Los retos ciclistas se crean casi sin pensar. Un objetivo: Unir dos mares. Un recorrido: El más bello posible. Una idea: Disfrutar y esforzarte sobre la bicicleta. Un sueño: Coronar los puertos míticos pirenaicos del Tour de Francia. Un nombre: Transpirenaica. Una realidad: La conseguida por David, Javier, Roberto, Marta, José Luis y Víctor.
Atrévete con la Transpirenaica 2015 (agosto) >
Siete días, siete etapas, una veintena de puertos y más de setecientos kilómetros. Con ese objetivo llegaron a Hendaya el primer grupo transpirenaico de Ciclored.com. El camino estaba marcado y a las puertas del Cantábrico nos recibieron Argoitz e Inmanol, que serían los primeros sherpas del camino.
El prólogo sirvió para soltar piernas, darse un baño en las playas de Hendaya y disfrutar del festival de blues de Hondarribia, que se quiso unir a la fiesta ciclistas que estábamos preparando. También incitarnos a cambiar los pedales por las copas y hubo que hacer serios esfuerzos para resistirse. Primer sacrificio cumplido.
Antes de la primera jornada un buen desayuno y pronto camino del pirineo navarro-francés. No había excesivas dificultades. Una etapa ideal para tomar el pulso a la carretera y a los Pirineos. Sant Ignace, Otxondo e Izpegi, puertos de rampas amigas, descansillos y esfuerzos medidos. Terrenos por los que los ‘navarros’ del Sky y Movistar, Zandio, Henao, Quintana, suelen realizar sus test. El nuestro fue distinto y en el alto de Izpegi comprobamos que la cerveza francesa también.
Sólo quedaba descender hasta Sant Jean Pied de Port y darse un chapuzón en la piscina del hotel antes de la cena, con estiramientos incluidos, que los esfuerzos se iban a ir acumulando.
La segunda etapa incluía dureza y de la buena. Puertos hors categorie y una lluvia fina que nos impidió ver los valles del entorno de Larrau. Para abrir boca las interminables rampas de Burdincuruncheta. Una cima desconocida para el Tour. Después entramos en territorio Pax Avant. Bagargi, Soudet. Aparece el agua, el frío, la lluvia y en el descenso hasta el valle de Baretous el sol y el calor y la cima mítica de la Quebrantahuesos. La dama Marie Blanque, siempre dura, excelsa y más con 100 kilómetros en las piernas.
El sol ya empezaba a ganar por goleada a la lluvia. La tercera etapa suena a leyenda sagrada del Tour. Aubisque, con sus bicicletas gigantes y caballos trotones en la cima. Soulor, con una de las mejores vistas del Pirineo. Messie Tourmalet, que merece un capítulo aparte en cualquier texto y de regalo Aspin, que multiplica su dureza en un día de casi 4.000 metros de desnivel.
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Para el cuarto día el calor ya derretía la brea del asfalto francés. Se salvó de la canícula Val d’Azet, la cara oculta de Val Louron, aquel lugar en el que Indurain conoció el amarillo. Después Peyresourde, con su lago de Loundevielle al fondo y el premio dulce de los crepes de la cima. Portillón, semidesconocido pero exigente lanza el termómetro a los 40 grados. Tocaba entrar en España, reactivar la dictadura del móvil para volver a Francia a los pocos kilómetros. Esperaban dos leyendas. La de Luis Ocaña en el Col de Mente y la de Fabio Casartelli en el Portet de Aspet. Siempre el Tour, siempre la tragedia.
La quinta jornada huía de los nombres rimbonbantes del Tour. Cimas más bajas, cerradas y convertidas en un auténtico horno. Core, Agnes, Lers y Latrape sirvieron para enlazar con la región de la Ariege y buscar el agua como un bien sagrado. No había tiempos ni chips, así que un torrente fresco era demasiado apetitoso como para dejarlo de lado.
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El sexto día tocaba dormir en Ax-les-Thermes. Plateau de Beille y Plateau de Bonascre, leyendas modernas del Tour, justo al lado. Pero son cimas sin retorno así que había que emprender camino hacia la costa. Por medio Pailheres, inhóspito para el ciclismo hasta sólo hace unos años pero rebautizado como la cima más dura de la Ariege. El Tourmalet del este pirenaico dejó las piernas sin alegría para afrontar el Col de Jou, última gran cima del recorrido.
Sólo quedaba un pequeño paso. La región de los cátaros. Pequeñas estribaciones y colinas para acabar en el objetivo final. El mar Mediterráneo. Llançá como meta y final de un camino ciclista. Recuerdo empaquetados en una semana que permanecerá años en la memoria.
EN VERANO DE 2015…. TÚ PODRÁS AFRONTAR EL GRAN RETO TRANSPIRENACIO Y UNIR LOS DOS MARES.. SÓLO TIENES QUE ESCRIBIRNOS A CICLOREDVIAJES@GMAIL.COM