Lluvia, frío, invierno en verano. En la QH 2016, como vaticinaban los Stark en Juego de Tronos, apareció el invierno. La batalla contra los elementos. La belleza del ciclismo, ese deporte que a todos nos apasiona porque no se disputa en un recinto cerrado. Permite disfrutar en la naturaleza y, cuando esta se rebela, enfrentarse a ella. Una pelea que, a veces, como este 18 de junio de 2016, nos deja ganar y acrecentar nuestra propia leyenda por Somport, Marie Blanque, Portalet y Collado de la Hoz. Porque sobrepasar la línea de meta provocaba, como dijo un buen amigo de Ciclored, la misma sensación de haber ganado un Tour. Nuestro propio Tour.
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Y es que el viernes la consulta ‘Tiempo en Sabiñánigo’ tuvo que quemar los registros de Google. Frío y lluvia anunciaban. No iba a ser una QH normal. Había que prepararse y echar mano de los aliados modernos del ciclista. Más vale prevenir que curar. Esa fue la consigna del Team Ciclored en la charla previa a la Quebrantahuesos 2016. El reto no sólo requería entrenamiento y buenas piernas. Con eso no iba a ser suficiente. Había que vestirse de invierno, cubrir pies y manos con prendas impermeables y utilizar crema calentadora. Invierno en verano. Y después, pues pedalear, jamás dejar de pedalear.
Si todo eso fallaba nos quedaba de la organización de la QH, que volvió a dar un ejemplo de adaptación ante los elementos y de amor al cicloturista. Multiplicó autobuses de traslado, equipos de asistencia y voluntarios en los descensos peligrosos. Modificó avituallamientos con bebidas calientes. Reiteró consejos para combatir el frío y la lluvia.
LA PREVIA QH 2016. ENTONCES, LLUEVE, ¿NO?
Si por algo nos gusta la QH al Team Ciclored es porque nos permite disfrutar de los Pirineos durante casi una semana. En este 2016 inauguramos el Hotel El Churrón el miércoles con los amigos de la Grupetta de Sencelles. Horas para rodar y disfrutar. El jueves seguimos incorporando a ciclistas ‘lejanos’. Más de 2.500 kilómetros separaban a las dos grupettas de Canarias, que cambiaron el verano por el invierno. Algo parecido a los mallorquines, malagueños, melillenses, murcianos y valencianos, acostumbrados a un sol que esta vez en la QH solo salía tímidamente.
El viernes por la mañana tocaba poblar las carreteras de Sabiñánigo con una cincuentena de ciclistas. Los cambios con respecto a las pasadas ediciones eran evidentes. De crema solar a manguitos, perneras y botines. Con 45 kilómetros y dos calentones en Cartirana, ese repecho maldito, era suficiente para poner el carburador a punto. La gasolina había que guardarla para el sábado.
Comida, recarga de energías y a seguir recibiendo amigos con ganas de enfrentarse al reto QH. Lo mejor, que vienen de todos los puntos de la geografía de España. En esta QH 2016 no nos quedó región sin compañeros ciclistas que nos acompañaran. Incluso dimos el salto al otro lado del charco. De Colombia nos visitaron los Ortiz. Ciclistas con esencia escaladora que tenian su batalla particular, conseguir que los cuatro miembros de la familia levantasen los brazos con su medalla en la meta de Sabiñánigo.
Paso por la Feria QH. Amigos y más amigos. Gerardo y Rafi con ULB Sport, el Stand de Ciclismo a Fondo con Joaquín Calderón y Miguel Chico. Nuestro coequipier Joseba Beloki de modelo fotográfico con cualquier cicloturista que se lo pidió. Enrique, de Racormance, con la Statera dorada de basalto en las piernas de nuestro Juan Gallardo. La esencia de Flandes y su Tour, que nos tocó promocionar entre todos los apasionados de la QH. Y sobre todo el placer de poder charlar con ciclistas con los que durante el año sólo podemos intercambiar mails, whatsapps y saludos en Facebook. La QH permite eso, poner Sabiñánigo en común para reencontrarse con amigos.
Y a las 20.00, como un reloj, a volver a dar gusto al apetito. Más pasta, versión hidrato de carbono, para el cuerpo. Con tiempo para echar un vistazo a la Selección y seguir charlando de la QH. Briefing, consejos y sí, va a llover. Tecnología, buena ropa ULB, casco con capucha Spiuk… y gel calentador STM 1, que repartimos a todos los amigos del Team Ciclored. Esencial para combatir lo que se esperaba.
Tiempo para los últimos retoques mecánicos a las bicis, para colocar el dorsal, para revisar la presión de los ruedas y frenos, para colocar el maillot, para preparar la ropa, para intentar dormir con la mente puesta en el reloj que a las cinco y media de la mañana nos iba a sacar de un sueño para meternos en otro.
QH 2016. SI SON CUATRO GOTILLAS
Despertador, persiana arriba y el cielo está negro… mal rollo. No, no, que todavía es de noche. A vale. Ninguna nube cerca de Sabiñánigo, pero en cuanto abrimos la ventana el termómetro no quiere pasar de los cinco dígitos. Pues la térmica va a ser que sí, y las perneras, y los guantes de invierno y como la previsión del tiempo sigue diciendo que en Francia llueve... pues chubasquero también.
Antes, a volver a dar placer al cuerpo. Más hidratos en forma de cereales, fruta, tostadas y spaghettis para los estómagos más cualificados. Y un café calentito por lo que pueda pasar. Y más charla ciclista. Caras de concentración. Sonrisas. Felicidad. El gran día ha llegado. Check out de bicicicletas y a las 06.30 las grupettas del Churrón y de Las Margas camino de la salida. No sobra nada y eso que no hemos dejado a la intemperie casi ningún centímetro del cuerpo.
Y antes del cajón primera sorpresa. Don Joseba Beloki, con su dorsal número 1, esperándonos a 500 metros de la salida. En dos minutos hacemos la táctica de carrera. Mojarnos lo menos posible y churros con nutella canarios para entrar en calor. Tensión, fresco (por no decir un frío que pela), la tele en directo. Las megafonía anuncia a Indurain, a Beloki, a Botero, a 10.000 cicloturistas ansiosos de la cuenta atrás. Esta vez sin chupinazo pero con minuto cero.
Sensaciones especiales. Cosas que solo pasan en la QH. Como que Indurain te ‘eche la bronca’ por intentar atacar a unos irrisorios 40 por hora en llano. Como que Botero te cuente sus proyectos cicloturistas en Colombia. Como que en los primeros kilómetros se ruede a ritmo de vértigo casi sin darnos cuenta. Como que en mitad del pelotón te vuelvas a encontrar con amigos que solo ves de QH en QH, Como que al llegar a Somport empiece a sobrar la ropa… y pienses que menudos capullos los de Ciclored con eso de abrigarse si al final va a hacer calor… como que al mirar más allá de Canfranc las nubes nos anuncien la llegada a Mordor.
Y así fue. A dos kilómetros de coronar el Somport todo cambió. El poco sol que había se transformó en niebla y agua. La temperatura bajó a unos temibles 5 grados, hacer cumbre supuso pasar al otro lado del Muro y los ciclistas nos convertimos en caminantes blancos. El cuerpo empezó a trabajar en varios frentes. Uno, mantener el calor. Otro, sacar fuerzas para pedalear. Y un tercero, mantener la mente lúcida para afrontar las curvas.
En el cruce con el túnel del Somport lo que parecía una ligera mejoría se tornó en diluvio. Agua por todos los lados. Desde el cielo, de tus ruedas, de las ruedas del vecino de delante, de la rueda del vecino del lado. Más pedales para entrar en calor. Repechos que en año anteriores quebraban las piernas ahora se convierten en calefacciones naturales. Casi que se agradece llegar a Escot y saborear las primeras rampas de Marie Blanque. La lluvia nos abandona y el desnivel juega a favor. Pulsaciones para arriba y a entrar otra vez en calor.
Toca mirar al pulsómetro para evaluar daños de la lluvia. Todo en su sitio. Pues para arriba en busca del 12% de los últimos cuatro kilómetros, que es algo así como entrar en el horno de una panadería de Siberia cualquier día de enero. Una sensación tan placentera que redime el esfuerzo.
El frío no cambia la esencia de la QH. A 500 metros del Marie Blanque sigue. como cada año, nuestro amigo Abel cámara en ristre. No le importa mojarse con tal de inmortalizar a miles de ciclistas en el esfuerzo supremo de la temporada. Después, regalo fotográfico en facebook. Espíritu QH 100%.
Esta vez la cima de Marie Blanque supone la vuelta a la prudencia. Descenso más tranquilo de lo habitual. El agua convierte las curvas en pistas de patinaje y las bicicletas piden, por lo menos para este día, una dosis de freno de disco. Los voluntarios vuelven a salvar el pellejo a alguno con su bandera amarilla y la señal de advertencia. Nunca es suficiente el agradecimiento a su labor, incluso con el día que había salida.
El llano hasta Laruns vuelve a calentar las piernas y nos anuncia viento a favor con destino a España. Por fin un elemento meteorológico a favor. En los primeros kilómetros de Portalet el termómetro se equivoca y vuelve a los dos dígitos. Incluso el tímido sol ‘amenaza’ con instalarse en el cielo y recordarnos que quedan cuatro días para el verano. Aún así el caldo del avituallamiento se agradece como maná del cielo. Y los frutos secos, los filipinos, los geles, la amabilidad de los voluntarios, que casi te hacen sentir en un hotel con sus atenciones.
A mitad de ese largometraje que es el Portalet, en el que puede pasar de lobo a corderito en cinco kilómetros, la única preocupación es que el cuerpo se esfuerce por pedalear. Incluso algún valiente se baja los manguitos para enseñar los brazos al sol. Las galerías marcan el inicio de lo más duro. Piernas en tensión en busca de la cima que vuelve a regalarnos agua.. y a otros incluso nieve. Qué se le va a hacer. Menos mal que en dos kilómetros ya hemos vuelto a saltar al Otro lado del Muro y volvemos solo a Invernalia. Fresco en el descenso de Portalet. Sonrisas y calor en la Hoz de Jaca y de nuevo viento de culo camino de Biescas, Escuer, Cartirana, con algún improperio para el que se le ocurrió meter el repecho hace tres ediciones y último descenso a Sabiñánigo.
Y entramos el pueblo más ciclista de España (y quizás de Europa). Repechito camino de la rotonda del Quebrantahuesos que nos lleva a los reinos de Poniente. Al verano que casi roza los 20 grados. Al edén de la línea de meta. A agradecer un pelín de bebida fresca (cerveza si puede ser) y un plato de paella. A recuperar la sensación en los dedos de las manos para dar vidilla al whatsapp, al facebook, al twitter, al instagram el incluso alguno a llamar a la familia para contar que la QH 2016 ya es nuestra. Que esta vez tocó luchar contra más enemigos de los previstos, pero que así la victoria tiene un sabor más dulce.
Después las piernas en alto para que los chavales Unidad de Fisioterapia de Zaragoza devuelvan las sensaciones a las piernas. Y a grabar la medalla, y recoger el diploma. Y charlar en la cena con los nuevos amigos las experiencias de un día de ciclismo de verdad. Y a comer todo aquello de lo que nos privamos por llegar en forma a nuestro día clave. Y a dormir soñando con que la QH 2017 tarde menos de 365 días en llegar.