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La Etapa del Tour 2017 y el Tour. Una semana de ciclismo completo

El Tour lo puede todo. El ciclismo sin él no habría llegado a todos los rincones del mundo. Y La Etapa del Tour 2017 es el reflejo de que su fama transciende con mucho las fronteras de Francia y del resto del viejo continente. Para esta edición se reunieron más de 70 nacionalidades distintas en la salida de Briancon. Un maremagnun de idiomas al que aportamos nuestras variedades de castellano, la del grupo de mexicanos que nos acompañó y las diversas de la península. Distintas palabras para decir lo mismo. Que nos apasiona esto de dar pedales y ver cómo los que son mejores que nosotros sufren en las mismas cuestas.

FOTOS Tour y Etapa del Tour 2017 >

A la Etapa del Tour no se puede llegar sin un calentamiento previo y menos recién bajado del avión, como habían aterrizado Xavier, Dani, Gustavo, Luis, Álvaro y Javier. Así que después de montar el Campo Base en Cesana Torinese, justo en la frontera italiana con Francia y al pie de Sestriere, había que dar pedales.  Etapa suavecita para coger ritmo. Monginevro primero (se llama así por la cara italiana) y descenso hacia Francia para subir el Col de Echelle, liviano y asequible hasta sus dos últimos kilómetros, eso sí, plagado de cicloturistas preparando la Etapa del Tour. Y en la cima… descenso hacia Bardonecchia y retorno a Italia para velar armas.

Visita obligatoria al Village de La Etapa del Tour. Un lugar de esos que debes ir con una tarjeta de crédito sin límite o con los ojos cerrados. Tentaciones por todos los lados. Bolsa recuerdo del Tour y fotos con Frank Schleck, que estaba invitado por Mavic. Cena italiana en el Hotel Casa Cesana (aquí no hace falta decirles que necesitábamos hidratos de carbono para el día siguiente, los tienen de todos los colores y sabores) y a dormir para soñar con Vars e Izoard.

La Etapa del Tour

Como en cualquier etapa del Tour… la salida siempre es una fiesta con música y animación. No iba a ser menos. Desde las 07.00 comenzaron a salir por cajones los más de 15.000 cicloturistas que estaban apuntados a esta edición. A nosotros, que no nos gusta madrugar, nos procuramos dorsales traseros. Así que hasta las 08.30 no tomamos la salida. Tiempo para degustar el café y los bollos que obsequia el Tour en la salida de cada etapa. ¿Hay que cumplir las tradiciones, no?

Vars, Izoard, comer, beber, sudar

A pedalear. Los primeros kilómetros de la Etapa del Tour 2017 eran de terreno principalmente descendente en dirección a Embrun. Tiempo para rodar rápido pese al viento, que a pesar de que era muy temprano ya soplaba de cara. Eso sí, no todo iba para abajo por la N24.

El Tour, como patrimonio nacional de Francia que es, suele pasar por pueblos pequeños, así que los giros a la derecha suponían subir repechos para rendir visitas a Reotier o Chatearoux. Lugares por los que jamás irías en bici pero que se habían echado a la calle para animar a los cicloturistas como si fuesen el Tour.

Avituallamiento en Embrun con pasas, barritas, geles, bollos, pan, queso, bebida isotónica, coca cola, agua con gas, sin gas… buffet libre más que apetecible en el que había que mirar para otro lado para marcharse. Quedaba remontar el lago de Embrun hasta Chorgues y afrontar la ascensión a Vars, unos de los puertos míticos de la historia del Tour y que empezó a castigar las piernas.

Por lo menos la temperatura comenzaba a remontar y de los 18 grados de la salida ya estábamos a más de 25. Ideales para afrontar la bajada, superar el kilómetro 100 y llegar a Guillestre con hambre de un segundo avituallamiento. Allí, además, con la sorpresa de encontrarnos con Frank Schleck. Más de 15 minutos de charleta con uno de los protagonistas del Tour, fue tercero en 2011, con tiempo para debatir sobre el cicloturismo y sus recuerdos de Izoard. Y para constatar que pese a llevar unos meses retirado todavía no ha ganado ni un gramo de peso.

 

Desde allí quedaban 31 kilómetros para la cima del Izoard. Los primeros 15 para remontar todas las Gargantas do Guil, uno de los desfiladeros más bellos de Francia. Terreno con ligero porcentaje ascendente pero con viento a favor. Ideal para volar en busca del mito. Antes el cruce con el Agnel y el Castillo de Queyras, otro de esos que son de cuento de hadas.

Giro a la izquierda y hora de competir. El Tour había decidido cronometrar la subida a Izoard a través de la aplicación Strava. Eso iba a suponer 14 kilómetros de sufrimiento camino de la cima. Como añadido, el calor, que por entonces ya hacía más de 30 grados.

Tocaba remar por las rampas de uno de los puertos que encumbró a Fausto Coppi. Y ese era un detalle que ayudaba. Cada kilómetro para la cima está marcado con un cartel con el porcentaje, la distancia que resta y el homenaje a un ciclista que ha hecho historia allí. Merckx, Bobet, Coppi... Cada uno era un paso hacia la cima.

Izoard se vuelve casi cruel en los nueve últimos kilómetros. Porcentajes del 12 y del 14% te acaban de machacar. Miras alrededor y ves las mismas caras de esfuerzo, incluso a alguno que se ha pasado y ya va caminando. Sufrimiento continuo que alegra la vista en la Casse Deserte y su paisaje lunar. Allí un descansillo en bajada marca los dos kilómetros finales. Agonía al 12% y final por debajo de la pancarta oficial. Fotos y más fotos. Vistazo al GPS para comprobar que se ha grabado bien… y a avituallarse.

El sprint final

Para acabar, todavía había que bajar Izoard con destino a Briancon. Eso sí, con todo el tráfico cerrado, igual que el resto de la Etapa del Tour, quizás una de las grandes diferencias con el resto de las cicloturistas. Y en el Village, foto oficial, medalla, bidón de recuerdo, masaje y pasta party viendo en directo el Tour de Francia. ¿Qué más puede pedir un friki cicloturista como cualquiera de nosotros?


Y DESPUÉS… GALIBIER, FINESTRE, SESTRIERE, GRANON… Y EL TOUR

Lo mejor después de la Etape del Tour es que todavía queda Tour. Si. El que nosotros habíamos montado. Era casi un delito marcharse de Cesana Torinese sin subir todos los puertos que había alrededor. Así que con las piernas pidiendo caña hicimos la etapa Giro de Italia.

Fresco para ascender a Sestriere, que empezaba en la misma puerta del nuestro Hotel. Cima mítica de Giro y Tour para Indurain, Chiapucci o Rijs… y centro de entrenamiento en altitud del equipo Astana y Fabio Aru.Sestriere suena a ciclismo igual que el Colle della Finestre. En el Giro solo se ha subido en tres ocasiones pero sus diez kilómetros finales de sterrato llaman a la épica y al ciclismo antiguo. Allí sufrió Contador para rematar su última corsa rosa hace tres temporadas. Desde entonces la montaña ha ganado terreno y por eso elegimos la otra vertiente, al de Pragelato, para afrontar la ascensión.

Carretera estrecha, rampas imposibles alternadas con falsos llanos y casi ausencia total de coches. Paisaje idílico para cualquier cicloturista. Placer sobre ruedas con avituallamiento en la cima… y la niebla tapándonos las vistas de la vertiente de sterrato. La única pega de una etapa que acabó con la segunda subida a Sestriere y una tarde para recuperar esfuerzos.Y es que el martes rendíamos visita al Rey de los Alpes. Galibier. Con él sobran las palabras y más si está vestido de Tour de Francia. La etapa del día siguiente recorría los mismas carreteras que nosotros. El Galibier ya era territorio Tour. Primera subida por los ‘llanos’ del Lautaret desde Serre Chevalier. En la cima todo cambia. Galibier se muestra agreste y repleto de ciclistas. Incluso algún Cofidis afinando la puesta apunto para el resto de la temporada. En la cima hay que hacer cola para fotografiarse con el Rey. Da igual. Así es el Tour.

Descenso entre los cientos de caravanas que ya esperan al Tour. Diez kilómetros de vehículos buscando un hueco para dormir a más de 2.000 metros de altitud y tener su espacio para gritar a Froome, Bardet, Uran, Contador y compañía. Para nosotros pedalear cuesta arriba entre ellos es casi como sentir el Tour. Se escapa algún grito de ánimo y una cerveza gratis de Anne, que no puede faltar a la cita.  Nueva foto en la cima… y hacia Briancon con viento de cara. Descenso de dar pedales y a terminar la etapa con Montgenevre. Día completo Tour. 110 kilómetros y casi 3.000 metros de desnivel. La cena nos la habíamos ganado.

 

DENTRO DEL TOUR

El miércoles llegaba el Tour a Serre Chevalier… pero había que seguir pedaleando. Nos esperaba el puerto ‘trampa’ de cada viaje Ciclored. Primero Montgenevre para entrar en calor y después las rampas interminables y sostenidas al 9% del Col du Granon. Solo se subió una vez en el Tour pese a estar en lugar idóneo para hacer un final de etapa. Eclipsado por Galibier e Izoard. Su poco fama le dota de una sensación de ciclismo vintage. La carretera es estrecha y botosa y, salvo que vayas durante el Tour de Francia, es difícil encontrar a algún cicloturista más.

Nuestro penúltimo reto. Así que tocó hacerlo al límite y sufrirlo. Más de 10 kilómetros agrestes con curvas en las que asomarse a la línea de meta del Tour, que se veía justo abajo, y al macizo de Galibier. Algo para mitigar el esfuerzo. Y en la cima… a recuperar y a ver el Tour. Colores, animación, caravana y centenares de personas ante una valla o frente a una pantalla gigante para seguir lo que pasa en Croix de Fer y Galibier, el mismo lugar por donde habíamos sufrido el día anterior.

Meta, Roglic primero, sprint por la bonificación después, podio… y a admirar ciclistas. Por mucho que los veas siguen impresionando cuando saltan de la pantalla de televisión y los tienes al lado. Delgadez extrema y músculos afilados al límite. Más aún en el Tour, donde la mayoría se juegan un contrato para 2018.

Pero el Tour y los ciclistas donde mejor se ven es en la salida. Ese era el objetivo para el siguiente día. Visita a Briancon para ver el inicio de la etapa reina del Tour, la que acababa en Izoard, la misma que habíamos hecho nosotros en La Etape del Tour. Primero salida femenina de La Course, después caravana publicitaria y por fin la llegada de los autobuses con los ciclistas. En el Tour todo tiene sus tiempos marcados para que no haya un segundo de aburrimiento.

Cada uno elige sus ídolos. Apasionados por las bicicletas y la mecánica disfrutan con los modelos punteros y la tecnología al límite. Como el 55×36 y 11×30 de la Canyon de Tony Martin para afrontar la etapa. O las bicis exclusivas y personalizas de Chavanel, Contador, Froome o Peter Sagan, que pese a no pedalear ya en el Tour sigue teniendo a su máquina como reclamo principal del bus del Bora. También para robar unos segundos a Alberto Contador, Haimar Zubeldia, Hayman, Landa, Chaves o el propio Tony Martin. Recuerdos selfies con intercambio de palabras que pueden ser incluso charleta con Ivan Basso o Paolo Bettini, con más tiempo disponible que los ciclistas.

En cuanto parte la carrera toca pegarse a la televisión para seguir cada instante de una etapa que nos sabemos al pie de la letra. No en vano es la misma que habíamos hecho 4 días antes. Izoard marca el camino. Duelen las piernas al verlos subir a ritmos imposibles por donde nos habíamos arrastrado. Pero aumenta las dosis de adrenalina y en cuanto llegan a meta toca coger las bicis y hacer la ascensión a la vertiente de Sestriere que nos quedaba y a San Sicario. Había que acabar nuestro Tour montados en bicicleta.

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