La vida en rosa. Más de 6.000 voluntades pedaleando juntas en el sueño de La Mussara. Un reto en el que el Team Ciclored se siente parte de la familia. Es muy fácil cambiar los colores rojos y blancos por el pink dream y adherir a cada año a 20 ciclistas para disfrutar por las carreteras quebradas del Priorat.
Para ayudar a cubrir las carreteras de rosa aportamos ciclistas de Ibiza, Madrid, Huesca, Toledo, Castellón, El Papiol, País Vasco,… y hasta Uruguay. Alex, un antiguo jugador del rugby que cambió el balón ovalado por una esposa en Ibiza y una bicicleta para descubrir paisajes, esfuerzos y retos.
Incluso adelantamos el sueño un día antes. El jueves tarde Eduardo, Alex, Eduardo, Ramón, Pedro, Ángel y el que escribe ya estábamos ‘concentrados’ en Reus. Tranquilidad para salir a rodar el viernes con una grupetta de lujo. Idioa e Íñigo, con los que compartimos pedaladas en Amstel, Silvia Tirado, directora de Tandem Magazine y compañera de ruta en Mallorca 312 y como jefa de filas y guía Cristina Aznar, que se conoce las carreteras como la palma de la mano.
Con hora y media suave al sol de Tarragona (necesario después de cuatro marchas seguidas con agua) fue suficiente. Maillots, fotos, control de firmas, un pabellón inmenso y amplio y la última gama de Trek para ver, tocar y soñar. Dorsales a las bicicletas y a descansar con la vista puesta en el Giro.
Por la tarde, turno para que el grupo del Bici Muntanya Papiol ‘aterrizase’ en La Mussara. Nueva visita a la Feria. Un lugar de esos que se convierten en un hervidero de amigos y cada diez minutos encuentras uno nuevo para charlar. Óscar Pereiro, Sergio Palomar, Albert Jové, Jordi Prat, Anne Bizimartxak, Santiago Arrufat, David, Luis, Tere... Casi que daba pereza irse a cenar con tantas horas seguidas de charleta ciclista.
Carga de hidratos. Bicicletas bajo llave y a dormir a pierna suelta con la tranquilidad de que la salida está a sólo un kilómetro del hotel.
A VIVIR EN ROSA
Madrugón corto, ventajas de dormir a un kilómetro de la salida, y lo primero, mirar al cielo. Despejado, soleado y a alguien que se le había olvidado cerrar la puerta. Vientazo para meter dureza al día, así que ración extra de desayuno por si acaso había que gastar más fuerzas. Rosa en pecho y los valientes de la marcha dura a las 06:45 en meta. Media grupeta de Bici Muntanya El Papiol se atrevía con los 180 kilómetros y casi 3.000 metros de desnivel de La Mussara. Un reto corto para una grupetta capaz de hacer El Papiol-Pamplona atravesando la mitad de los Pirineos. El resto, media hora más de sueño y descanso y a las ocho menos cuarto a esperar la salida.
Una marea rosa de 6.000 ciclistas puestos uno a uno en fila… impresiona. Y más cuando los ves pasar casi a todos. Cajones separados y 2 minutos entre uno y otro. Ideal para evitar atascos y tensiones en salida. Además, que el viento se había empeñado en soplar de cara los 15 kilómetros de salida hasta el inicio de La Mussara.
Hormiguitas a rueda. Relevos para colaborar y en un abrir de ojos a competir en las rampas de La Mussara. Un puerto de esos en los que sólo hace falta un poco de fuerza de disfrutar. 10 kilómetros sin ninguna rampa por encima del 8% y curvas abiertas para coger velocidad. Montaña arriba con el reto de bajar de 33 minutos y ganarse un puesto en el Salón de la Fama. Juegos ciclistas que sólo son posibles cuando la carretera está cortada al tráfico y permiten competir por un sueño.
Curva, sufrimiento, más curvas, más sufrimiento. Alguna rueda amiga. Otras que te torturan con sólo seguirlas. La ventaja de la tija Racormance de basalto cuando hay que pillar baches y adelantar por la izquierda. Cuello arriba en busca de las antenas. Plato, cambio de ritmo, sprint…. ¿por qué no? Hoy sí, que se puede. Y en la cima trago de agua en el avituallamiento y al carril derecho para afrontar un descenso de esos con casi más subidas que bajadas.
Terreno rompepiernas para seguir peleándose con el viento y las piernas para coger velocidad. Dos segundos de charleta con Jordi Artigues, con el que ya compartimos kilómetros en 2016, y a seguir ‘sufriendo’ en Picorandan. Un puertecito majete en el que probar las piernas después del esfuerzo anterior. Práctica de entrenamiento de recuperación. Sensaciones necesarias para el resto de la temporada.
Alguna rampa ‘perdida’ al 10% y más descenso ‘falso’ con repechos. Sube y baja continuo para quemar el músculo y habituarle a los cambios de ritmo. 10 kilómetros de descenso y desvío a la izquierda para tomar el tren Alfoja-Reus. Viento huracanado a favor y terreno picando casi siempre hacia abajo para entrar en meta.
Al resto le quedaban más de 90 kilómetros de ‘trabajo’ por las tierras del Priorat, sin un kilómetro de descanso, con el viento apretando cada vez que levantabas la cabeza y salías del grupo y una nueva cronoescalada a Coll Roig. Después… tren a Reus.
Y en meta, masaje, bicicletas guardadas, gorra para los que acaban la versión larga y buffet de pasta de calidad. Lasaña, spaghettis, tallarines, canelones… en cantidades industriales, con opción de repetir y postre en forma de fruta y coca con nutella (un vicio para recuperar peso). Comida sentados, temperatura agradable… y ideal para echar horas de ciclismo conversacional.
Aparecen todos los del Papiol, sin problemas y ruta terminada, Juan, con el que hacemos planes para Dolomitas. Joan, que se recupera de una antigua lesión, Francisco, al que veremos dentro de una semana en la Pre QH, Sergio Palomar, que aumenta nivel a golpe de watios, Albert, con el objetivo del Stelvio, Gavia y Mortirolo, Rubén, responsable de Trek Demo y con el que compartimos kilómetros… y pasión por sus bicicletas. Y todo con el fondo del Giro de Italia cantando los ataques de Valverde en el sterrato italiano.
Horas para relatar experiencias, compartir kilómetros en común y reservar fuerzas para lo que queda de 2016…. y soñar con La Mussara de 2017.