Coges a un ciclista profesional con el tirón mediático y 2.0 de Carlos Verona. Le das un entorno histórico, bello y privilegiado como el Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Le añades a un club como el Escurialense, siempre dispuesto a innovar. Sumas a un puñado de profesionales como Eduard Prades, Paco Mancebo, Óscar Pujol o Ángel Madrazo. Convocas un Criterium abierto a ‘globeros’ como nosotros… y te sale un evento como el II Ganso de San Lorenzo, del que todo el mundo salió contento, feliz y con ganas de seguir dando pedales en 2015, que al final es de lo que se trata.
El II Ganso de San Lorenzo en Strava >
Las fotos del II Criterium Ganso de San Lorenzo >
En 2014 la nieve, el viento y el frío no impidieron la celebración del Ganso de San Lorenzo. Carlos Verona se había empeñado en llevar a cabo un Criterium en su pueblo y fue el primero en ponerse a rodar. Por eso en 2015, cuando Vitorino Muñoz, el presidente del CC Escuarialense, me dijo que iba a repetir evento… no lo dudé ni un instante.
Para el que no conozca la metodología del Criterium es sencilla de explicar. Ocho vueltas a un recorrido de 4,3 kilómetros en el entorno del Monasterio de San Lorenzo. Dos de bajada y el resto en continua subida con rampas de hasta el 11% endurecidas con adoquines. Y una única manga. Eso que quiere decir. Tooodos juntos. Profesionales, Sub-23, Máster, Élite, Féminas, Júnior compartiendo la misma ruta y sufrimiento. Bueno, unos más que otros claro.
Cuando el bueno de Juan Mari Guajardo me preguntó qué suponía eso para nosotros sólo se lo puede explicar de una manera. «Igual que jugar en el Bernabéu. Sabes que te van a caer cuatro o cinco. Pero vas a disfrutar del ambiente».
Como tocaba rodar junto a profesionales hicimos todo como marcan los cánones. Comida a las 13.00 a base de pasta, las piernas en alto toda la mañana y un café para recargar energías. Concentrados a tope. Pero fue llegar a la salida, aparcar el coche y a los cinco minutos aparecer los hermanos Prades, Edu y Benja, que venían desde Alcanar conduciendo y sólo habían comido una barrita de proteínas. No necesitaban nada más.
Puff. Esto se iba a hacer duro. Dos vueltas al circuito para reconocer el escenario de la batalla. Adoquines de salida y con 56 kilos de peso eso supone botar como una pelota de ping pong. Paso estrecho por la muralla del Monasterio. Bajada rapidísima con tres curvas y luego dos kilómetros pestosos picando para arriba y rematados con 500 metros de adoquines al estilo Tour de Flandes. Conclusión. No aguantamos en el pelotón ni la vuelta neutralizada.
Para confirmar los presagios sólo nos hizo faltar conversar un rato con el ganador de la edición de 2014, un tal Paco Mancebo. ‘Sólo’ había hecho esa misma mañana tres horas de bici junto a Carlos Verona para ‘calentar’. Con eso uno que yo se ya llevaría tres horas durmiendo la siesta… Así que aprovechamos para hacernos un ‘selfi’ al estilo de equipo menor búlgaro que juega en el Bernabéu y acaban todos pidiendo la camiseta a Cristiano.
Menos mal que pronto aparecen los Kapelmuur, Luis García y Ricardo Iturbe, y los Kapelmuur 2, Pablo y Teckel. Bueno. Los primeros con los que hablamos que no han corrido en profesionales… Vale, Pablo y Ricardo sí…
Línea de salida y justo aparece Luis Pasamontes, con el que he bromeado todo el día por twitter. Dice que es una carrera social de charlar y pasarlo bien. Nada más empezar intento pillarle rueda para preguntarle qué tal le va. La respuesta me la tuvo que dar en la línea de meta más de una hora después.
Arranca el baile y la primera vuelta, neutralizada, es una batalla por conseguir posición en un pelotón de 150 ciclistas. Frenazos, olor a zapata quemada, alguno que ataja por la tierra del bosque de la Herrería y llegamos a la subida. 170 pulsaciones y el coche iba frenando a la gente. Hoy no gano. Fijo.
Parada en meta y salida real. 500 metros de adoquines a todo trapo y curva a la izquierda. Recta con más adoquines y primer problema. Por la puerta del Monasterio sólo caben 5 ciclistas y vamos bastante más lanzados… así que hay que frenar, arrancar, volver a frenar. Y los de cabeza ya nos sacan más de 15 segundos. Se los recortamos en la bajada… Pues tampoco. Bueno. La primera subida de adoquines irán tranquis. Pues no. Primer paso por meta y ya vamos descolgados. 1-0 y minuto cinco de partido. Y encima vuelve al adoquín. Imposible recuperar.
El Strava luego lo confirmó. Pujol, Mancebo, Verona and company fueron capaces de sacarnos un minuto por vuelta. Hasta Madrazo, que había pinchado en el inicio. Nos pasó como un avión. Así que quedaban siete vueltas de sufrir y disfrutar al mismo tiempo.
Por un lado cientos de personas en el recorrido que se desgañitaban en animar a todos los que pasaban. Un pasillo made in Tour de Flandes en el adoquinado del Monasterio. Juan Mari Guajardo cantando tu nombre cada vez que pasabas por meta. Ambiente puro de clásica belga.
Y por el otro el cuerpo de un globero en franca descomposición con el paso de las vueltas. En la primera. La subida a plato. La segunda. A plato pero levantado. La tercera… oye platillo desde abajo y a regular. El resto. Aquí hemos venido a acabar, ¿no?
Y como las matemáticas no engañan… sucedió lo inevitable. Primero Marcos García nos dobla como un obús. Después Paco Mancebo, Óscar Pujol, Prades, Verona. Noel Martín. Por la cabeza se te pasa eso de: «Vale me pongo a rueda y así ‘engaño’ a los fotógrafos». Las piernas te responden. «Ni de coña puedes ir a esa velocidad». Al final haces caso a las piernas, que para esos momentos ya parecen que llevan tres Quebrantahuesos seguidas encima, y mantienes el ritmo de supervivencia.
El cuentakilómetros dice que sólo llevas 34 kilómetros y que no quedan nada más que 4 para acabar. El cuerpo que menuda paliza para estar en enero. El corazón que siempre has querido estar metido en una batalla así, aunque haya latido a 170 pulsaciones medias durante una hora. Por eso al cruzar la línea de meta final esbozas una sonrisa. Nos han metio un 5-0 pero ahora se hacen fotos con nosotros. Qué buenos tíos.
Y como premio un chocolate con roscón, charleta con Daniel Clavero, cervezas con la familia Kapelmuur de Sabiñánigo y los Prades. Fotos calidad ‘made in Jorge Jiménez’ y la sensación de que hemos vivido algo que ayuda a que el ciclismo siga creciendo.