El gran éxito de la QH 2017 es lograr un formato de marcha en la que caben todos los ciclistas. La única diferencia es su capacidad o ganas de sufrir. Da igual la edad, la condición física, el tiempo que lleves sobre la bici o los Tours que hayas ganado. La crónica QH 2017 va sobre la libertad de elección y, por una vez, en contra de algunos talibanes del cicloturismo que sólo son capaces de ver a 10 centímetros de sus ojos (y porque son suyos).
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Aunque quizás una marcha cicloturista no es el lugar ideal para reivindicar la democracia, a veces conviene recordar el gran triunfo de esta forma convivir. La libertad de elección. Traducido al lenguaje ciclista, que todos entendemos mejor, que yo pueda decidir si quiero ir a todo trapo durante 200 kilómetros, pasar un día entre amigos, mejorar mi tiempo de años anteriores o hacer las fotos más espectaculares del Pirineo. Eso mismo lo consigue la organización de la QH. Con el 95% del recorrido cerrado al tráfico (solo está abierto y en el mismo sentido de Bielle a Laruns) y amplios horarios de cierre de control, cada cual decide en la línea de salida cómo quiere ir. Así de simple.
Después, al llegar a meta, cada uno tiene su tiempo oficial que da el chip y la posición en la que ha quedado con respecto al resto de participantes. Sin premios en metálico ni en trofeo por ser el primero. Sólo la satisfacción personal. Los hay que se preparan a fuego y vuelan. Los que sufren por llegar a meta. Los que arriesgan de más en las bajadas y ponen en peligro al resto. Los que ayudan a los que ven pinchados. Los que dan agua o una barrita al que ven en apuros. Como en cualquier lugar donde se reúne un grupo de más de 11.000 personas. Diversas actitudes y comportamientos.
Esto es el cicloturismo de ir detrás de un coche a velocidad reducida que proponen algunos. Está claro que no. La competición pura por llegar antes. Para unos pocos sí (los que tienen condiciones o tiempo para entrenar, o incluso los que recurren a planes B, que también los hay) y para la mayoría no. Porque afrontarla como una carrera supondría explotar demasiado lejos de Sabiñánigo.
¿Donde está el problema? No se puede dar uno el gustazo de salir en el mismo pelotón que Miguel Indurain y Óscar Pereiro como hacen los amantes del maratón con Martin Fiz. No se puede disfrutar por un día de que el tráfico está cerrado para vivir las mismas sensaciones que en una carrera profesional. No te puedes preparar todo el año para un reto y vivir con la ilusión de rebajar el tiempo de la edición anterior. ¿Hay algo de insano en todo esto? Las caras de felicidad de la mayoría de los 11.500 que acaban entrando en meta nos dicen que no.
PREVIA QH 2017. AL SOL… SOL
Y es que la QH es la única marcha en España capaz de mover a miles de ciclistas de todos sus puntos cardinales. En esta edición de 2017 conseguimos reunir a amigos de todas las provincias… Ceuta y Melilla incluidas. Incluso alguno proveniente de Alemania. Miles de kilómetros por tierra, mar (los que vienen en Ferry de Mallorca) y aire (Canarias). Algunos desde el miércoles previo a la prueba, muchos ya desde el jueves y los más rezagados el viernes. Sabiñánigo es el centro de la España ciclista.
Para nosotros en Ciclored.com el gran objetivo es que cada uno sólo se centre en pedalear y disfrutar de la bicicleta. En la QH caben todos y en Ciclored también. Por eso el jueves, con el hotel El Churrón como centro de operaciones, tocaba salir a rodar un rato y conocer Barbenuta, uno de los puertos desconocidos de los Pirineos. Primeros sudores… que se agradecían, después del recuerdo frío de la edición de 2016.
Cena, descanso, desayuno… y más bici. El viernes ya teníamos al grueso de los participantes en sus respectivos hoteles, así que de mañana temprano había que volver a rodar. Pelotón gigantesco para estirar piernas. Larrés-Jaca-Larrés con el paso por Cartirana y el repecho de Larrés. Zonas a memorizar para la QH de horas después.
Y como no. Visita a la Feria QH. Quizás el lugar en el que te puedes encontrar a más amigos cicloturistas por kilómetro cuadrado. Oferta de mil colores. Lo que no haya allí… no existe. Para nosotros la referencia siempre es ULB Sport, los que nos llevan vistiendo durante años. Pero siempre se puede sacar tiempo para conversar con Guajardo, el auténtico sonido del ciclismo, compadrear con Markel Irizar y Haimar Zubeldia, o sacar algún chascarrillo a Óscar Pereiro.
Eso sí. Todo con tiempo para estar en El Churrón a las 20.00 para cenar. Menú oficial de Javier (el cocinero) que si nos ha funcionado durante los últimos seis años… es porque tiene algo de acertado, ¿no? Esta vez toca cambiar el briefing. Si en 2016 los consejos iban por las prendas de abrigo… esta vez por la hidratación. Se preveía calor, así que beber era lo más importante. Unos kilómetros bajo la canícula (que siempre ha sonado a Tour de Francia) y a pleno esfuerzo dejan seco a cualquiera. Y antes de las 22.00 todos a descansar, que el día anterior a la QH tiene casi el mismo valor que un mes de entrenamiento.
QH 2017. CALOR, INDURAIN Y CERVEZA
Si algo de bueno tiene la QH para los glotones es que en el desayuno buffet libre te puedes permitir casi la cantidad que quieras. Da igual que sean las 5.30 de la mañana. Por delante tienes un esfuerzo límite. Cereales, yogurth, café, tostadas, fruta… o incluso lo más osados un plato de pasta. En poco más de dos horas el carburador estará quemando todo esto.
El pelotón más grande sale desde el Hotel El Churrón. Roberto ya ha acabado de repartir todas las bicis y Dani, Óscar e Imanol me echan una mano para guiar al grupo camino de la salida. Desde Las Margas turno para Jaime, Juan, Antonio y Javi. Con un equipazo así es fácil.
Manguitos y chaleco fuera incluso antes de colocarse en el cajón. Y, sorpresa. Solo hay que mirar las caras y los cuerpos de los participantes para ver la variedad. Unos harán poco más de cinco horas y otros más de doce. Algunos, como Indurain, se han levantado a las 04.00 de la mañana para conducir desde Pamplona y pedalear en la QH con el resto del pelotón. Otros han apurado en el hotel más cercano posible. Unos tienen cinco Tours y dos Giros. Otros ilusión a raudales. ¿Qué mas da? En cuanto suene el cohete en el Pirenarium y Guajardo de la voz todos serán iguales. Ciclistas con 200 kilómetros, 3.500 metros de desnivel y cuatro puertos por delante.
Entonces la QH se convierte en algo personal. Nadie la vive igual, aunque pase por los mismos lugares. Las sensaciones son diversas. Influyen los recuerdos para unos y las novedades para otros. Lo vivido y lo que pensamos que vamos a vivir. El que escribe se dio el gustazo de salir en el llano a un ataque de Olano y oir cómo Indurain apostaba que no tenía ninguna opción de llegar a atraparle. Y… acertó. Felicidad plena. Para un globero eso es más que suficiente. Vamos, todo un honor.
Después… cada uno a su sitio. Porque esta vez hasta el inicio del Somport se podía rodar rápido pese al viento frontal. Solo había que coger una grupeta buena y reducir esfuerzos entre todos. Una vez más en Canfranc se empezó a romper todo… para volver a reagruparse en la bajada hacia Escot. Locos a mil por hora y prudentes en cada curva. Respetuosos que se guardan los primeros geles en el bolsillo y los que tiran el periódico como si eso fuese un estercolero. Eso sí, los últimos cada vez son menos.
En Marie Blanque empieza la fiesta… y el horno. Microclima propio. Humedad y calor. Ideal para sudar como en una sauna. Guantes obligatorios para no resbalar del manillar y una mirada a las piernas cuando las rampas del 12% te hacen sudar. Brillan los músculos bañados en sudor. Onanismo ciclista a poco más de 10 por hora.
En la cima toca decidir. Paro a por agua… lo hago después. Curvas rápidas, llaneo y visita al juez Portalet. Esta vez no hay duda. El primer avituallamiento líquido vale para recuperar fuerzas y sumar agua al esfuerzo. El viento se convierte en aliado. Todo influye. La QH se suele resumir en los 28 kilómetros que separan Laruns de la frontera española. El que sufre de inicio suele terminar fundido, el que llega a la cima con fuerzas estará cerca de cumplir su objetivo.
Coronar supone el principio del fin. Queda el descenso y la Hoz de Jaca. Subida agónica y descenso siempre peligroso. El cansancio reduce reflejos. La última curva deja a Juan Carlos sin su mejor QH. Ilusión rota camino del hospital. Cientos de amigos pendientes de él. Para el resto Sabiñánigo es el cenit después de Cartirana. Calles llenas de familiares aplaudiendo a todos los que pasan.
Un Tour de Francia como dice nuestro amigo Jesús, que ya lleva cuatro QH seguidas. Pues quizás sí. Terreno para retos como el de Sergi, de Gran Canaria, capaz de hacer todo el recorrido con el plato grande. Felicidad en meta cerveza en mano y plato de paella en la otra. El móvil echando chispas y petando las redes sociales. El resto, los que no pudieron venir, quejándose de lo pesados que somos subiendo fotos de la QH.
Qué le vamos a hacer. Por delante queda una cena, miles de horas de conversación, y el recuerdo de los momentos vividos. Esa es la esencia. Cumplir tus sueños ciclistas. Por eso cada año Sabiñánigo se llena de gente que le gusta dar pedales.