Suena el teléfono y es David García. Me dice que se acaba de apuntar a la Pax Avant y que se viene con ciclored.com. Inevitablemente empezamos a hablar de los puertos. Nosotros sólo los hemos visto sobre el perfil y ya parecen duros, pero él se los ha machacado encima de la bicicleta. Conoce el terreno y me suelta una frase que todavía no se me ha olvidado (y creo tardará en hacerlo) Labays… a flipar. El juego de palabras es sencillo, el nombre del último puerto castellanizado, pero el trasfondo tiene más miga que un pan de gachas. Lo flipamos…y no fuimos los únicos. Los números cantan y el 25% de los que afrontaron el reto de los 191 kilómetros de la Pax Avant no entraron en clasificaciones.
Orden de llegada Pax Avant y Tributo
Las fotos de la Pax Avan by David García
La bestialidad de la Pax Avant tenía nombre, apellidos y desnivel acumulado. Laza, Orhy, Bagargi, Santa Engracia (Soudet), Lie y Labays (LaPierre de St Martin) y 5.000 metros. Son de esos en los que una pájara no te hace perder minutos, sino días. Ninguno era sonoro y encumbrado por el Tour de Francia, de esos que con solo oírlo hace que tiemblen las canillas de cualquier cicloturista. La ronda gala toca poco esta zona del Pirineo, las carreteras no son las mejores y el Tour últimamente sólo sube por ‘autopistas’. Sólo la cara norte de Orhy, que es el Larrau, está en el imaginario colectivo como aquel puerto en el queIndurain se dejó el Tour 96 camino de Pamplona. Lapierre de St Martin también suena al cicloturista, pero como una pesadilla en aquella calurosa QH de 2002. Los demás… semidesconocidos que nos regalaron kilos y kilos de ácido láctico.
Tampoco le eran extraños los puertos a Yann, el francés del grupo, que en sólo dos años con la bicicleta de carretera ya se los había subido en varias ocasiones. A Ángel, veterano de batallas como la Irati Extrem o la Etapa del Tour, también le daban respeto, así que la tarde-noche del viernes la dedicamos a compartir experiencias, datos, porcentajes, rampas y fechorías realizadas en los puertos y marchas más duros que había hecho. No lo sabíamos, pero se iban a quedar cortas.
El sábado toca diana a las 6.30 (el lujo de dormir a buen precio y a sólo 50 metros de la salida en los Apartamentos Isaba) y toca meterse un desayuno a base de hidratos de todos los tipos (bollería incluida) para afrontar el reto. Lo hacemos con la tranquilidad de que sólo hay que sacar la bicicleta a la calle para estar en la salida. Y desde primera hora sobran manguitos y perneras, así que a nadie se le escapa que el día va a ser de esos de ‘canícula sobre el pelotón’ como suele rezar Javier Ares o de brea derretida en el asfalto, como repite Perico Delgado en todas las retransmisiones del Tour.
En los primeros kilómetros no existe la tensión de otras cicloturistas por colocarse en cabeza. Lógico. La subida a Laza se afronta con cierta tranquilidad. Llega Orhy, el pelotón descompone en mil grupos y el maillot comienza a cambiar de color por efecto del sudor. Cima y rápido descenso en busca de Bagargi, la primera ‘trampa’. Para el que no lo conozca el día antes el bueno de David lo definió como un Marie Blanque con mala leche. Tenía más razón que un santo. Los cinco kilómetros finales del puerto agarran la rueda como si estuvieran hechos de pegamento y obligan a mirar tres veces a los piñones para comprobar por qué leches no funciona el cambio.A la cuarta te das cuenta que llevas la paellera metida desde el inicio y que con eso hay que tirar hasta la cima.
Muchos minutos después en el avituallamiento de Bagargi toca cargar los depósitos de líquido y afrontar un complicado descenso salpicado con media docena de repechos de plato pequeño. Al llegar abajo el Garmin canta que la media de velocidad es de 25 por hora… y no subiría demasiado más en todo el día.
Santa Engracia – Soudet arranca con paisajes y porcentajes similares al Portalet y con el sol empeñado en agujerear la espalda del maillot. Duran poco los desniveles amigos y pronto el Soudet empieza a golpear los músculos. Alterna rampas del 13% con descansillos.Ideal para discutir con el Gps y los carteles de la carretera sobre cual es la media real de cada uno de los kilómetros. La sensación es que uno de los dos nos está engañando y el asfalto pica mucho más de lo que dicen los números.
Se va más de una hora en coronar Santa Engracia y volver a rellenar combustible. Llega el Col de Lie, un collado de la Hoz con más mala leche todavía, que deja el cuerpo sin ganas de afrontar Labays. El cartel inicial pone 18 kilómetros a la cima y hay que autoengañarse para no pensar que todavía quedarían otros ocho más para coronar Lapierre de St Martin y emprender el descenso a meta.
En Labays el ciclismo se hace agónico. Calor, rampas que siempre rondan el 10%, asfalto rugoso, más de cinco horas encima de la bici y casi 4.000 metros de desnivel acumulado ya en las piernas. Así que toca meter la reductora desde el inicio y decir eso de «quién me mandaría a mí meterme en esto… con lo bien que se estaría en playa…».
Solo al coronar Lapierre de St Martin se borran todos los pensamientos malos. El subconsciente se centra en bajar lo más rápido posible para pasar la meta , tirarse como un poseso al avituallamiento final y comprobar cómo una sesión de bici así deja un morenito arlequín digno de esconder en cualquier playa. Y como regalo… una cena de esas en las que el restaurante te ve con tanta hambre que te deja la perola de judías al lado para que te vayas sirviendo. Pelotazo a todas las normas de nutrición.
Qué le vamos a hacer, es lo que nos gusta… así que tras el descanso en Isaba, con todos los viajeros de ciclored en meta, tocaba emprender viaje a Val Lourón para ver el Tour, pero eso, ya es otra historia.
PD: Las fotos son obra y gracia de David García, que además de dar pedales deprisa tiene tiempo de fotografíar al pelotón y a los paisajes.
