En febrero de 2020 el calendario se volvió loco. Que te voy a contar a ti que ya no sepas. Las fechas históricas dejaron de serlo. Vimos un Tour en septiembre y una Vuelta en noviembre con menos frío del esperado. Los cicloturistas no nos íbamos a librar y hemos tenido una QH a final de verano y un Tour de Flandes y una Paris Roubaix en otoño. Pero ojo, que el otoño del norte de Europa da mucho juego y es más impredecible que Superman López.
A lo que iba. Mientras el sábado 18 de septiembre nos caía agua a manta en la Quebrantahuesos, en la cicloturista del Tour de Flandes en Oudenaarde (Bélgica, para más señas), mínimas de 18 grados, máximas de 24 y un sol radiante. Vamos, que parecía Gran Canaria. Como los dos eventos eran el mismo día habíamos dividido al Team Ciclored. Héctor, nuestro experto en Clásicas, al norte a ‘pasar frío’ y el resto al ‘solecito’ de la QH. Enroque completo.
Antes de la ciclo del Tour de Flandes tenemos una costumbre en Ciclored, que es hacer una ruta por los muros de adoquines más cercanos a nuestro Hotel Leopold Oudenaarde. De primeras el Oude Kwaremont. El más largo de adoquines, pero también el más plano de los que son en subida. Así, para abrir boca. Después visita a la Ronde Van Vlaanderestraat, la calle dedicada al Tour de Flandes. Para los escaladores el Paterberg, con su panza al 21% y para rematar el Koppenberg, el que es sin duda el muro más duro de Flandes. Si subes ahí… puedes atreverte con cualquier cosa.
Descanso y cena en el Leopold porque para el día siguiente teníamos un Tour de Flandes de 192 kilómetros y 2.000 metros de desnivel. Eso sí, versión free porque a la organización se le había ‘olvidado’ meter Kapelmuur en el recorrido. Cosas de las disputas entre municipios flamencos. Así que tuvimos que modificar el plan inicial de la ruta y adaptarla para ascender el muro más mítico del Flandes. En total… pues 18 muros más 5 tramos planos de adoquines… Suficiente para unas cervezas en la cena del Leopold y saber que en 2022 volvemos aquí en abril.
Para el domingo quedaba el día ciclista. Primero visita al Museo del Tour de Flandes, que para eso está a un paso del Hotel. Y después a Brujas, porque allí empezaba el Mundial de Flandes. Un detalle, es imposible ir a Flandes en cualquier época del año y no ver una carrera ciclista. Pero claro… si es el Mundial y encima están por allí volando los Van Aert y Evenepoel… pues la fiesta es completa.
MUNDIAL FLANDES 2021
Y claro. Siendo el Mundial en Flandes, pues como no íbamos a montar un viaje para verlo en director y rodar por sus adoquines. Esta vez si se sumó el que escribe. Cambio de escenario. De Oudenaarde a los alrededores de Lovaina, que era la sede del Mundial de Ruta en todas las categorías.
El jueves por la tarde no nos pudimos resistir a ver la fiesta que había montada en Lovaina y patear algunos de los muros del Mundial. El viernes tocaba pedalear por el recorrido del Mundial en Overijse. Mokestraat y Beekestrat, los dos de adoquines y duros de verdad. Y luego Tervuren, Huldenberg y Smeyberg. Todo mientras los junior se jugaban la carrera y antes de que los sub-23 pedaleasen por allí.
Y como era un día de Flandes. Pues costumbres flamencas. Con más de 20 pantallas gigantes en el recorrido y una fiesta en cada pueblo, pues había que parar a comerse unas patatas fritas (plato nacional), una salchicha y un gofre mientras pasaba la carrera y la veíamos en directo. Y al acabar los Sub-23, pues otra vuelta por los muros para ver como seguía el ambiente.
Cerveza al acabar, cena y el sábado a Oudenaarde. Nos perdíamos las dos carreras femeninas, pero a cambio teníamos todos los muros del Tour de Flandes para nosotros solos. Molenberg, Haaghoek, Jagerij, Enamestraat, Kapelmuur (bueno, aquí nos hicimos colegas de unos flamencos), Marieborrestrat, Kruisberg, Oude Kwaremont, Paterberg y para rematar el Koppenberg. Y todo con… si, 20 grados. Una buena paliza para que las piernas se quedasen contentas.
Porque el domingo teníamos una cita con el Mundial en Flandes. De primeras a Amberes a ver la salida. Tiempo para ver de cerca a todos los favoritos e incluso hacernos fotos con los corredores españoles. Cortina y Erviti como siempre, de lo más cercanos. Después teníamos preparada una sorpresa. Fiesta flamenca en Lovaina en la casa de Alex. Cervezas, comida, una treintena de belgas amantes del ciclismo y una casa entre el Keizesberg y el Decouplann. Es decir, que podíamos ver la carrera hasta 12 veces en directo y meternos de lleno en la pasión con la que se vive el ciclismo en Flandes.
Es cierto que partes de la carrera las tuvimos que ver en la tele al día siguiente…. pero el recuerdo de un día así es imborrable. Porque al acabar visitamos la Fan Zone de Lovaina… y si, todo con 20 grados.
Algo tenía que llover, claro. Fue el lunes después de ver el Museo del Tour de Flandes y visitar Gante, la ciudad que nunca debes dejar de ver si vas a Flandes.
PARIS ROUBAIX 2021
Hay una tradición ciclista que dice que después de Flandes viene Roubaix, que pese a estar en Francia es la carrera flamenca más al sur. Vamos, que allí la mayor parte de los aficionados llevan banderas amarillas con el león, para entendernos. El caso que el destino (bueno, y la UCI y el Tour, que de esto saben un rato) quiso que la aplazada Paris Roubaix de abril se celebrarse justo después del Mundial de Flandes. Y con su doble plato (esta vez triple), cicloturista el sábado, carrera femenina pro el sábado y carrera masculina pro el domingo.
Y además, para romper las tradiciones. Que no llueve en Roubaix en abril desde 2001… tranquilos, que es pasarla a octubre y caer el diluvio. Además, si algo nos quedó claro es que los meteorólogos de Francia clavan las previsiones. Nuestro viaje empezó el viernes por la mañana (vale, los que me seguís en Strava sabeis que el miércoles nos pegamos una ruta por las Ardenas para ver los muros de Lieja y el jueves ya tocamos adoquines de Roubaix). El caso es que al llegar a Roubaix ajustamos las bicis y salimos a rodar. La razón, que daban lluvia a partir de la 15.00.
Y oye. no fallaron ni por un segundo. Nos dio tiempo a probar seco Camphin en Pevelé y a rodar con las primeras gotas por el cinco estrellas de Carrefour del Arbre, que ya era más complicado. Gruson, como está descubierto y hacía viento, le dio tiempo a secarse. Pero Hem, con el agua recién caída y con curvas había que tener cuidado. Y eso que llevábamos tubeless y 28 en las Giant TCR, que mejoran el agarre.
Velódromo, diluvio, ducha, cena en Le Brouttoux… y a ver si el sábado salía como decía meteo France. 12 grados a las 08.00 de la mañana, hora de salida desde el Velódromo de Roubaix, al que ya le habían pintado en el exterior los rostros de Hinault, Moser, Merckx y De Vlaeminck… Faltaba Boonen. Y lo de Bernard.. bueno, porque es francés y tal. Pero odiaba Roubaix.
Los primeros 50 kilómetros son de transición por carreteras estrechas. Dio tiempo para que se secase la carretera. Pero al llegar a Arenberg… parada para quitar presión de las ruedas. Tramo de cinco estrellas plus (no hay ninguno tan roto durante tanto tiempo en todo Roubaix) y con la humedad y el barrillo se convirtió en una auténtica tortura. Dos kilómetros y 300 metros que si no eres capaz de hacerlos a tope acaban por dejarte la bicicleta parada. Lo mejor de salir de Arenberg… que sabes que todo lo posterior va a ser mejor.
Los siguientes tramos. Prácticamente secos. Los pudimos salvar sin problemas. Incluso los cuatro estrellas de Hornaing y Tilloy. Solo había que ir por el centro y no bajarse a las escapatorias, algunas convertidas en charcos en los que no sabías la profundidad del ‘lago’ y si podías ‘hacer pie’.
Pero en Orchies empezó a aparecer el barro por encima de los adoquines, así que ahora había que combinar la pericia sobre las piedras con el equilibrio para pasar por el barro a la velocidad justa para que la rueda no patinase. Mientras eran rectas… vale. El problema vino en la segunda parte de Mons en Pevelé (5 estrellas), con curvas, adoquín con pendiente lateral y barro. Ya lo visteis en la carrera femenina horas después…
Avituallamiento, con barritas, geles y gofres. Y a por el encadenado más duro de Roubaix. Camphin en Pevelé, Carrefour dl Arbre y Gruson. Un ojo al adoquín y otro al barro. Sobre todo en los dos primeros, con sus famosas curvas que tenías que hacer por la cuneta para no irte. Había aparecido el viento y nos dejó totalmente seco Gruson. Ideal para volar. Igual que Hem, con las escapatorias asfaltadas pero con mojones para que tuviesemos que ir por el centro.
Vuelta al velódromo. Meta, duchas… y a llover de nuevo. La cosa se complicaba para la carrera femenina, que pasó por auténtico lodazal. A nosotros nos quedaba ver la facilidad con la trazaban en los tramos más complicados. Igual que al día siguiente los Colbrelli, Van der Poel, Van Aert y compañía. A pie de adoquín (y barro) en Arenberg y Carrefour dl Arbre. Había que buscar el sitio bueno para que los coches y los ciclistas no te pusieran como si acabases de salir de un spa de esos con barroterapia incluida. Eso sí, con la sensación de estar viviendo in situ una de las Roubaix históricas que serán recordadas muchos años y de haber llegado a la meta de la pandemia y poder decir… En 2022 volvemos. Seguro.