La crónica de la Maratona de los Dolomitas 2017 nos deja las emociones de una semana de Giro de Italia. Pasión por el ciclismo en el corazón de los Dolomitas junto a 20 ciclistas con las mismas inquietudes que nosotros. Emociones y pedaladas en un paraíso natural que nos regaló toda su belleza salpicada con rampas imposibles del 18% y descansillos para admirar lo que ocurría a nuestro alrededor. Sufrimiento recuperado a base de las delicias italo-germanas del Hotel Tablé. Ciclismo, al fin y al cabo, con todos los colores del arcoiris de La Maratona, quizás el mejor evento cicloturista del mundo.
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Y es que pese a los augurios de mal tiempo La Maratona de los Dolomitas fue benigna con nuestros 20 ciclistas. Jesús, Gonzalo, Estrella Maria Rosa, Berni, Jordi, Josep, Emilio, Carmen, Antoni, Javier, Juan, Jesús, José Antonio, Joaquín, Juan Luis, Toni, Matias y Eduard, que pese a tener el brazo en cabestrillo no quiso perderse la cita.
Dolomitas engancha, porque el sábado previo a la marcha puedes disfrutar de la subida a Val Gardena con solo salir del Hotel Tablé. Puerto Giro de Italia con unos paisajes dignos de película. Y todo con una bolsa regalo con maillot, chaleco, geles, cremas, barritas… hasta una botella de vino. El frío comenzaba a tornarse en calor, aunque a última hora de la tarde le dio por empezar a llover durante el briefing Maratona 2017. Eso sí, con el estómago lleno después de la cena del Hotel Tablé se veían las cosas mucho más claras para la cita del domingo. Esperaba un ‘paseo’ por los puertos más bellos del ciclismo.
LA MARATONA 2017
Jamás un madrugón sienta tan bien. La Maratona arranca las 06.30 de la mañana y el despertador toca a las 05.00. Da igual. A esa hora en los Dolomitas ya es casi de día (milagros de los usos horarios…) Miras a la puerta del Hotel Tablé y ya hay ciclistas bajando de Val Gardena o Campolongo para ir a la salida. Entran las prisas y las ansias por pedalear, aunque la temperatura sea todavía de 10 grados. En cinco minutos estamos en La Villa. Las chicas en el cajón 2 (privilegios positivos) y el resto en el cajón 3 (privilegios Ciclored). Con la Rai 3 en directo se da el chupinazo de salida y todo cuesta arriba. Así es la Maratona. Puertos y más puertos encadenados sin descanso y sin transiciones.
De una tacada y casi sin darse cuenta cae Campolongo. En Arabba arranca Pordoi, la cima mítica donde Coppi comenzó a escribir su historia. Tornantis infinitos que permiten ver el pelotón y la cima desde abajo, y kilómetros después todo el valle y el resto de ciclista. En la cima curvas de herradura hacia abajo hacia el Sella para disfrutar de uno de los paisajes más bellos de Dolomitas.
En la subida al Sella hay que mirar hacia todos los lados para no perderse nada. Pedalear se hace casi secundario con los animadores locales. Música de cencerros y tubas. Ambiente del Tirol para ciclistas de todos los rincones del mundo y es que la Maratona reúne un pelotón de más de 50 nacionalidades. Sella es ciclable, igual que la ascensión a Val Gardena. Dos kilómetros duros, un descansillo en mitad del glaciar y otros dos kilómetros al 9% para coronar la Sella Ronda y ver los Dolomitas desde otra perspectiva.
Desde allí primero paso por meta y la opción de elegir. Unos se quedarán a disfrutar del ambiente con 55 kilómetros y 2.000 metros de desnivel. Otros a buscar los retos de Campolongo, Santa Lucía, Giau. Valparola y Mur del Giat en la versión más larga y de Campolongo, Falzarego y el famoso Muro para la opción intermedia. En la meta el mismo sol para todos, que ya ha ganado la batalla definitiva al invierno. Y la pasta party con mezcla italano/germana. Pasta de primero y salchicha o filete de segundo, con strudel de postre y cerveza para regarlo todo.
Hacía falta porque junto con la cena del Tablé había que preparar la segunda Maratona…, nuestra etapa maratón a Tre Cime de Lavaredo. Eso fue el lunes, con las piernas ya recuperadas y la mente pidiendo retos. Eso sí, variedad de opciones. Etapa completa… o solo algunos kilómetros y Tre Cime. Para la versión más larga todo empezaba con la ascensión a Valparola y Tre Croci. Paso previo obligado para llegar al Lago de Misurina, uno de esos lugares de ensueño donde se hacen fotografías sin necesidad de filtro de Instagram.
Y la belleza siempre debe tener un castigo. Desde Misurina arranca la ascensión más dura de todos los Dolomitas. Tre Cime de Lavaredo, que en su parte bestia juega por encima del 11% de media en sus últimos cinco kilómetros. Tornantis en los que casi das con la cabeza en el siguiente. Dolor de piernas obligado incluso a ritmos bajos. Los Dolomitas son así. Premian el esfuerzo y en la cima las vistas son de ensueño.
Descenso, comida frente al lago… y en el retorno más opciones. Unos en furgo y otros a seguir disfrutando de las cimas Dolomíticas. Tre Croci tranquilos y Valparola a fuego. Midiendo piernas para hacer hambre antes de la última cena en el Hotel Tablé. La ocasión merece la pena.
MARMOLADA, GAVIA, STELVIO Y MORTIROLO
La transición de los Dolomitas de Corvara a los Alpes de Bormio no la podíamos hacer por un camino más bello. El martes tocaba despedirse del Hotel Tablé para emprender camino hacia Campolongo y La Marmolada. Verano ya y todos de corto. Tocaba sudar antes de llegar a Sottoguda, el pueblo que da acceso la zona más espectacular de los Dolomitas que se puede pasar bici. Antes de describirlo y restarle algo de belleza… prefiero que lo vean en este vídeo.
Y como es costumbre no todo puede ser disfrutar. En el ciclismo el sudor debe tener un sentido y en la Marmolada se llama la recta de Malga Ciapela. Eterna, dura, casi infinita. Un reto para las piernas y para la mente. Eso sí, el último para los que volaban ese día de vuelta a España y solo uno más para los que marchaban hacia Bormio. La cima, con el lago y el Macizo de La Marmolada suponen la primera despedida. Solo unos kilómetros para abajo y los caminos se separan.Para el miércoles, ya asentados en el Hotel Sassella de Grosio, la cita era con dos reyes. Stelvio y Gavia. Recuerdo del Giro de Italia en Bormio, epicentro de la edición del Centenario. Con el rosa presente en todos los carteles se hace más sencillo pedalear, pese a que la cima esté a unos lejanos 22 kilómetros. Da igual. Tornanti, túnel, paisaje, un rato de charleta, cascada, otro tornanti, y a diez kilómetros de coronar todo el valle abierto para nosotros.
Sol como aliado y una luz de esas que hacen que todo parezca maravilloso, aunque te vayan apretando el ritmo hasta llegar al sprint a la cima del Stelvio. Da igual. Todavía sobran ganas para descender por la otra cara dos decenas de tornantis (algunos de ellos hasta con escalón en el centro) para admirar la belleza del coloso. Esfuerzo con recompensa que allí arriba huele a salchicha italo/germano/suiza y pastel de strudel.
Tornantis abajo retornamos a Bormio para llamar a las puertas del Gavia. Calor veraniego en la base y en los falsos llanos hasta Valfurva. A partir de ahí una de las carreteras más icónicas del ciclismo de otra época. Asfalto desgastado, algún bache y en los últimos kilómetros todo colgado de la montaña, con los glaciares a la izquierda, aunque esta vez con menos nieve que en años anteriores.
Da igual. La cima en la cima del Gavia se saborea el ciclismo en blanco y negro de Coppi y en el descenso las dificultades de bajar por sitios estrechos y con mal asfalto. Da igual. No hay prisa. En la base espera la televisión para ver el Tour, que casi ni nos habíamos acordado que ya estaba en marcha.
Y es que allí se difumina el tiempo. Todo se hace relativo con este tipo de montañas al lado. Todo sobra si se trata de escalarlas. Hasta se olvida el día que es, sobre todo si es jueves y supone la última etapa con el Mortirolo de por medio. Nombre mítico y que da miedo… pero que todos los ciclistas del Team Ciclored que lo han afrontado lo han acabado subiendo. La cima es el final de camino. Donde Jose reparte los últimos avituallamientos y Dani se une a la grupeta para la foto final. Todo lo que se hace en bici se acaba ahí… pero el recuerdo perdura en fotos, en vídeos y sobre todo en la mente de los que pedaleamos juntos por este paraíso ciclista. Algunos, incluso, acabarán volviendo otra vez. Nosotros, en 2018.