La región de Flandes engaña. Desde el aire, cuando el avión se aproxima a Bruselas, el paisaje parece una alfombra interminable, apenas interrumpida por pequeñas ondulaciones coronadas por árboles. Pero en Flandes nada es tan inocente como parece: cada una de esas lomas es un escenario de guerra, un muro convertido en tradición. Medio centenar de carreras al año se disputan sobre estas cuestas cortas, afiladas y casi siempre adoquinadas. Subidas de menos de dos kilómetros, sí, pero con porcentajes que rozan lo inhumano. Aquí desgranamos los muros más míticos del ciclismo flamenco.

Kapelmuur: El altar del ciclismo

  • Distancia: 900 m

  • Pendiente media: 6,3%

  • Máxima: 20%

El Kapelmuur —o Muur van Geraardsbergen— es más que un muro: es una ceremonia. Durante décadas dictó el destino del Tour de Flandes, y difícilmente pasa un año sin que varias pruebas lo incluyan en su recorrido. Ahora es habitual de la Omloop Het Niewsblad. Su dureza no reside en la distancia, sino en esos 200 metros dentro del bosque, donde los adoquines rotos y el 20% de pendiente obligan a exprimir hasta la última gota de fuerza. La ascensión culmina de forma solemne: un bar a la izquierda, la curva emblemática y la capilla vigilando desde arriba. Un santuario para ciclistas y aficionados. Durante el Tour de Flandes cicloturista se sube en los recorridos de 237 y 170 kilómetros.


Koppenberg: El muro que te pone rodilla a tierra

  • Distancia: 630 m

  • Pendiente media: 11,6%

  • Máxima: 22%

El Koppenberg es el coco de Flandes. El muro al que se teme y se respeta. Situado al sur de Oudenaarde, sus 630 metros parecen inofensivos hasta que la carretera se empina y los adoquines se convierten en un rompecabezas. La pendiente se dispara al 22% y, con lluvia, mantenerse sobre la bicicleta es casi un acto de fe. No es extraño ver a profesionales echando pie a tierra en medio de la ascensión como sucedió en 2024 con el 95% del pelotón. Hubo un tiempo incluso en que el Tour de Flandes lo prohibió por su peligrosidad. Hoy, su sola presencia en el recorrido ya es un aviso de batalla. En la cicloturista se sube en todos los recorridos y tiene un punto especial, la organización te para antes de subir para salir en grupos pequeños y que haya espacio suficiente para que todos puedan intentarlo sin echar pie a tierra


Oude Kwaremont: la subida que desgasta

  • Distancia: 2,2 km

  • Pendiente media: 4,3%

  • Máxima: 11%

El Oude Kwaremont no intimida por sus números, sino por su interminable desgaste. Con 2,2 kilómetros de subida adoquinada, es el tramo en ascenso más largo de toda Flandes. En los últimos años se ha convertido en el corazón del Tour, el lugar donde se abren huecos, se rompen grupos y se desatan los movimientos decisivos. Pogacar ha atacado en este muro en todos sus participaciones. Su inicio concentra los porcentajes más serios, pero la agonía continúa casi un kilómetro más sobre un pavé castigado por el tiempo. Tan célebre se ha vuelto que incluso tiene su propia cerveza, la Kwaremont, que patrocina el Tour de Flandes y que puedes beber en ‘nuestro’ Refuge Kapelleberg. En la cicloturista se sube en todos los recorridos.


Paterberg: El muro del vecino visionario

  • Distancia: 400 m

  • Pendiente media: 13%

  • Máxima: 20%

Pocas historias definen tan bien el espíritu flamenco como la del Paterberg: un vecino quiso que el Tour de Flandes pasara por su puerta, así que adoquinó el camino. Y de aquella decisión nació uno de los muros clave del ciclismo moderno. El Paterberg es el último gran obstáculo antes del tramo final hacia Oudenaarde y suele ser el escenario del ataque definitivo. Tras un viraje abrupto, no queda otra que quitar plato y plantarse ante una pared del 13% que empieza casi desde parado. Con el suelo mojado, el reto roza lo imposible. Un muro que impresiona antes incluso de empezar a subirlo. Es el último tanto para la cicloturista como para la carrera pro.


Molenberg: La esencia del ciclismo antiguo

  • Distancia: 400 m

  • Pendiente media: 9,8%

  • Máxima: 14%

El Molenberg huele a ciclismo de antaño. Durante años fue de los primeros muros del Tour de Flandes y, muchas veces, el detonante de los primeros cortes serios. Su acceso ya es una postal clásica: carretera estrecha de cemento, giro brusco para salvar un arroyo y, de golpe, el inicio de una pared adoquinada donde cada bache cuenta. No llega ni al medio kilómetro, pero su estrechez y la irregularidad del pavé pueden romper una carrera en cuestión de segundos. Es la clave de la Omloop de los últimos años y durante la cicloturista se sube en los recorridos de 170 y 130 kilómetros.

CICLORED
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