Los franceses siempre han sido muy chovinistas. Da igual que el Tour sea un evento global con audiencias en todo el mundo. El 14 de julio es la fiesta nacional francesa, es jueves y la organización ha preparado una etapa reina del Tour 2022 con la que cualquier friqui del ciclismo (de pedales o no) ha soñado con ganar. Apunten, que suena a gloria. Galibier, Croix de Fer y Alpe d’Huez. ¿Hay algo que pueda sonar más a canícula estival del Tour de Francia?
Como etapa reina del Tour tiene poca discusión. Vale que el día antes, miércoles 13 de julio, se sube Galibier por Telegraphe, su vertiente más dura, y termina en Col du Granon, que es un puertaco (11 kilómetros al 9,3% y carretera mala). Pero la épica solo nos lleva al Tour del 85, la única vez que la carrera llegó a esa cima semidesconocida de los Alpes. Ganó Eduardo Chozas con un 42×24, pero la televisión francesa solo sacó un plano suyo entrando en meta. El resto fue el duelo Lemond-Hinault con el francés todavía de amarillo. Ese día perdió el Tour en medio de una guerra en la Vie Claire (los dos corrían en el mismo equipo) y al siguiente la ‘presunta’ paz de Alpe d’Huez. Aunque con el bretón en el segundo puesto jamás había descanso.
El Col du Granon está entre Galibier e Izoard y no tiene bajada ni estación de esquí arriba, así que no es extraño que la organización no suela contar con él. Y en este 2022 la meta se llama Serre Chevalier (que es el nombre del complejo turístico de abajo en el valle)/Col du Granon, igual que en aquel 1986.
Galibier y Croix de Fer
Siguiendo la estela del 1986, la etapa reina del Tour 2022 es la misma que la de aquella edición después de acabar en Col du Granon. Lo cierto es que si están en Briancon y quieres llegar a Alpe d’Huez tampoco tienes muchas otras opciones para hacer una etapa de montaña. Puedes dar la vuelta por el valle de Gap y subir Col de Ornon y medio millón de repechos, pero la cosa se queda un poco sosa. Igual que si solo subes Lautaret y Alpe d’Huez. Demasiado poco para los profesionales (aunque todo se andará en el ciclismo Youtube). Pero ojo, hay que agradecer al Tour que ha tirado por la vía más complicada y épica. Salen 167 kilómetros y 4.700 metros de desnivel acumulado. Ya vale, no pasa de los 5.000 de desnivel ni de 200 kilómetros, pero está concentrado en poco terreno y eso hace aumentar la dureza.
Así que vamos por partes analizando cada una de las ascensiones. De salida la dupla Lautaret-Galibier. ¿Por qué se citan las dos subidas? Porque el coronar Col du Lautaret tienes la opción de bajar a Bourg d’Osians o girar a la derecha para ir hacia Galibier. Lo cierto es que hasta Lautaret (2.058 metros) se suben solo 700 metros por una carretera ancha, bien asfaltada y con desniveles que nunca pasan del 5%. Pero claro, allí se hará la fuga. Así que a todos les tocará hacer rodillo antes de salir.
Desde Lautaret a Galibier viene la zona más complicada. Otros 8,2 kilómetros al 7,1% de media. Pues no parece tanto… Ya pero todos son por encima de los 2.000 metros de altitud porque Galibier se corona a 2.642 metros. Por esa vertiente Andy Schleck vivió su día de gloria en el 2011. Victoria de etapa de solitario y el Tour a sus pies. Lo perdió al día siguiente cuando no consiguió distanciar a Cadel Evans en Alpe d’Huez.
El descenso de Galibier hacia Valloire tiene los ocho kilómetros iniciales complicados. Curvas de herradura y desnivel. A Julien Alaphillipe le vinieron de maravilla para meterse en el grupo de favoritos cuando todavía era maillot amarillo en el Tour de 2019. Antes de bajar a Saint Michel de Maurienne hay que subir los 5 kilómetros de Col du Telegraphe (si, el que se sube por la vertiente contraria en Marmotte Alpes). Vale que son solo al 4% de media, pero después de media hora casi sin dar pedales aseguran un cosquilleo majo en las piernas.
Entre Saint Michel de Maurienne y Saint Jean de Maurienne hay 13 kilómetros que siempre pican hacia abajo y que no son suficientes para cerrar una escapada que lleve más de un minuto y medio. Por delante, La Croix de Fer. Eterna, 29 kilómetros con tramos constantes, bajadas, alguna pared al 12% y sobre todo unos ocho kilómetros finales realmente duros, siempre por encima del 8%, desde Saint Sorlin de Arves. Y qué pasó aquí, pues en el Tour 2015 pudo acabar con el dominio de Froome. El día anterior el keniata había sufrido en La Toussuire (otra de las carreteras que suben a Croix de Fer) y había perdido tiempo con Nairo Quintana. No mucho, solo 30 segundos, y tenía todavía 2.38 de ventaja en la general. Pero era una tendencia, sobre todo en ese 2015, el de la exhibición meteórica en la Pierre de Saint Martin.
Era la última etapa de montaña, sábado, así que al día siguiente tocaba París. Y sin contrarreloj, claro. La Croix de Fer había sustituido al Galibier, cerrado por el desprendimiento del túnel del Chambón. No había puerto previo. Solo 110 kilómetros. Croix de Fer y Alpe d’Huez. Y allí se movieron Valverde, que marchaba tercero, y Nairo Quintana. Pudo cambiar la historia, pero solo consiguieron un puñado de segundos en la cima, insuficientes para dejar a Froome, al que esperaba la guardia pretoriana del Sky. Luego el inglés sufrió en Alpe d’Huez y perdió más de un minuto. Fue su peor momento en los cuatro que ganó.
Alpe d’Huez
Una etapa reina del Tour en los Alpes tiene que acabar en Alpe d’Huez. Que hay puertos más duros y más largos. Pues sí. El Col de la Loze o Avoriaz, por poner solo algunas metas recientes del Tour. Que se podría hacer más complicado Alpe d’Huez. Claro, la carretera de la meta habitual sigue hasta los 2.000 metros (la llegada se sitúa en la estación de esquí a 1850 metros) igual que la que continúa hasta el Col de la Sarenne. Pero ya no sería Alpe d’Huez, sus 21 curvas y la historia del Tour.
Y eso que en su meta no han ganado siempre grandes escaladores ni corredores notables. Se ha llegado ya en 28 ocasiones allí desde que venció por primera vez Fausto Coppi, pero ha acabado siendo decisivo para el devenir de la carrera.
Para llegar allí la carrera bajará Col du Glandon (es la otra vertiente de La Croix de Fer, la que se sube en Marmotte Alpes) y llaneará 10 kilómetros desde el Lago de Allemont antes la base de Alpe d’Huez. Una zona que si se presta a reagrupamientos. Pero en la primer rampa se puede romper todo. Porque va al 13% y en los dos primeros kilómetros solo baja el desnivel del 11% en las curvas. Allí Lance Armstrong solía reventar el Tour de Francia a rueda de sus gregarios. Menos en aquel de 2003, en el que Beloki y Mayo se le subieron a las barbas. Pero quizás la gran victoria de los últimos años ha sido de la Carlos Sastre en 2008. Les pongo en situación, para los que no lo recuerden.
El ciclista abulense no era un favorito para el Tour. No tenía explosividad para disputar las etapas, pero si un motor diésel de larga distancia. Tenía una opción y la aprovechó ese día. Era el Tour de las exhibiciones de Riccó y el Saunier Duval, expulsados después de Pirineos. De la ausencia de Alberto Contador. De Cancellara tirando en el Tourmalet. Y de una carrera sin un patrón claro. Antes de Alpe d’Huez se habían subido igual que en este 2022 Lautaret-Galibier y Croix de Fer, aunque la etapa había empezado 44 kilómetros antes de Briancon. El líder era Frank Schleck, del mismo equipo que Carlos, con Eisel, Evans y Menchov a un puñado de segundos. Incluso Van de Velde tenía opciones.
Sastre arrancó desde abajo y rompió el pelotón. Solo le aguantó Menchov. Volvió a apretar otra vez y se quedó solo. Venía lo más difícil, conseguir sacar ventaja. Durante mucho tiempo el grupo de favoritos se mantuvo a 20 segundos. Veían a Sastre en cada recta del 8/10% antes de que aplanase en las curvas. Solo a falta de cinco kilómetros, después de Huez, pasó del minuto. En el tramo final, el más sencillo (aunque con el cansancio acumulado parece una pared), se ganó otro minuto más. Suficiente para poner su nombre en la curva 17 de Alpe d’Huez y tener margen para aguantar en la crono a Cadel Evans y apuntarse ‘su’ Tour de Francia.