Pedalear, pasar calor, sufrir, QH 2014. Comer, hacer nuevos amigos ciclistas, relajarte, QH 2014. Sudar, Marie Blanque, Portalet, QH 2014. Indurain, Olano, 10.000 cicloturistas, QH 2014. Medalla, diploma, maillot, QH 2014. Para una persona normal, vacaciones incomprensibles, para un ciclista… un paraíso llamado QH 2014.
Las Fotos de la QH 2014 de Ciclored.com
Las Fotos del Marie Blanque QH 2014 de Abel Sáez (un regalo de nuestro buen amigo, solo tienes que buscarte en su galería de Facebook)
Algo muy parecido debieron de pensar los amigos ciclistas que viajaron con Ciclored.com a la QH 2014. Cada uno con sus sensaciones, experiencias, miedos del día anterior, relajación al entrar en meta, distensión a la hora de la cena. Cicloturismo en estado puro, de ese que no entiende de crisis, dopaje, ni malos rollos. El verdadero motor de nuestro deporte.
El paraíso QH 2014 es imposible comprimirlo en una crónica. Casi un centenar de ciclistas, acompañantes y amigos pedalearon con nosotros. Nos sentimos realmente como vuestra rueda amiga. Para algunos todo comenzó el jueves, con un largo viaje desde Málaga, Cartagena, Gandía, Priego, Mallorca… hasta Sabiñánigo. Eran los primeros en aterrizar en el paraíso y tuvieron la oportunidad de compartir ruta y pedaleo con el gran David García, que nos enseñó alguno de los rincones escondidos de la QH.
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El gran desembarco llegó el viernes. El Churrón, centro de operaciones de la QH 2014 empezaba a llenarse de bicicletas. Un garaje convertido en una exposición de máquinas llenas de sentimientos a la espera de la gran batalla. Era el turno de los viajeros de Salamanca, País Vasco, Cataluña, Castellón, Galicia, Navarra, Andalucía, Madrid, Aragón, Extremadura, Asturias, La Roda, Toledo, Murcia, incluso los llegados en avión desde Canarias, Suiza, Holanda o EEUU. Sí, has leído bien. Desde el otro lado del mundo para pedalear por los Pirineos.
Dorsales preparados, una visita al stand de los amigos de ULB, otra para recargar fuerzas en Nutrisport, el regalo de seguridad Vial de Spiuk, una foto con Miguel Indurain (el hombre más presente en el facebook del pelotón ciclista QH) y un picorcillo raro en el estómago que denotaba más tensión que hambre. Menos mal que Javier, el chef del Churrón, se encargó de surtir de buena pasta y proteínas a todos. Carburante para la QH que hubo que recargar a eso de las 05.00 de la mañana, cuando ya estaba abierto el buffet del desayuno.
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La última revisión a la bicicleta. Check out de salida y camino del arco de inicio por la ruta de Cartirana para desvelar el secreto del último repecho escondido de la QH. Unos 10 minutos de calentamiento perfectos para comprobar que la máquina estaba a punto, todo en su sitio y a esperar que sonara el cohete de salida. Por delante, un ‘globero’ ilustre sin depilar llamado Miguel Indurain y el paraíso en varias horas de pedaleo.
Desde ese momento cada ciclista tiene su historia propia. La tensión de los kilómetros llanos hasta el Somport. Las primeras sensaciones ‘raras’ en los repechos hasta Canfranc, el alivio de la bajada hacia Escot, los sudores en el horno húmedo en el que se convirtió el Marie Blanque, la parada casi obligatoria en el avituallamiento para recargar líquidos, el lento y constante ascenso al Portalet, el ánimo del público concentrado allí, los paisajes de la presa de Búbal, la subida a la Hoz de Jaca y la alegría con la que reciben sus vecinos a los ciclistas, la colaboración de grupo en el llano hacia Sabiñánigo, el nuevo dolor de piernas del repecho de Larrés, el pasillo ‘Tour de Francia’ del paso por Sabiñánigo, el sabor dulce del arco de meta…
Entre 6 y 11 horas de sufrimiento y esfuerzo que a la vez se llaman placer y recompensa por las horas de entrenamiento y dedicación por un deporte que regala satisfacción sin entrar en meta el primero. La lucha es contra uno mismo y la sonrisa no se debe borrar de la cara del Quebrantahuesero desde la salida a la meta. En ciclored.com quisimos que fuese así.
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La cerveza fresca de meta. Una nueva cerveza en El Churrón. Una cena cargada de experiencias compartidas, historias, anécdotas sobre 200 kilómetros y cuatro puertos (cinco para algunos) que son capaces de unir a personas que antes no se conocían de nada pero que están afectados por el mismo gen de la locura ciclista.