En el cicloturismo, los mitos tienen nombre propio. Lagos de Covadonga enganchó al ciclismo a una generación y la ha hecho peregrinar a su marcha edición tras edición. El Anglirú, años después, elevó el nivel hasta la dureza extrema. El sufrimiento casi gratuito. Y en 2015, de nuevo, los de Ciclored.com unimos las dos leyendas del ciclismo español.
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El planning era bien sencillo. Empezaba con la edición 2015 de la Marcha Lagos de Covadonga y acababa con la ascensión libre al Anglirú. Así, a palo seco. Por eso el viernes tocó descanso y buenos alimentos. Ya saben lo que dicen los expertos. Piernas en alto, buena comida, nada de bici…
Vale, eso era mucho pedir. Con toda la tarde del viernes disponible y los Lagos al lado era casi un delito no rodar unos kilómetros. Y eso que el orbayu estaba pesadito y no dejó de caer en toda la tarde. A los del centro de la península, acostumbrados ya al verano adelantado, nos tocó sacar del armario los manguitos, el chaleco y el chubasquero para hacer la primera visita a Covadonga. La puntita nada más. Sólo hasta el Mirador de los Canónigos… pero ya nos habíamos quitado la ‘congoja’ de estar un día entero sin tocar la bicicleta.
Después recogida de dorsales, charleta con los clásicos y ración de baba caída con las MMR de Chechu Rubiera, la colección de Pinarello’s y los nuevos modelos de cascos y zapatillas de Spiuk. Después rumbo al hotel para cenar junto a Kike, Alberto y Carlos, que ya habían aterrizado en Cangas. El tema de la conversación de la cena… Se admiten apuestas. De la Huesera al Mirador de la Reina y vuelta a subir. Calculando sufrimientos.
Sábado. 07.30. Eso es lo bueno de la Marcha de Lagos de Covadonga. No hace falta pegarse el madrugón. Y más teniendo el hotel a 100 metros de la salida. Desayuno enriquecido con cereales, fruta y mermelada y nuevo vistazo al cielo. Nublado, sí. Frío, ninguno. Lloverá… casi seguro que también. Decisión. Traje veraniego, manguitos y dos masajes de crema calentadora STM para poner a tono las piernas antes de empezar y que no se queden frías si llueve.
Desayuno sin prisas. Un nuevo repaso a la Huesera. Sesión de fotos cortesía de la hermana de Jesús, que también se ha unido al Team Ciclored. Y aún así nos presentamos en la salida con 45 minutos de adelanto. Tiempo de sobra para conocer a nuestros ‘vecinos’ de salida, saludar al gran Pedro Lanseros (que no se pierde una y que estará con nosotros en Etap du Tour), escuchar la siempre emocionante presentación de Juan Mari Guajardo y el toque de gaitas para dar la salida.
El inicio, como siempre, a ritmo de clásica. Terreno plano, incluso picando hacia abajo. Los 40 km/hora no se borran del Garmin. Pese a la tensión da tiempo a oír los comentarios de Álvaro Pino, el homenajeado de esta edición, o a Roberto Laiseka poniendo orden en cabeza de carrera. Falta hacía porque los nervios y las prisas traicionaron a más de uno, que acabó por los suelos y con la mano en la clavícula.
Viistazo a la costa del Cantábrico, giro en Ribadesella hacia el interior y visita del orbayu, que ya estaba tardando en aparecer. Leve, casi sin dejarse sentir sobre el ciclista, pero que acabó mojando el asfalto. La consecuencia, dos caídas más antes del inicio de La Tornería y un aviso a navegantes, el descenso no iba a ser sencillo.
Los dos kilómetros finales de La Tornería (un preludio de La Huesera) rompieron el pelotón de 2.500 ciclistas en mil pedazos y abrieron un margen de seguridad para el descenso. Húmedo, estrecho y con baches. Eso sí, señalizado perfectamente por los voluntarios. Su labor ahorró un buen puñado de caídas y trabajo a las ambulancias.
LAGOS… NIEBLA Y ORBAYU
Sólo quedaba la suave Robellada y rumbo al mito de Lagos de Covadonga. Eso sí, cinco kilómetros antes de la rotonda de la ‘santina’ se repetía el gesto en el 95% de los cicloturistas. Mano derecha a la espalda y búsqueda del ‘gel milagroso’ con el que afrontar la ascensión. Algunos, los más ‘pro’, incluso tiraban el plástico sobrante a la cuneta, como si unos gramos fueran a perjudicarles en la subida (¿alguna vez habrá sanción para este tipo de acciones y más dentro de un Parque Natural?).
Primeras rampas duras y un montón de familiares pegando voces en la cuneta animando a todo el que pasaba (eso sí que te hace sentir pro). A partir del Mirador de los Canónigos el 10% se hace dueño de la carretera y el 25 domina en los desarrollos. Todavía queda margen para el 27, 29 o el 32 de los más afortunados. La Huesera hace estragos y junto a ella aparece la niebla. Quedan cuatro kilómetros en penumbra. Las rampas del Mirador de la Reina sólo se perciben en las piernas. Somos incapaces de ver a más de 50 metros de nuestra bicicleta. Ventaja. Las rampas no asustan. Desventaja… nos perdemos la visión de los Lagos de Enol, que, fiel a su costumbre, sólo se dejan ver unos 40 días al año. Esta vez no tocaba.
Así que la bajadita es más lenta y el repecho final de Lagos de hace más duro e invisible. Nadie se libra de llegar chorreando a la meta y bendecir la ropa de abrigo que el viernes dejamos a la organización. Será nuestro gran aliado para descender Lagos entre al agua.
En la meta se acumulan las sensaciones. Carlos ha terminado bastante mejor de lo que esperaba y se ha ‘destetado’ como ciclista. Alberto ha probado la dureza de Lagos y le espera una buena siesta en el viaje de vuelta. Kike ha cumplido con su tradición y se ha vuelto a mojar en Lagos. Y Jesús ha podido con su ‘Tornillería’ y suma una nueva clásica tras QH 2014. Para celebrarlo… bollo preñao, charleta con Mikel para recordar los adoquines de Roubaix y concierto de Natalia (que Cangas de Onis estaba de fiesta)
Pal Angliru
Sí. Hay que estar un poco colgao. La noche del sábado invitaba a una buena juerga en Cangas de Onis… pero pudo más el ciclismo. A la cama a las 2:00, en pie a las 08.30 y rumbo a Riosa con el cielo encapotado y gris. ¿Qué suculento paraíso nos esperaba allí para tanto esfuerzo? Pues un infierno llamado Angliru con seis kilómetros en los que muy pocos ciclistas del pelotón profesional se salvan de ser empujados.
Al infierno con alegría. Los primeros kilómetros, hasta Viapará, para poner las piernas a punto. La verdad es que piden dar la vuelta y subirse al coche. Pero al cuerpo no se le puede dar todo lo que solicita. Así que seguimos ruta en la zona normal del Angliru. En dos kilómetros los músculos ya recuerdan lo que es pedalear y empiezan a pedir guerra (aunque solo sea en susurros).
En Viapará comienza el infierno… y la niebla. Les Cabanes no se ve. Pero las piernas lo sienten. El asfalto está mojado así que toca subir sentado y con todo el desarrollo metido. Y eso con una rampa del 20% como enemiga no es lo más recomendable. Primer chepazo. Descansillo al 10% y rampones de Llagos y Les Picones. Otra vez cercanos al 20% y casi a ciegas. Los carteles anunciando las rampas ayudan y desmoralizan en la misma dimensión.
Llega Cobayos, con el 21%, la antesala de La Cueña. Nos abrimos paso entre la niebla y aparece un sol espléndido y una visión nítida de lo que queda por delante. La recta de Les Cabres. 500 metros con el 20% constante (picos del 23%) que hacen meter la maneta derecha hasta el fondo en busca de dos o tres piñones más. Como no aparecen toca sudar, sufrir, aguantar las moscas que zumban alrededor y rezar para que ninguna se pose en el hombro, porque te haría perder el complicado equilibrio que mantienes sobre dos ruedas y una cabeza que te pide echar pie a tierra.
El sufrimiento de La Cueña da paso a la recompensa de más sufrimiento todavía. Ración doble con nombre de rampa del Aviru (al 21,5%), ligero descansillo, y otra vez a tensar los músculos en Los Pedrusines (20%). Ahora sí. La bajadita rumbo al olimpo en forma de victoria que siempre llevará el nombre del Chava Jiménez en aquella Vuelta que apareció de la nada para superar a Tonkov y poner la primera pica en el Angliru. Para nosotros, fue la segunda del fin de semana.