen una media del 6%, hasta los 700 metros del Grand Hotel de San Marino. Ideal para jugar a ciclistas, picarnos y acabar casi sprintando en la ‘volatta’ de la muralla de entrada al casco histórico. Pocas ‘metas’ como esas. Suficiente para terminar de abrir boca y ganarse un picor en las piernas para la visita histórica a San Marino. Las cuestas y los escalones duelen más que dar pedales. Al final en poco más de 60 kilómetros habían salido 1.500 metros de desnivel.
Lo bueno es que habían pensado en nosotros y sabían que nos íbamos a ‘calentar’. El fin de fiesta era en el Spa del Palace Hotel de San Marino, perfecto para recuperar, y con una cena de esas que dejan buen sabor de boca. Maremmana al sale de entrante, strozzaperti al ragú (pasta), Scortichino di manzo al peppe (ternera) y de postre… gelato… No hacía falta mucho más para convencernos de que teníamos que volver.