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Tour Francia 2014, del sofá al asfalto

Un abuelo centenario. Casi tan viejo como el mes de julio, la siesta y el calor. El Tour de Francia siempre fue el protagonista de la canícula que se colaba en nuestras televisiones justo después de la comida. En ciclored.com nos propusimos dar el salto. De espectadores de sofá, chanclas y cerveza a pie de asfalto, maillot y bicicleta. Así lo hicimos en este julio de 2014.

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El prólogo perfecto a todo era La Etap du Tour 2014. Una cicloturista diseñada por el Tour de Francia por el mismo trazado de la última etapa pirenaica. Es decir, 160 kilómetros desde Pau hasta Hautacam con el paso por el rey Tourmalet. César, Aitor, Max y Jofre se atrevieron con el reto.

PODIUM 1

El día de antes había que soltar piernas. Elegimos el Aubisque, el hermano pequeño, para probar los músculos. Pablo y Concha, que ya se habían unido a la expedición, salieron sin la presión del día después, a disfrutar de las rampas de Gourette y del desfiladero camino del Soulor. Bicicletas gigantes en la cima, primera foto y en furgoneta al hotel para conservar intactas las fuerzas.

El domingo 20 de julio era el día elegido por el Tour para su cicloturista. A las 6.30 la temperatura en Pau ya subía hasta los 20 grados. Una invitación a eludir las prendas de abrigo y agua, pero envenenada si no habías mirado la previsión meteorológica. Los hombres del tiempo no fallaron un ápice y el Tourmalet se mostró con toda su fuerza. Lluvia, viento y frío en la cima a sólo 5º.

LUCHON CENA

Para sumar esfuerzos una densa niebla durante la bajada. El Tour no es un parque temático de cartón piedra. Cansancio, frio, dolor de piernas y Hautacam en el horizonte. Para conseguir la medalla hay que sufrir. Superación con premio personal y limite mental.

Abajo, en Lau Balagnas, Sergio Palomar hacía gala de su experiencia de cicloturista curtido en mil batallas. Guantes de invierno, chubasquero y botines de agua. Contraste con miles de ‘aventureros’ que se encontraron de bruces con la realidad del ciclismo.

ETAPE TOUR CAF

Tocaba recuperar fuerzas en Lourdes para la etapa de transición. Al grupo ya se habían unido Jon, Enrique y nuestro ‘chef’ Roberto. 30 kilómetros llanos hasta St Marie Campan y el Aspin como primer objetivo. Liviano, suave, agradable, pero con más frío y lluvia en la cima. Eso sí, ideal para los dos nuevos fichajes de la ruta, Juan y Jaime, que venían en sentido contrario.

En Arreau cambió todo. Peyresourde nos regaló calor, crepes en la cima y un descenso rapidísimo camino de Luchón, el centro del Tour de Francia en Pirineos. Allí ya esperaban Sergio, Balsén, Francisco, Joaquín, Gerardo… para completar una grupetta de 17 ciclistas. Casi un pelotón.

RUTA BALES

Por eso la ruta del martes, con el Port de Balés como protagonista, parecía casi una cicloturista. Un puerto con cambios de ritmo, rampas imposibles, descansillos y plagado de aficionados dejándose la garganta ante un grupo de aficionados al pedal. Cada uno a su ritmo, disfrutando del ambiente Tour y del calor, ya instalado de forma definitiva en la Grande Boucle. Horas después por allí pasaría el doliente Van Garderen, Voeckler levantaría la pasión de los franceses y Pinhot demostraría que tenía las mejores piernas de los perseguidores de Nibali.

En meta, ya duchados, nuestro ‘líder’ fue Chris Horner. Veterano, ganador y a disposición del aficionado con sólo pedirle una fotografía. Matxin tiene bien aleccionados a los suyos.

LUCHON META HORNER

El reto del miércoles era imitar los kilómetros finales de la etapa del Tour. Poco más de 60, pero con Peyresourde, Val Louron y Pla d’Adet de camino y más de 2.500 metros de desnivel. Así que había que madrugar para dar paso al Tour. De Luchón pronto hacia arriba buscando las rampas por las que Contador escribió una de las historias más emocionantes de los últimos tiempos con Rasmussen. En la cima camino hacia el lago de Loundevielle, testigo del triunfo de Vinokourov y a buscar Val Louron, el lugar donde Indurain se vistió por primera vez con la túnica sagrada.

No es una ruta desconocida. Por allí aparece Ane Bizimartxak con su cámara dispuesta a inmortalizar los momentos ciclistas y cicloturistas. Jon Bikendi, que todavía con un clavo en la cadera asciende por la cara opuesta Val Louron. En Saint Lary toca comer y afrontar el ascenso duro y descubierto a Pla d’Adet. Calor para derretir brea y una subida plagada de aficionados con mucho color rojigualda. En la cima es casi un día de playa. Nos situamos a tres de meta en el último repecho duro. Majka pasa con Visconti a su rueda y Nibali, de nuevo, desatado en busca del prestigio que algunos le quieren arrebatar por la ausencia de Froome y Contador.

BALES P.MONTAÑA

Segunda experiencia en el Tour, esta vez a pie de puerto, y descenso junto a los propios profesionales, incapaces de sortear en coche de equipo la marea humana que desciende de Pla d’Adet. Y para el retorno… qué mejor que un regalo de Peyresourde para completar una etapa de 110 kilómetros y 3.400 metros de desnivel (lo mismo que la QH).

Esperaba Tourmalet. El rey de los Pirineos. Majestuoso. Tocaba afrontarlo por la cara de Baregés. Más de 35 kilómetros desde Argelés en sentido contrario a la carrera. Sol pese a las amenazas de tormenta y una marea de cicloturistas rindiendo culto a la locura de Desgranges de hace más de un siglo. Tourmalet siempre es duro. No hace prisioneros. Vences o te derrota. Retorno a Hautacam. Un pasillo humano que hacen pequeña la Semana Santa de Sevilla. Miles de aficionados y entre ellos algún ilustre como Ángel Vicioso, capaz de acampar en las rampas junto a su hijo para que comience a vivir la experiencia mientras él se recupera de su fractura en el fémur durante el Giro. Eso es pasión.

ETAPA 3

El regalo esta vez lleva el nombre del líder, Vincenzo Nibali, que acelera hasta el límite justo delante de nosotros cuando sobrepasa a Mikel Nieve. Sprint a más de 30 por hora en rampas del 10%. Un esfuerzo sólo al alcance de portadores del maillot jaune.

El viernes se aleja el Tour, pero las montañas siguen en Luchón. Ruta dura pero asequible. Portillón para acceder a España. Menté para recordar las historias de Luis Ocaña y de postre Superbagneres. Cima poblada por la niebla, sin tráfico y con el recuerdo de un ciclismo añejo que lleva demasiado tiempo sin pasar por allí. Así finaliza nuestro Tour de Francia. Superbagneres mejor que París y con billete de vuelta para la edición de 2015, esta vez en Alpes.

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