En este primavera invernal de 2018 enganchar más de tres días de bici seguidos en los Pirineos es casi un milagro. En el Piritour 2018 fuimos afortunados. En tres etapas logramos acumular 240 kilómetros y 7.500 metros de desnivel. Disfrutar del sol y la nieve en Tourmalet y Luz Ardiden. De la belleza y la dureza de los ‘escondidos’ Troumusse y Gavarnie, con sus paredes de nieve en los últimos kilómetros. De subir con lluvia y humedad. De la compañía y las enseñanzas de Joseba Beloki. Y sobre todo de una grupetta de esas que se tarda mucho tiempo en olvidar.
Porque atreverse con el Piritour era desafiar a las previsiones de tiempo, que daban frío y agua todos los días, pero que acabaron siendo benignos con nosotros. Tanto, que incluso nos sentimos afortunados cuando en la cima del Tourmalet tuvimos hasta tiempo de hacer una foto a toda la grupetta. Y es que en esta ocasión era de lo más variopinta. Ciclistas de Alicante, Valencia, Castilla y León, La Mancha, Aragón, Cataluña, País Vasco, Madrid y Cantabria. En nombres, Carlos, Víctor, Javier, Gabi, Fernando, Alberto, Paco, Gerardo, Jon, Oskar, Txema, Vicente, Ramón, Joseba, Asur y el que escribe.
Al servicio de todos el Hotel Montaigú, uno de esos que huelen a ciclismo en Luz St Sauver y que durante años acogió los stages de entrenamiento de la Once, y el avituallamiento de Infisport y la furgo de apoyo de Giant/Liv con bicicletas de recambio para cualquier eventualidad. Así nada podía fallar. Y nada falló.
ESTANDO EL TOURMALET…
Será atracción. Pero el jueves no me pude resistir. Hacía sol y el Tourmalet estaba ahí. Unos kilómetros de calentamiento hacia Gédre con Gabi, que ya había llegado al Hotel Montaigú, y rumbo al rey de los Pirineos. Viento a favor y casi calor. Había que probar cómo había superado el largo invierno el Tourmalet. Carretera despejada. Asfalto más que correcto y nieve en la cuneta a falta de cuatro kilómetros para la cima. Paisaje ideal. Temperatura perfecta. Solo una chaqueta fina para bajar. Si al día siguiente se mantenían estas condiciones lo íbamos a pasar muy bien.
Whatsapp a Joseba y al resto de la grupetta. Tourmalet transitable. Piritour viento en popa. Y la primera decisión era cambio de etapas. Para el viernes se aseguraba sol, así que adiós Aubisque y Hautacam. Hola Tourmalet. El rey es el rey. Sobre todo si a las 07.30, la hora del desayuno, hay un sol radiante y casi 18º grados. Estamos en el Pirineo o en Canarias. Cara de felicidad nivel me ha tocado la lotería. Maillot corto, culotte corto y rumbo al Tourmalet.
Etapa 1. Tourmalet por las dos vertientes y Luz Ardiden >
El primer acercamiento al Tourmalet (el segundo para mí) no desmerece nada. Se puede subir a ritmo, disfrutando del paisaje, e incluso da tiempo a charlar y compartir las primeras experiencias. Hay tiempo de sobra para que se estire el grupo y cada uno pille su velocidad de crucero. No hay necesidad de calentarse porque queda etapa, tanto que llegaremos a los 4.000 metros de desnivel. Así que a mirar hacia arriba y sentirse un privilegiado, que es lo que nos suele transmitir el Tourmalet. Foto en la cima y rumbo al Lac de Payolle.
Medio Aspin para no perder ritmo. Lugar idílico para el avituallamiento Infisport. Sol, buena temperatura… y retorno al Tourmalet. Esta vez desde St Marie Campan. La ascensión más mítica. La primera que se hizo en la historia. Vía La Mongie. Viseras, monolito, historia y una nube amenazante en la cima que solo asusta, pero que no acaba de descargar agua. Así que hay que aprovechar el regalo para descender y buscar los últimos deberes del día. Luz Ardiden. Final de imnumerables etapas del Tour.
Es uno de esos puertos ideales para finalizar. Duro, pero sin paredes. Constante, pero con algún descansillo. Ni demasiado corto, ni demasiado largo. Perfecto si te has guardado fuerzas y quieres quemar los vatios que te quedan antes de irte al hotel. Además sin tráfico al estar cerrada la estación de esquí. No se puede pedir más. Calentón de los buenos. Y es que el Garmin marca que en la etapa han salido 122 kilómetros y 4.000 metros de desnivel. Así que se agradece el bocata de jamón con tomate que nos ha preparado Asur para recuperar las piernas y la cerveza para recobrar el espíritu. Así se hace más fácil pedalear y pensar en el día siguiente.
Antes, cena y por la noche sesión Joseba Beloki. De esas charlas que aprendes más de ciclismo que en tres días de un curso de entrenadores.
SÁBADO. TROUMUSSE Y GAVARNIE. TOCANDO LA NIEVE
Nuevo vistazo al cielo nada más levantarnos. No hay sol. Pero tampoco llueve y parece que no lo va a hacer… así que rumbo a los puertos con menos ‘nombre Tour’ de esta zona de los Pirineos pero que en belleza y dureza pueden competir con cualquier otro, incluso superarlo. Calentamiento camino de Gedré en esos falsos llanos que pican tanto que no hace falta salir vestido de largo aunque haya 14 grados. Giro a la izquierda y todo hacia arriba.
Troumusse es de esos puertos que recuerda al ciclismo de antaño. Carretera estrecha, bacheada, con asfalto antiguo pegado con brea. No es el día para que se derrita, pero sientes ese tacto rugoso que pone más problemas de los normales a la bicicleta para avanzar. Tráfico justo. Cuatro gotas al inicio que no nos desaniman. Conforme avanza la ascensión se va despejando el cielo.
Los pastos van dejando espacio a las piedras y a la nieve. Y sobre todo al agua. Estamos en pleno deshielo y caen chorros de agua por todas las vertientes de la montaña. Pocas veces podremos ver un paisaje como este. Pese a dar pedales, a veces en rampas de hasta el 12%, se disfruta de un lugar así. Eso sí, todo tiene su peaje. A falta de un kilómetro para coronar la nieve no solo está en las cunetas, sino que un alud ha tapado por completo la carretera. Muro de hielo y nieve imposible de superar. Foto y para abajo hacia el avituallamiento.
Y de allí a Gavarie/Col de Tentes. Otros diez kilómetros de falso llano ascendente. Se pueden meter o no en la subida, pero acaban haciendo daño. En Gavarnie arranca un puerto que si solo miramos los números tiene olor a Tour. Casi 11 kilómetros a una media del 7,5% y la cima a 2.200 metros de desnivel. De esos que puedes meter ritmo y sufrir todo lo que quieras. Y que se multiplica la dureza cuando sopla viento. Eso sí, al final hasta podías protegerte entre las paredes de dos y tres metros de nieve que había en los kilómetros finales. Paisajes que recuerdan al Giro en el Stelvio y el Gavia. Privilegio en la cima, cubierta por completo de nieve y con el paisaje de Boucharó. Y al fondo, Ordesa.
Deberes casi hechos. Queda bajar. Volver a comer. Y afrontar el largo descenso hasta Luz St Sauver con la sensación de haber salvado otro día que se preveía de invierno y que resultó ser de primavera indulgente. Los 90 kilómetros y 2.700 metros de desnivel merecen otro bocata de jamón con tomate y sesión de charleta al sol de la terraza del hotel Montaigú. Momentos de esos que solo se disfrutan cuando el cuerpo está dolorido por el esfuerzo y necesita descanso.
DOMINGO. CRONOESCALADA PARA ACABAR
Esta vez la app de alarma de lluvias nos plantaba la nube justo encima de nosotros. Y no falló. Diluvio durante el desayuno y nuevo cambio de planes. Hautacam y Aubisque cubiertos por las nubes y la niebla. La solución, chubasquero y cronoescalada a Luz Ardiden, que para eso está a la puerta de casa. Y sobre todo, la ventaja de llevar la furgo de apoyo con nosotros por si se ponía a diluviar. Que cambiarse de ropa en la cima para afrontar una bajada con agua es un privilegio.
Así que en los 10 primeros minutos sin lluvia a las bicis y a rodar. La alegría nos dura cinco minutos. Comienza a jarrear en la primera rampa de Luz Ardiden. Solo dura dos minutos. Suficiente para probar la eficiencia del chubasquero y los botines de agua. Al menos no hace nada de frío, así que incluso se puede ir de corto. El cielo deja de descargar y nos permite subir sin problemas. Ritmo alegre para dar el último trabajo al cuerpo. Niebla en los últimos 500 metros que dejan un paisaje espectacular desde la cima.
Eso si, casi ningún loco dando pedales como nosotros. Cima, foto y guantes secos, camiseta interior seca, chaqueta de invierno, botines… Y a entrenar el descenso con agua, que también es parte del ciclismo. No nos libramos de un nuevo chaparrón, pero ya da igual. Deberes hechos. 30 kilómetros y 1.000 metros de desnivel. Ideal para entrar en la ducha de agua caliente y abrir el apetito para el último bocata de jamón con tomate. Pirineos nos ha vuelto a dejar hambrientos, así que habrá que repetir en 2019…