El Giro de Lombardia se llama la clásica de las hojas muertas no solo porque es en otoño y las carreteras lombardas esta repletas de hojas de castaños (y castañas), sino porque la temporada ciclista profesional muere en su línea de meta. Incluso el ánimo del pelotón marcha decaído y ya está buscando las vacaciones y el descanso. Todo lo contrario que nos sucede a nosotros. Pese a los 18.000 kilómetros que ya llevamos esta temporada Il Lombardia era una nueva ilusión cicloturista. Un destino en el que disfrutar con nuestros amigos ciclistas después de las buenas sensaciones que vivimos en 2017 en la primera edición de la Gran Fondo Il Lombardia.
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Y es que las carreteras que rodean al Lago de Como, pese a estar repletas de coches, te permiten sumar metros de desnivel con solo salir a pedalear. Sin querer forzar, ni hacer barbaridades por ser el final de temporada, acumulamos en tres dias 185 kilómetros y 4.415 metros de desnivel. Algo así como lo mismo que en una Lieja Bastogne Lieja, pero con 100 kilómetros menos. Eso sí, con el combustible perfecto para la ocasión. Las cenas a base de pasta italiana y carne del Hotel Lizard, los desayunos con expresso y las licencias gastronómicas que un ciclista se puede permitir, gelatos y pizzas. Asi, en plural.
VALVERDE, CIVIGLIO Y EL MONTE GENEROSO
Los destinos marcan los viajes. Una de las ilusiones del Giro de Lombardia 2018 era ver a Alejandro Valverde vestido de arcoiris después del Mundial. Pues no tardamos ni un rato en conseguirlo. Aeropuerto de Bérgamo. Ruta en furgoneta hasta Como. Y Valverde y el resto de Movistar entrenando por la carretera en sentido contrario. No se podía empezar mejor. Y para seguir con el buen rollo, sol, 24 grados y ni una nube, ni previsión de ella para todo el fin de semana.
Así que al llegar a Como lo primero fue comernos una pizza y subirnos a la bici para aprovechar las horas de sol que quedaban del viernes. Ruta corta, pero ‘sudada’. Simplemente había que subir el Civiglio, el puerto que suele decidir el Giro de Lombardia y la meta de la Gran Fondo de Lombardia. En poco más de 4 kilómetros ascendimos 400 metros de desnivel, así que la media es sencilla, casi del 10% y con muchos tramos al 12 y 14. No estaba mal para Priscila, Marc, Tania, Anto y Jaime, que debutaban en las carreteras Lombardas, Óscar y el que escribe ya lo habíamos sufrido en 2017.
Después, ruta hacia el Lago de Como, fotos y aperitivo en Sartoria Ciclistica, una de esas cafeterías en las que huele a ciclismo. Es el lugar de reunión de la comunidad ciclista de Como. Maillots, gorras, decoración ciclista y café de calidad. Perfecto para abrir boca antes del primer homenaje culinario italiano.
El sábado tocaba desayunar bien. El Giro de Lombardia acababa en Como, pero nosotros habíamos diseñado una etapa diferente. Primero el Monte Olimpino, la última tachuela de Il Lombardia 2018, después a Suiza para subir los repechos de Morbio y Mendrisio (si, allí fue el Mundial de 2009 que ganó Cadel Evans) y probar un nuevo puerto. La subida al Monte Generoso ya fue final de etapa en el Giro 74, ganó Fuente, y cronoescalda en el 89, con victoria de Lucho Herrera.
Es una de esas ascensiones en las que te puedes olvidar del tráfico de la frontera entre Italia y Suiza. Casi ningún coche y carretera estrecha. Primero con rampas del 12%, como suelen empezar casi todos los puertos en Italia, y después mucho más suave después de atravesar Salorino. Allí la carretera se vuelve de solo tres metros de anchura, con hojas de castaños por el suelo y un tren-cremallera que sube hasta la plataforma mirador. Lo demás, bosque y más bosque para disfrutar del ciclismo.
Uno de esos lugares más o menos escondidos y sin demasiado nombre ciclista, pero que ofrecen unas vistas que no son fáciles de olvidar. Además, sin la dureza extrema de cualquiera de las subidas que se suelen hacer en el Giro de Lombardia. Perfecto para no quemar las piernas con vistas a la Gran Fondo. Eso sí, los 55 kilómetros y 1.300 metros de desnivel no nos los quitó nadie.
Tiempo para rodar tranquilos y llegar al Hotel Lizard para ver en directo la carrera profesional. El Muro de Sormano por la tele y a pie de cuneta el inicio del Civiglio. Rampa del 12%, de esas que asustan. Y allí vimos a Pinot medir por primera vez las fuerzas de Nibali. Su ataque dejó descolgados a Bernal y Roglic. Por detrás la grupetta perseguidora, con Valverde acumulando gritos y fotos con el maillot arcoiris. El final en Sartoria Ciclistica. Visita a los autobuses de equipo, pequeña charla con Valverde (el más requerido del dia) y a por los dorsales enfrente del Lago de Como, pocas ubicaciones pueden ser más ideales. Cena, charleta, vigilia y descanso, que el domingo era nuestro Il Lombardia.
GHISALLO, SORMANO, CIVIGLIO… Y PURITO
Si en el mes de octubre en el norte de Italia te dan a elegir una temperatura a las 07.00 de la mañana, pues te pides la que tuvimos para hacer la Gran Fondo Lombardia. Pese a que todavía era de noche, 14 agradables grados que auguraban un día perfecto. Diez minutos de rodaje hasta el Lago para la salida, que era a las 07.30, con las primeras luces del día. Lo mejor, que el poco atisbo de frío se disipaba en los primeros kilómetros. Il Lombardia sigue el criterio de Gran Fondo Strade Bianche, se puede ir todo lo rápido que se quiera y en el inicio de carrera está todo totalmente cerrado al tráfico. Después, según la velocidad de cada uno, se van abriendo tramos de carretera. Eso sí, eres libre de ir rápido, lento o como prefieras, siempre que estés dentro de las horas de corte (7 horas para acabar los 100 kilómetros).
Nuestra opción, pues jugar a ciclistas en los kilómetros iniciales, así, para entrar en calor. Nada más salir de Como una rampa continua del 10% te ayuda a meterte en batalla. El terreno sigue subiendo hasta Rovascio. El Garmin dice que hemos hecho 4 kilómetros al 5% de media, esto en La Mancha sería un puerto… y aquí se sube a 22 por hora. Bueno, para el calentamiento valía, no. Viento de cara, así que hay que ir de grupeta en grupeta para intentar alcanzar la cabeza de carrera y saludar a Purito (una empresa osada si sales en el puesto 1200, pero divertida).
Más calentones en todos los repechos. El de Pusiano, el de después de Erba, el que lleva a Asso, el de Valbrona. Todos a ritmo de carrera para poder ir tranquilos en las bajadas, porque aquí los italianos lo son para todo y algunos bajan como si estuvieran persiguiendo a Nibali. En la primera hora llevamos 36 kilómetros (es fácil sacar la media) y a pie de Ghisallo, después de haber visto el Lago de Como y recorrer 42 kilómetros, por lo mismo, 36 de media.
La Madonna del Ghisallo arranca con un rampón al 10% que asusta y obliga a quitar el plato. Es la mejor opción, porque el desnivel se mantiene idéntico en los cuatro kilómetros siguientes, todos al 9% de media, sin descanso. Conviene no cebarse porque justo después tienes otros tres kilómetros planos, casi en bajada, en los que puedes meter el plato para quitarlo en la última rampa de 1,8 kilómetros al 8%. En la cima la campana de la iglesia repica igual que para los profesionales. Todos somos ciclistas y la Madonna no hace distinciones. Cuando lo oyes sabes que falta poco de sufrimiento porque sí, lo subimos a todo lo que daba el cuerpo.
Y allí, en la cima de Ghisallo, se acabó correr. Avituallamiento, visita a la capilla, fotos, vídeos… y charla con Purito Rodríguez, que ha tomado la misma determinación que nosotros. No hay mejor ciclista para conversar sobre Lombardia que uno que ha ganado dos veces la clásica de las hojas muertas y que comprende como nadie al cicloturista. Después bajada hacia el cruce de Sormano. Primero los kilómetros ‘suaves’ hasta el pueblo y después el MURO. Así con mayúsculas.
Porque el Muro di Sormano es un reto en si mismo. Durante años ha recibido ‘adoración’ ciclista en Italia. Solo atreverse a subirlo con una bicicleta de carretera con un 34×28 como desarrollo máximo ya tiene mérito. Incluso con el 34×32. Allí un alto porcentaje de cicloturistas acaban echando pie a tierra. El 27% de máxima solo es un número. En sus 1,9 kilómetros los descansillos van al 12% y pasar de 10/12 kilómetros por hora es todo un mérito. Sormano hay que sufrirlo y hacerlo, al menos, una vez en la vida. Allí ‘culebrea’ hasta el profesional más ligero. Llegar a la cima es un premio (y de regalo un avituallamiento)
Desde allí bajada rápida y peligrosa hasta Nesso. Llaneo (bueno, con medio millón de repechos) hasta Como y la traca final. El Civiglio. Que ya lo habiamos ‘trabajado’ el viernes. Con 24 grados y sol no podía haber mejores condiciones. 95 kilómetros y 2000 metros de desnivel en las piernas. Con ánimos que dudan cuando ves la primera rampa, que es una recta larguísima todavía entre las casas de Como, y que a ojo, calculas que no baja en ningún momento del 10%. Y, estas en lo cierto. Cuando llegas al final de la recta y la curva gira a la derecha ‘sueñas’ con un descansillo. No existe. Sigue al 9% otro kilómetro más. Dejas atrás las últimas casas, llegas a una urbanización y quedan dos kilómetros para coronar y si, son al 10% de media con algún pico al 13%. Una tortura para el final de temporada. Solo los 200 metros finales son casi planos. Ya da casi igual. Civiglio dictó sentencia también en el Giro profesional, y fue por algo, no?
A nosotros nos queda un descenso hasta Como y una comida con vistas al Lago, después gelato y visita a la ciudad. Y dar carpetazo a la temporada 2018 en el mejor lugar posible, rodeados de amigos y con olor a ciclismo.