Lo bueno de la Strade Bianche es que cada edición es diferente dependiendo de las condiciones meteorológicas. En 2017 a los cicloturistas nos tocó divertirnos en el barro, en 2018 sobre un piso perfecto y asentado y en este 2019 lidiar con la tierra blanca y seca. Combatir con una nube de polvo que se formaba en cada uno de los tramos de sterrato y que te dejaba igual que si hubieras pasado un día entero cargando camiones en una cantera. Para cualquier persona sería un engorro. Para nosotros, los ciclistas, una forma más de disfrutar con algo diferente.
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Y ese es uno de los motivos que empujó a los viajeros Ciclored a desplazarse a Siena para la Strade Bianche 2019. Vivir algo diferente en un entorno distinto. Lo mismo que también provoca en los ciclistas y equipos profesionales, que copan la participación de la carrera de los caminos blancos. Llorenc, Josu, Iciar, Iñigo, Angel, Marta, Sergio, Ziortza, Jose Antonio, Harvey, Raúl, Juan, Rafael y Enmanuel, que repetía experiencia en Siena.
Para acogernos y alimentar nuestras ganas de pedalear, el Albergo Chiusarelli, a 300 metros de la línea de salida y para surtirnos de bicis nuestros amigos de Bike Division, de Cervelo C3 disc a unas flamantes y novísimas Speciliazed Tarmac Disc. Combinación perfecta.
Por eso el primer paso nada más aterrizar el viernes fue irnos a Siena y recoger las bicis. Un centímetro arríba. Un ajuste abajo. El sillín un poco mas atrás. Estos discos como frenan. Y de ahí a conocer Siena, una de esas ciudades que puedes visitar mil veces y no te cansas de verla. Repaso al muro de Vía Santa Caterina, donde nos tocará sufrir el domingo, a la Piazza del Campo, la meta para profesionales y cicloturistas, al impresionante Duomo, a las calles medievales, a cualquier rincón escondido. Y la primera cena, claro, con especialidad italiana del restaurante del Albergo Chiusarelli. Y un rato para dar una vuelta nocturna para una ciudad llena de vida.
La misión del sábado era pasarlo bien. Así de claro. Sol, buena temperatura, ningún riesgo de lluvias. Lo primero después de desayunar era caminar 300 metros hasta la Fortezza Medicea y ver la salida de la carrera femenina. Pasear, disfrutar de las bicis, del entorno, de un día de fiesta. Después los chicos, con los Benoot, Wellens, Alaphilippe, Nibali, Stybar… y nuestros colegas Edu Prades y Markel Irizar, con los que siempre puedes intercambiar unas palabras antes de la salida. Imaginen eso con un futbolista antes de saltar al Bernabéu.
Es lo bueno de la organización de RCS, la misma del Giro, que permite al aficionado estar cerca de ‘sus’ ciclistas incluso en la misma línea de salida de la Fortezza. Y del pistoletazo al Albergo a vestirnos de ‘romanos’ para ver la carrera en directo y a pie de sterrato. Primero, 25 kilómetros por los alrededores de Siena camino de Monteroni de Arbia, y allí giro a la izquierda y primera experiencia de sterrato para casi todos. Sectore de San Martino in Grania. 9,5 kilómetros de colinas y sus correspondientes bajadas. El más largo de la GF Strade Bianche y el sector clave de la carrera pro, porque llega el en kilometro 100.
Nada más entrar, primer cambio con respecto a otros años. No ha llovido durante la última semana y la tierra está seca y suelta. Hay que tener cuidado porque pese a la cubierta de 28 y la longitud amplia entre ejes de la Cerveló C3 los tramos con tierra más densa es complicado levantarse. Chip adoquines. Ventaja. El freno de disco nos asegura cualquier frenada en bajada. El primer calentón en las rampas del 15% del sterrato está servida.
Al final del tramo parada, charleta con Auxi, que está esperando a sus ‘chicos’ del CCC y en unos minutos Diego Rosa escapado y el pelotón de los favoritos, que baja a fila de uno por los repechos y que en la subida ya ha quedado reducido a poco más de 45 ciclistas. De nuevo a Siena para ‘callejear’ con la bici por sus repechos y ver el final a pie de Via Santa Caterina. Con Alaphilippe, Fulgsang y Van Aert a un paso de jugarse la victoria en la Piazza del Campo.
Duchita, pizza, a probarse el chaleco y el maillot de la GF Strade Bianche y por la tarde tiempo libre para visitar la feria y dar otra vuelta a la ciudad. Cena y vigilia que al dia siguiente nos tocaba a nosotros disfrutar de la corsa bianca.
El domingo era nuestro día. Desayuno y en dos minutos en la línea de salida. Sol y ausencia de nubes. Lo que ya es un alivio. Fresco. Pero agradable. Música de epopeya y el Guajardo italiano dando voces para animarnos. Y como sucede en Italia. Es cortar la bandera y salir todos a todo trapo. Esta vez más de 5.000 ciclistas, récord absoluto. Pero con una libertad que es propia de este tipo de marchas. El modelo de la Strade Bianche te permite correr y disputar como si fuese una carrera, con chip y tráfico cerrado. O tomártelo con tranquilidad, parar en los avituallamientos y disfrutar sin prisas durante las ocho horas en las que está todo el recorrido controlado pero abierto al tráfico una vez te pasa el coche que cierra la ‘gara’.
Así cada uno puedo elegir ‘su’ propia Strade Bianche. Ángel, Ziortza, Harvey y Enmanuel a darse caña. El resto, solo en algunos tramos, pero sin mirar el reloj. Sin prisa alguna. Un modelo general que bien se podría implantar en España y resolvería muchos problemas con la legislación de tráfico. Salvada de la perorata, tocaba dar pedales por las colinas toscanas. Casi sin querer te metías en el papel y al tramo llano de sterrato de Vidriata llegas a toda velocidad. Pero justo ahí, donde había que dar caña, la mayoría toca el freno.
Bueno, habrá que esperar a la subida a Grotti para ir rápido. La marcha se despeja a partir de Radi, cuando se separan los recorridos de la ruta de 137 y la de 87. Así que el tercer y cuarto tramo, Radi y Bouconvento, son para jugar a ciclistas. Sterrato más o menos compacto. Repechos cortos. Pocos ciclistas. Sensación de poder ir rápido, trazar en las bajadas, sentir la frenada de los discos. Algo totalmente distinto a la carretera. Casi más parecidos a los adoquines suaves de Flandes, pero más amigables. Ciclismo puro.
De Bouconvento a Monteroni de Arbia hay que remar en llano y con viento de cara. Da igual. Grupetta interminable y a pasar al relevo. Todo por el bien común. Trabajo sin buscar recompensa porque el tramo de San Martino in Grania, de 9,5 kilómetros, hará que se rompa este grupo de momentáneos colegas ciclistas. Y qué. Estamos para disfrutar no? Por eso no hay problema por para en el puesto de apoyo de Bike Division a revisar las bicis, ni en el avituallamiento a dar buena cuenta de las crostatas y los mini bocadillos italianos.
Después el terreno más pestoso de toda la Strade Bianche. Ni un metro llano hasta Monteaperti. Todo colineando por la Toscana. Ideal para rodar rápido si tienes fuerzas o para sufrir si te llevan fuera de tu ritmo. Pero se puede levantar el pie y esperar. No hemos elegido chip. Así que grupetta y a calentarnos en el 20% de Monteaperti, justo donde atacó Alaphilippe, y en el repecho de asfalto posterior, que es casi más cruel todavía. Hace dos años aquí atacó Kwiaktowski con el plato metido. Cada vez que paso por ahí y me retuerzo aumenta el dolor de piernas solo de pensarlo. Después toca volver a comer y reagrupar. Por ahora estamos Sergio, Marc, Hurti, Juan, Rafael, Jaime y el que escribe. Quedan solo 25 kilómetros y el Garmin dice que llevamos 1700 metros de desnivel… así que quedan 400.
Los primeros en el rampón del Monte Pinzzuto que vuelve a rozar el 20%. Después el falso llano de sterrato y después, tras una bajadita el giro a la derecha y los ciclistas desapareciendo en la carretera. Es La Tolfe, el último tramo de sterrato. Primero 400 metros de descenso al 20% y después otros tantos cuesta arriba y con el mismo porcentaje. Acabarlo da pena. La misma que sacurdirse el polvo de sterrato de las zapatillas y del casco al llegar al Hotel o pasar por la ducha para quitarse toda la tierra acumulada en las piernas. Supone el fin de lo más divertido de la Strade.
No así de lo duro. Aún quedan otros tres repechos para rodear Siena y calentar las piernas antes de la Via Santa Caterina final. Ahí. Si queda un gramo de fuerza hay que apretar de lo lindo. Globerismo puro. Sí. Y qué. Es un lugar que ya es épico para el ciclismo y pasarlo tranquilo es casi una ofensa. Loseta a loseta hasta la panza final del 23%. Desde ahí solo queda rodear la Piazza del Campo y entrar en ella disfrutando de una de las metas más bellas del ciclismo profesional. Selfies, más selfies y a seguir soñando con el sterrato hasta 2020.