En la QH nunca llueve a gusto de todos. Bueno, es casi al revés. Si llueve no es al gusto de casi nadie. Pero esta QH 2018 puede ser casi, casi perfecta. Ni mucho frío, ni demasiado calor. Viento de cara de salida pero con gregarios como Haimar Zubeldía e Indurain, que hacían que casi no se notase (mirad la cantidad de PRs en Strava). Viento favorable en Portalet, el auténtico juez de la marcha. Solo molestaba algo más llegando a Sabiñánigo. Condiciones perfectas para ir rápido, si se quería, o ir tranquilo a disfrutar de la marcha y sin prisas. Y, como siempre, todo bien organizado, como siempre, por la Peña Edelweiss y Octagon. No se puede pedir más.
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Así que a nosotros nos quedaba el trabajo de hacer que todo lo demás contribuyera a disfrutar del ciclismo y de la QH, que, tiempos, horarios y retos aparte, es de lo que se trata. Cada cual se pone su objetivo en la QH, y, mientras que respete al resto, el reglamento y al entorno, es libre de poder rodar todo lo deprisa (o despacio) que desee. Eso es lo bueno de la QH, que caben todas las opciones de cicloturismo. Por eso cada año ruedan por sus carreteras más de 8.500 ciclistas y más de 2.500 en la Treparriscos…. y por otros tantos que se quedan con las ganas después de sorteo.
La QH tiene su magia especial. Para este 2018 volvimos a reunir a un grupo de ciclistas de todos los lugares de España. De norte a sur, islas incluidas. Cada uno con su historia, su reto, su sueño. Descansar, comer, dormir, visitar la Feria, ver a los amigos. La inexperiencia de los nuevos, las dudas de los que ya han venido más de una vez, los que vienen a conocer la QH, los que siguen cada año disfrutando de su cita anual con el ciclismo. Ninguno de los ciclistas se queda indiferente a lo que sucede en Sabiñánigo durante, al menos, tres días, de viernes a domingo. Aunque en nuestro viaje ya hay el que se viene a pedalear uno o dos días más. La QH engancha. Como dice un buen amigo: «Esto para nosotros es el Tour de Francia». Será una globerada máxima, pero sí que lo es. No en vano Indurain, Olano, Purito o Zubeldia rodaron casi como si estuvieran en la carrera francesa.
LLEGAR A LA QH… NO ES FÁCIL
Algunos estábamos ya en el Hotel el Churrón (nuestra sede histórica de la QH) desde el miércoles, algunos (cada vez más) llegaron el jueves y el gran grupo el viernes. Pero el camino hasta la QH 2018 no fue fácil para algunos. Caídas y lesiones. Falta de tiempo para entrenar. Contratiempos de última hora. Alguna bici rota, otros que se quedan sin coche, algunos ambas cosas. Ruedas reventadas, cubiertas que se deformar, tubulares que se sueltan, cambios de trabajo de última hora, atascos en las carretera… Pero todo eso se olvida cuando pones pie y rueda en Sabiñánigo. Es la magia de la QH.
Para los madrugadores (Sencelles, Marbella, Toledo, Valencia, Alicante…) Les teníamos preparados deberes ciclistas. El jueves por la tarde rutita con repechos para ir enseñando a los músculos a trabajar y el viernes por la mañana llaneo hacia Jaca y repecho de Cartirana a la contra, para conocer uno de los tramos más peligrosos de la QH. Buen rollo, bromas y cero tensión. Ideal para charlar y conocernos. De eso se trata. De hacer de la bicicleta una vía para tener amigos por toda España.
Y por una vez sin mirar al cielo. Briefing más que sencillo. Sol y buenas temperaturas. QH en la media habitual. Chaleco y manguitos para lo más frioleros al bajar Somport y el resto… traje de verano. Caras de tensión más que relajadas. Sonrisa de sol para un verano que había tardado en llegar y que ponía negros nubarrones en el imaginario colectivo para la edición de 2018.
Ducha, comida y a la Feria QH, que es el lugar del mundo en el que más amigos ciclistas te puedes encontrar. Como los de ULB, con regalo de camiseta interior ciclista incluida (y que vino de lujo para esta edición). Charletas sin fin. Más de cuatro horas sin parar de hablar (vale y recoger el dorsal). Hasta una promesa broma con Hermida y Purito para forzar un ataque de salida… que más adelante os contaré. Y con el sol todavía arriba a cenar y a descansar. Briefing en todos nuestros hoteles. Óscar con los de Jaca, el que escribe en El Churrón y Jaime y Javier en Las Margas. Consigna principal. «Pasarlo bien y disfrutar del ciclismo, que para eso hemos llegado hasta aquí». Sonrisas QH antes de ir a la cama, que en estos días cuesta dormir.
LA QH CASI PERFECTA
Este año la QH comenzaba un rato antes… así que había que madrugar un poquito más. A las 05.00 casi todos los relojes estaban en función alarma para saltar. Algunos incluso antes. Cosas que solo se hacen por algo que nos llena de pasión como el ciclismo. Como se suele decir, si fuese por obligación… no lo haríamos. A llenar el buche de hidratos y proteínas, cada uno en la forma que más le gusta. Es lo bueno del ciclismo, ver un buffet como el del Hotel El Churrón o el Hotel Las Margas y servirte como un rey. Después ya vendrán Somport, Marie Blanque y Portalet para desgastar todo lo que has engullido. Y vista la edición de 2018… hacía falta tener el depósito completo desde el inicio.
Pies a las calas. Últimos retoques y decisiones. Y todos a la salida a media luz. A las 6.15 en bici camino de Sabiñánigo. Poco más que ropa de verano y algún suplemento. Manguitos y chaleco. Y la marabunta. Grupos y grupos hacia los cajones del sueño. Primero porque a alguno todavía le cuesta abrir los ojos y segundo porque es lo que muchos llevábamos esperando desde hace mucho tiempo.
Chupinazo de salida y aquí empieza la historia de cada uno. La mía arranca en el segundo cajón. Ventajas de tener tiempo para entrenar. El objetivo era intentar una fuga con Hermida y Purito, pero desde el principio la cosa se complica. Sopla viento de cara y el Garmin no baja de 45 kilómetros hora. Los vatios disparados y da la sensación de que esto se acaba en Jaca. Aquí pasa algo raro. Me cuestan 15 kilómetros y tres sprints para llegar a cabeza, saludar a Milton Ramos y ver lo que está pasando. Haimar Zubeldia y Miguel Indurain se estaban turnando a dar relevos en el llano. Aquí la cosa esta seria.
Movimiento de Pereiro por la izquierda, a la rueda Purito, que suelta tres bromas y va silbando. Y el que escribe, con el corazón saltando de la boca, detrás. La aventura no dura ni diez segundos. No hay foto y si un dolor de piernas considerable. Así que a la sala de recuperación, que esta vez no es ni eso. Viento de cara, a rueda y hay que seguir dando pedales como si estuvieras entrando al relevo. Casi empiezo a desear que llegue el Somport para quedarme con alguna dignidad. No me da ni para hablar, y eso para mí, y los que me conocen lo saben, es que me llevan con algo más que la soga al cuello.
En un pequeño respiro da tiempo a que suba algo de sangre de las piernas a la cabeza y se me ocurre la única broma posible. «Chicos, no os dais cuenta que vamos cuesta arriba y con viento de cara y el Garmin marca 40 muchas veces». Lo grito. Me escucha Rubén Mancebo. Se ríe. Tira para delante y me despido de él. A la salida de Canfranc en la grupeta de cabeza siguen empeñados en atacar, así que las piernas dicen basta. No hay vatios para más. Toca sobrevivir y no sufrir demasiado antes de coronar Somport.
Los datos no engañan. Los 22 kilómetros desde la salida al inicio del Somport hemos rodado a 44 de media y los 25 kilómetros de ascensión al Somport desde Jaca a 27,2 por hora. Total, que en la frontera la media es de 33,2. Es decir, en poco más de 1:27 horas 47 kilómetros y un puerto. Sonaba a exceso, pero a buen rollo en Strava con un montón de Prs… y hasta un sexto puesto total en un tramo corto. Y más con una bajada ‘tranquila’ del Somport sin arriesgar. De esas que cuando giras la cabeza buscando compañeros después del túnel del Somport y miras adelante y atrás… no encuentras a nadie. Solo en mitad de la QH. Digno de la película ‘Nadie conoce a nadie’. Y así otros 10 kilómetros de bajada hasta que llega por detrás otro chaval. Y luego un francés. Tres ‘perdidos’ en el valle de Ossau. Pues a pasar al relevo… Hasta Sarrance no llega otra grupeta de una decena de ciclistas. Pues sí que se ha ido rápido al principio si.
Y en Marie Blanque, a echar mano de los geles y empezar a sobrevivir. Ritmo ‘asequible’ para no quemar demasiado los vatios. En este puerto casi que da igual el viento. Está tan insertado en la montaña que es un microclima en sí mismo. Cálido y húmedo casi siempre. A sudar para superar los cuatro kilómetros más famosos del cicloturismo español. 257 vatios medios y 22.20 minutos me costó llegar a la cima. Descenso ‘tranquilo’ hasta que pasa Joaquín Calderón como un avión. Ofrece rueda… pero valen tres kilómetros para darme cuenta que seguirla me llevaría a una muerte segura.
Llaneo hasta Laruns y comienza el juez. Viento a favor… alegría. Sobre todo en los primeros kilómetros. Ritmo alegre y más de 220 vatios. Ratos incluso de 250. Pero a partir de la presa toca subir piñones y buscar un respiro. Primero para las piernas y luego para el cuerpo. Avituallamiento líquido y fresco (que ya iba siendo hora). Último gel y última barrita para afrontar la parte más dura de Portalet. Las piernas dicen que no van demasiado bien y los vatios que cada vez cuesta más subir de 200. Menos mal que el viento es aliado… sino se hubiese hecho eterno.
Frontera, para abajo y a la tortura de la Hoz de Jaca. Mucha tranquilidad, sin forzar, y a no perder la grupeta. Medir casi cada pedalada y soñar con la Coca Cola que me había prometido el amigo Jon Bikendi a 500 metros de coronar. Me falta darle un beso en la boca cuando le veo. Pocas cosas se agradecen tanto como un ‘chute’ de azúcar cuando el cuerpo va al límite. Suficiente para hacer cima, bajar, apretar los dientes en el repecho de entrada a la carretera nacional, llanear, pasar por Cartirana, saludar a Óscar que estaba en ‘misiones’ de fotógrafo y disfrutar en la línea de meta de Sabiñánigo.
A partir de ahí se unen la historias de todos y cada uno de nosotros. Avituallamiento con bebida fresca y sandía. Viene en trozos, pero si tuviera que sumar todos los que me comí suman por lo menos una de dos o tres kilos. Y a charlar y preguntar. Casi todos con tiempos récord. El sol, el viento favorable, el trabajo de Zubeldia. Y después la cerveza Ambar, la paella, el masaje y Javier, Millán y Sergio, nuestros auxiliares hoy, con la furgoneta en la línea de meta con ropa para cambiarse, ducharse y empezar a recuperar el aliento.
Porque al acabar la QH hay que hablar, preguntar, escuchar y disfrutar con las ‘aventuras’ de cada uno de los ciclistas que han confiado en nosotros. Da igual el tiempo y el color de la medalla. Veo rostros de felicidad y buen rollo. Lo hemos pasado bien, sin besar el suelo (y eso que hubo bastantes caídas) y en la linea de meta estamos todos. Solo falta cenar para recuperar fuerzas y volver a charlar. Ese murmullo que se oye en todos los comedores y que sabes que va desde el Somport al Portalet pasando por el Marie Blanque y que terminan por la Hoz de Jaca y Cartirana. Murmullo ciclista. Comidilla que nos hace retornar cada año a nuestra cita de Sabiñánigo. Y.. que no falte. Es nuestro Tour de Francia.