El cicloturista medio es un apasionado coleccionista de experiencias. Sale en bici para disfrutar y anotar muescas en su fusil. Una obligatoria tiene que ver con la etapa más mítica del Tour, la que pasa por Galibier y termina en Alpe d Huez. El inicio… pues Madeleine o como en este caso Glandon/Croix de Fer, para cerrar el círculo. Sin una Marmotte Alpes, un reto propio de los profesionales que siempre hemos visto por la tele, falta algo. En este mes de julio casi una treintena de ciclistas selló su pasaporte en las 21 curvas.
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Pero siempre antes de La Marmotte tenemos una opción de ‘calentar’ las piernas por los puertos míticos de los Alpes. En esta ocasión una semana rodando por Lautaret, Galibier, Izoard, Mollard, La Madeleine, Chaussy, Croix de Fer, Lacets de Montvenier, Col de Solude, Vaujany, Pass de la Confessión, La Sarenne y, por su puesto, Alpe d Huez. Esa era la idea. Sin prisa, sin presión, solo rodar y disfrutar. Sumar puertos y experiencias y conocer de primera mano los lugares en los que ha fabricado la historia del ciclismo. Porque los valles de Maurienne y Serre Chevalier son la esencia del ciclismo. Lo que muchos de nosotros hemos soñado durante años y nos teníamos que conformar en ver por la tele. Primero a Perico, Lemond y Fignon, después a Indurain, Pantani, Chiappucci y a Beloki, Armstrong, Contador, Sastre, Ullrich. Esa es la sensación. Vivirlo. Sentirlo en tus propias piernas. Analizar el cansancio que se acumula saliendo cada día a superar 3.000 metros de altitud. Probando a descansar los últimos días para llegar fresco a La Marmotte. Conocerse. Entender tu cuerpo. Y no hay mejor escenario que ese.
Clasificación Marmotte Alpes 2019 >
PRE MARMOTTE 2019
Por eso si llegas a Bourg d Osians un domingo y por la tarde diluvia y no puedes subir el Alpe d Huez, (y sabes que después te tienes que ir a Dolomitas y no vas a poder subirlo) pues no te importa levantarte a las 06.30 de la mañana para hacer una ascensión matutina en solitario y con las primeras luces del alba. Y llegas arriba. Te haces la foto. Bajas por la curvas y cuando llegas al hotel a desayunar eres uno de los tios más felices del mundo, aunque por delante quedasen las subidas a Lautaret e Izoard. Da igual.
Además al remontar Izoard por Briancon, con un calor típico del Tour, 34 grados, y coronar con lo justito. Pues siempre salen el friqui que todos llevamos dentro. Y se alarga. Aunque sean 3 kilómetros para abajo y ver de nuevo la Casse Desserte. Y hacerte una foto en la estatua de Coppi y Bobet. Ciclismo. Y como también suele suceder en Alpes, después de un día de calor viene una tormenta de época.
Al día siguiente tocaba el Galibier por la vertiente de Briancon/Lautaret, la misma que subirán en el Tour en 2019 y por la que ascendieron en el de 2011, cuando venció en la cima Andy Schleck. Solazo y a rodar. Un día de esos en los que disfrutas del ciclismo rodeado de montañas y con decenas de aficionados como tu pedaleando por allí. Las fotos salen solas. Paisajes Tour. Y el avituallamiento habitual en Valloire y el paso por el hotel antes de ascender uno de los lugares menos conocidos de Alpes, pero con una estética especial. Es la ascensión a Col du Mollard (que se puede alargar hasta Croix de Fer) por el pueblo de Villargondran. Casi 20 kilómetros de puerto y con 10 de ellos en medio de un bosque con unas 40 curvas de herradura. Agradable, sobre todo para el calor que volvía a hacer en los Alpes.
Y al día siguiente más fiesta con una de las etapas más completas de todo el viaje por Alpes. Salida hacia el desconocido y bello Col du Chaussy. Mítica ascensión después a La Madeleine, uno de esos puertos que a poco que estudies sus números te das cuenta de lo bestial que es. Foto en la cima con el Mont Blanc de fondo. Y remate en los Lacets de Montvernier.
Para el jueves Marc que se unía a la grupeta de Álvaro, Óscar, Gerardito y Jaime. A primera hora… pues Lacets, que Marc no había podido subirlos. Nivel ciclista friqui a tope. Y después la eterna Croix de Fer desde St Jean de Maurienne. Otra cima mítica y que adquiere su color Tour en los últimos ocho kilómetros. Estrechos, empinados y duros después de otros 20 de ascensión en las piernas. Abajo queda la subida a Vaujany para rematar otro día y empezar a pensar en La Marmotte.
El viernes y sábado se incorporaba el resto del grupo para afrontar La Marmotte, así que los ‘deberes’ para los que ya venían con cansancio acumulado.. de lo mas leves. Pass de la Confessión por un lado y Col de La Sarenne, para que el cuerpo asimilase todo lo anterior. Y para los nuevos, lo suficiente para activar las piernas antes del gran día. Porque La Marmotte Alpes es eso, una gran reto, se afronte de la manera que se afronte.
MARMOTTE ALPES 2019
La Marmotte Alpes no es un juego. Para solamente acabarla tienes que haber entrenado durante toda la temporada y haber cuidado la alimentación y las horas de descanso. No es como otras marchas, que se pueden hacer tranquilamente y sin forzar. En Marmotte el hecho de salir a rodar y no exprimirse está solo al alcance de unos pocos privilegiados. Los demás, en un momento y otro, acaban pasando un mal rato. Por eso además de piernas hay que llevar la cabeza bien preparada para lo que queda por delante.
Pese a la lluvia de primera hora, en la Marmotte Alpes 2019 hizo un clima perfecto, que siempre ayuda. Ni demasiado calor, ni demasiado frío. Chaleco y manguitos para bajar. Ideal si tenemos en cuenta que la cima de Galibier está a 2.700 metros de altitud. Allí estaba nuestro puesto de apoyo para ayudar a los ciclistas que nos acompañaban. Una prenda de abrigo, una palabra de ánimo, un alto en el camino. La seguridad de que no te ibas a tirar al vacío sin red.
Por eso los primeros kilómetros desde Bourg d Osians hasta el Lago de Allemond hay que tomarselos con calma. Nadie esprintar para coger sitio y empezar a subir en cabeza el Glandon. Relegado en fama al lado de sus dos compañeros de ruta, muchos se olvidan de que es un puerto de 25 kilómetros en el que se salvan más de 1.200 metros de desnivel y acaba a 2.000 metros de altitud. Supone más de una hora larga de esfuerzo. Cansancio que se puede mitigar en el descenso hasta La Chambre, pero que vuelve a aparecer en los 20 kilómetros pestosos hasta Saint Michel de Maurienne.
Allí se produce uno de los momentos que ningún cicloturista que ha llegado hasta allí olvida. Ver el cartel de cima de Galibier a 35 kilómetros y pensar. Madre mía lo que queda. Porque el Telegraphe por sí solo ya es un puerto que en cualquier otra circunstancia sería una referencia, 12 kilómetros al 7% de media, pero aquí es la antesala de lo que viene. Y sigue haciendo daño, aunque en el descenso hasta Valloire creas que tienes la mitad de los deberes de Galibier hechos. Después queda la épica. Los ocho kilómetros finales hasta el cielo en los que las rampas nunca bajan del 8% y que a veces te asustan por encima del 10%. Un lugar por el que un ciclista que ama este deporte debe pasar al menos una vez en la vida. Una sensación única al ver las curvas del último kilómetro.
Un descenso que hasta cansa camino de Bourg de Osians. Y un puerto, Alpe d Huez. No es ni el más duro, ni el más bello, pero si el más histórico. Y durante la Marmotte Alpes, un auténtico muro en el que hay muy pocos que no han doblado la rodilla. Porque los dos primeros kilómetros al 12% después del cansancio acumulado son brutales. Te rompen cualquier ritmo, cualquier sensación de alegría. Después vas descontando curvas. Sabes que son 21 pero juegas a juntarlas, a restar, a minimizar el dolor de piernas. El Alpe d Huez se baja la mirada con la esperanza de levantarla y verte tres herraduras más arriba. Rememoras cuando lo subiste el día anterior y jugabas en los planos de las curvas. Hoy ya todo es una pared, hasta el último kilómetro, que los números dicen que es prácticamente llano, pero que se acaba haciendo igual de duro que el resto. Y la cumbre y la meta es eso, el final de un camino que a todos les ha costado esfuerzo recorrer, sin distinciones. Pero que da una sensación de plenitud ciclista que es difícil de explicar a los que jamás la han vivido.