Don Quijote imaginaba gigantes donde Sancho Panza solo veía molinos. Debatieron algo hasta que el Hidalgo se lanzó contra ellos. En los segundos que tardó Rocinante en chocar con las aspas en fueron gigantes para el manchego más ilustre. Lo vio claro. Igual que nosotros este Quijote Bike Tour durante lo más duro del confinamiento. La diferencia es que meses después vimos a los gigantes donde casi todo el mundo veía molinos y se hizo realidad este viaje por nuestra tierra. ¿Gigantes?, ¿Molinos? El caso es que pedaleamos libres mientras se pueda, que es de lo que se trata.
Para hacerlo realidad también hicieron falta algunos Quijotes que quisieran pedalear para las ‘no tan llanas’ carreteras de la Mancha y los Montes de Toledo y retar a las temperaturas de julio. Josu, Jorge, Jesús, Iciar, Carmen, Jose, Javi, David y la inestimable ayuda de Pablo y la furgoneta de Bike Spain Tours. Miembros de una expedición que lo primero que conoció fue el calor de Toledo, la piscina del Hotel Los Cigarrales, la cena con productos de casa de Edemecum y el casco histórico de Toledo, inusualmente vacío en una noche de un 16 de julio sin turistas y sin aficionados del Real Madrid celebrando una Liga tan extraña que no tuvo ni fiesta.
A nosotros en ese momento solo nos preocupaban los kilómetros de carretera, los desniveles de los puertos, el calor y las ganas de salir en bicicleta para enseñar a todos unos parajes por los que solía discurrir la Vuelta a Toledo, pero que son ‘vírgenes’ en los viajes de Ciclored.com.
DE TOLEDO AL ALTO DEL ROBLEDILLO
Estar en Toledo, ser ciclista y no visitar la estatua de Bahamontes era un pecado mortal. Y más si implicaba además un recorrido por el Casco Histórico. Subida adoquinada de la Puerta de Bisagra al Alcázar, foto con el primer español en ganar un Tour, descenso por los adoquines que vieron la meta de la etapa de La Vuelta 2019, salida de la ciudad por el puente de Alcántara y recorrido por el Valle hasta el Parador para dejar atrás Toledo con más de 300 metros de desnivel acumulado.
El camino nos llevaba por los repechos de Cobisa, Argés, Layos y Pulgar en busca de Cabañeros. Antes de entrar en el Parque Nacional la subida al Risco de Las Paradas, casi 10 kilómetros suaves, sin descanso, pero sin grandes desniveles. Ideales para ir viendo desde las alturas el paisaje de Cabañeros. Extensas llanuras salpicadas de encinas. Y para hacer el avituallamiento Etixx en la cima. Agua e isotónico que no faltaran.
Descenso para entrar en la provincia de Ciudad Real y más repechos camino de la última subida del día. Algunos lo llamamos el Alpe d Huez de La Mancha. El Alto del Robledillo, con sus curvas de herradura y cinco kilómetros entre el 6 y el 8%. Amigo y enemigo el viento según cada curva. Y el calor, que para aquella hora ya hacía cantar las chicharras. La recompensa de la cima eran cinco kilómetros de rápido descenso hasta la piscina del Hotel Baños del Robledillo. Agua, césped y árboles como medicina para recuperar las piernas para el día siguiente, porque la etapa por las llanuras toledanas había dejado más de 1.700 metros de desnivel en 125 kilómetros. Así que hizo falta además un poco de piscina de hidromasaje, pisto manchego y filetes de ciervo para terminar la recuperación.
La etapa por las ‘llanuras’ de Toledo dejaban más de 1.700 metros de desnivel en 125 kilómetros
DEL ALTO DEL ROBLEDILLO A CONSUEGRA
Maletas a la furgo y a cambiar de destino en este viaje itinerante. Por la mañana se agradecía todavía el fresco. Nos tocaba atravesar la España vaciada. Los alrededores del Parque Nacional de Cabañeros. Largas rectas, paisajes de dehesa, el embalse de la Torre de Abraham como punto azul y más de 60 kilómetros sin pasar cerca de ningún núcleo urbano. Los que van desde San Pablo de Los Montes a Los Cortijos (de arriba y de abajo).
Carreteras solitarias en las que circular con tranquilidad, sin los agobios del tráfico de otros lugares. Rectas para no desgastar los frenos y algunos repechos, como el de entrada a Los Cortijos, porque el que años atrás discurría la Batalla de Alarcos. Y después un lugar especial. La carretera de Balandrinos. Nueva, recién asfaltada y con repechos para jugar a ciclistas. Y vaya si lo hicimos. Acelerones para divertirse y calentar las piernas antes del avituallamiento, rodeados de encinas y con la mirada ausente de ciervos y jabalies, que siempre están por la zona. Y, claro, ganaderías. Toros por todos los lados.
Quedaba llegar a Urda, siguiente núcleo poblado, y llanear hasta el Castillo de Consuegra. Una subida de poco más de un kilómetro al 8% ideal para jugar. También para dejar una de las fotos icónicas de España, con los once molinos de viento y el castillo al fondo. ¿Fue allí donde Cervantes puso a pelear a Don Quijote? ¿Quién sabe? Pero la fama ha servido para que en Consuegra haya alojamientos como la Vida de Antes, un hotel rural cuidado y con piscina que nos sirvió de alojamiento.
Para recuperar, pues más comida de la Mancha. Duelos y quebrantos, migas, asadillo, queso, pisto, ‘matanza’, vino… y visita cultural al Castillo, que también tiene en su leyenda a un personaje ilustre, Diego Diaz de Vivar, hijo del Cid, que murió en la batalla de Consuegra defendiendo la plaza ante los almorávides.
DE CONSUEGRA A TOLEDO
Para el último día había que retornar a Toledo, inicio de nuestro viaje. Desde Consuegra rumbo a Yébenes para despedir el paisaje de viñedos de La Mancha e ir cambiándolo por el de los olivos de los Montes de Toledo. La ascensión del día era al Alto de Marjaliza, habitual de La Vuelta a Toledo y que haca más de una década subieron en La Vuelta a España como si fuera una tachuela.
A nosotros nos sirvió para hacer el último gran esfuerzo antes del avituallamiento y sellar desde arriba las vistas de La Mancha. Descenso hasta Arisgotas y carreteras propias de las clásicas. Estrechas, sin tráfico, con curvas y con algún bache que otro. Un terreno para jugar entre Casalgordo y Mazarambroz antes de salir a Layos. Último repecho de Cobisa para ver toda la ciudad de Toledo desde arriba. Descenso por el Parador para una foto icónica. Toda la ciudad de Toledo a nuestras espaldas para cerrar la última pedalada del Quijote Bike Tour.
Todavía quedaba el proceso de recuperación. Piscina con vistas a Toledo y ducha en el Hotel Los Cigarrales para refrescarse y visita a Edemecum, que nos tenía preparadas migas manchegas, salmorejo, croquetas de perdiz, arroz, carne de ciervo, queso, tarta de mazapán… Y con el estómago lleno de buen yantar, que la panza siempre ayuda, que decía el hidalgo, cerramos una primera edición del Quijote Bike Tour… que tendrá una segunda a no mucho tardar amigo Sancho. Pues si el camino es bueno y los caminantes los adecuados, hay que volver a andar cuantas veces plazca.
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