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Kilómetros de felicidad en la Ruta Castillos Ayora 2015

Sol, calor, 4 puertos, cero centímetros de descanso y un millón de amigos ciclistas. La Ruta Castillos de Ayora 2015, la auténtica clásica, nos regaló kilómetros de felicidad y metros cúbicos de sudor. Una combinación perfecta que sólo puede entender el que ‘sufre’ encima de la bicicleta.

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A principios de mayo el calendario de Ciclored sólo tiene una cita, la Ruta de los Castillos de Ayora. Alguna vez hemos dicho que aquí empezó todo, por eso no podíamos faltar. (Y eso que el que escribe y a veces pedalea seguía con la clavícula a la virulé). Petate, bicicleta al coche y al levante para echar ‘una mano’ a los organizadores de la Ruta de los Castillos y atender a los viajeros del Team Ciclored.

El viernes, para no faltar a la costumbre, recogida de dorsales y primeras charlas con los amigos del Club Castillo de Ayora (y algún que otro quite de media verónica cuando alguno se prestaba a saludar efusivamente y abrazarme clavicularmente). Con una cerveza (sin alcohol) las cicloturistas se ven de otra manera y el calor y la dureza de la Marcha invitaba a beber sin descanso en la previa. También a darle al alimento en Zarra, nuestro cuartel general. 

A las 06:15 diana y a desayunar. Buffet libre y en el exterior… casi sin manguitos. Se barrunta un gran día. A José Luis todavía no se le ha olvidado la lluvia de Panticosa, mientras que Francisco, casi debutante en estas lides, engulle casi todo lo que pasa por sus manos. Los nervios del inicio. A las 07.15 ya estamos en la salida (y con los coches aparcados junto a la organización, privilegios Team Ciclored). Solo queda ir al centro a esperar la traca.

Por el camino nos encontramos con Álvaro, que pedaleará con nosotros en el Tour de Francia y ya sabemos que los hermanos Ribes, que estuvieron en la Pre QH y repetirán en la QH, han madrugado y están en primera línea. Mascletá, olor a pólvora y a pedalear. Todos para delante a coger un buen sitio en cabeza… y el que escribe a dejarse llevar.

La clavícula no permite hacer maravillas, así que he elegido el globo. ¿Cómo? ¿Y eso que es? Pues es la grupetta del Club Ciclista Castillo de Ayora que se encarga de ir a cola y marcar un ritmo constante para que nadie llegue fuera de control. Trabajo gregario. Una rueda amiga. Filosofía Ciclored. Y si encima está encabezada por Toni Ibáñez… pues la compañía es inmejorable.

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Así que los kilómetros pasan con tranquilidad. Levantando el pie a cada pedalada. Da tiempo a saludar a Víctor, el diseñador de ULB, que me cuenta su viaje a la Lieja-Bastogne-Lieja, o a juntarnos con la grupetta de Mislata, que estuvo en el Tour de Flandes. Repecho, bajada, subida y al Campichuelillo. Las rampas del 18% se han cobrado las primeras víctimas y alguno ya sufre los rigores de los 25º de temperatura. Repostaje en el avituallamiento del Balneario y rumbo a La Portera. Un puerto de esos ideales para entrenar y que te sacan de punto cuando estas en carrera.

Otra vez para abajo. Curvas de la Chirrichana. Repecho hacia arriba en Cofrentes. Una nueva bajada. Otro repecho y mis amigos los ´globos’ que se van para el tercer puerto del día, el Morajete, a seguir trabajando para los más débiles. El otro débil, el que escribe, acorta hacia Teresa de Cofrentes. Las piernas piden guerra, pero la clavícula (y el médico, y el fisio, y… tranquilidad). Al resto de los participantes les queda sufrir el calor y las rampas eternas del Caroche, auténtico juez de la Ruta Castillos de Ayora.

Pese a los 100 kilómetros las piernas todavía están frescas. Quedan 5 kilómetros ‘pestosos’ cuesta arriba hacia Ayora y con viento de cara. Espíritu gregario. Ritmo constante e invito a cuantos cicloturistas me encuentro a aprovechar mi rueda y el poco refubo que puedo generar con 1,65 metros de altura. Algo es algo ¿no? Puedo ayudar a unos 15, que incluso me invitan a pasar delante por meta (esto está cambiando a mejor) y les explico que vengo de refresco y que el mérito es solo suyo.

Con 35 grados los litros de bebida isotónica bien fría que nos tiene preparados la organización en meta son el maná. Maillots abiertos de par en par, alguno incluso sin camiseta, y de repente aparece Egor Silin, el ciclista del Katusha invitado por la organización, con manguitos y perneras. A estos rusos se les mete el frío desde pequeñitos y ni sudan. Así que foto al canto y a comentar con los hermanos Ribes la experiencia.

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Al poco aparecen José Luis y Francisco, extenuados por el calor. En meta, y al sabor de los gazpachos puedo hablar con Francisco Cerdán y toda su grupetta de Villena. En 2014 estuvo en la Maratona y ahora está preparando la QH y la Marmotte. Con José Ángel, al que un pinchazo le ha dejado fuera de los primeros puestos, pero que sigue afinando de cara a la QH. Con José Toledo, que sueña con la Paris-Roubaix. Con Rafi y Gerardo, que siguen inventando nuevos modelo de ropa de ULB. Con el ideólogo de ‘Qué grande ser ciclista’ y sus camisetas retro.

Más de dos horas de conversaciones ciclistas hasta que llegan los del ‘globo‘. No me había olvidado de ellos. Traen a los últimos cicloturistas a rueda cuando ya casi todo el mundo esta casi camino de casa. Trabajo sin precio y gratuito. Sólo por ayudar a un compañero que fácilmente nunca más volverás a ver. Da igual. 

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