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Cantabria Bike Tour. Paisaje alpino a 1.300 metros de altitud

Me pasó la primera vez que los subí y me sigue sucediendo. No lo puedo evitar. Cada vez que encaro el Portillo de La Lunada y Estacas de Truebas desde su vertiente cántabra me vienen a la mente las praderas verdes de Galibier en Plan Lanchat y Stelvio por Bormio. Será porque me salté el orden natural y primero busqué los puertos míticos del Tour y del Giro antes que otros menos frecuentados por La Vuelta. Cosas del destino ciclista. Ahora, coronavirus mediante, el Cantabría Bike Tour me llevó junto a un grupo de buenos amigos a enseñarles los Alpes a 1.200 metros de altitud.

Por las fotos que hay subidas en el post lo podeis comprobar. Paisajes con todos los tonos de verdes, praderas extensas, algo de piedra en las cumbres, zonas con desniveles ‘amigos’, otras con rampas ‘desconsideradas’, dias de sol, días nublados, días de agua. En el Cantabria Bike Tour en solo tres días probamos la diversidad que nos ofrece la montaña de los Valles Pasiegos, a un paso entre el Vizcaya y Burgos. Que tan pronto disfrutas con el suave ascender de Lunada, como maldices los desniveles exagerados de Los Machucos. Un microcosmos perfecto que se podría completar con las playas planas de Santoña y Laredo, pero, claro, a el ciclista tira al monte, ¿no?

LUNADA, LA SÍA, ASÓN Y ALISAS

La base de operaciones del Cantabria Bike Tour era Ramales de la Victoria, un pueblo pequeño (no más de 2.000 habitantes) pero con tradición ciclista, de allí son Carlos Galarreta y Juan José Martínez. Incluso Enrique Aja tiene su monumento a muy pocos kilómetros. Y claro, era jueves 2 de agosto y la distancia desde la puerta del Hotel Rio Asón a la cima del Picón Blanco, primera etapa de montaña de La Vuelta a Burgos, era de solo 35 kilómetros. Un caramelo demasiado dulce para no probarlo. Así que el jueves fue para ver directo a los pros y ya de paso testar el tramo de sterrato entre la cumbre del Portillo de La Sía y la del Picón Blanco. Accesible. Un poquito de Strade Bianche en este retorno del ciclismo profesional para ver en directo la victoria de Remco Evenepoel… y descartar la subida al puerto burgalés para el Campus. Le sobraba dureza… y le faltaba belleza paisajística.

Cena para recuperar piernas y primer briefing con la grupeta. Veteranos de grandes puertos y eventos cicloturistas y noveles en pedaladas en alta montaña. Un grupo variado en experiencias ciclistas, pero compacto y homogéneo a la hora de dar pedales. La primera jornada se presentaba perfecta. Buena temperatura, 25 grados, sol y ausencia de nubes. Desayuno a gusto del ciclista en el Hotel Rio Asón, allí hasta los recepcionistas tenían familiares que habían dado pedales en profesionales, y rumbo a Arredondo para ir calentando las piernas. Giro a la derecha y a por Alisas. Suave, sin rampas exageradas, ideal para entrar en contacto con la montaña cántabra.

Algo de bruma en la bajada, paso por Liérganes y su arquitectura medieval y por delante los 32 kilómetros del Portillo de Lunada. Un puerto de longitud alpina y que salva 1240 metros de desnivel. Eso sí, empieza en solo 80 y acaba en poco más de 1.300. Al ser tan largo, lo pudimos dividir en tres partes. Los diez primeros kilómetros para ir remontando el valle, suave.  En la zona de Linto, cuatro kilómetros con rampas al 10/12% y descansillos, siempre entre piedras. Y desde San Roque de Riomiera 16 kilómetros de puerto alpino puro. Sin grandes rampas, siempre entre el 6 y el 8%, pero con un paisaje verde, lleno de praderas. Carretera rectilínea y casi sin curvas, de las que dejan ver todo el terreno por delante.

Subimos a ritmo, disfrutando, charlando y con fuerzas para ver el paisaje. Desarrollo suave (bueno, a mi la batería del cambio me obligó a hacer series de fuerza) y a rodar. Y lo mejor, en la cima 22 grados. Ideal para tomarse tiempo con el avituallamiento de Etixx, echar mano de algún sobao y un sandwich con queso de la zona, beberse una coca cola fresquita y sentirse un privilegiado por pedalear por aquí. Descenso en la provincia de Burgos y subida a La Sía, sólo seis kilómetros, para volver a descender y pasar por uno de esos lugares que crees que solo existen en las películas, los Desfiladeros del Asón. Tornantis en bajada entre riscos de piedra y una cascada que todavía llevaba algo de agua. Epílogo perfecto para llegar al hotel con 120 kilómetros y 2.500 metros de desnivel en las piernas, buenas sensaciones, ganas y visitar por la tarde (en coche, claro) el municipio de Liérganes y probar el helado de ron con sobao pasiego. Había que coger fuerzas para el día siguiente.

VIAJES EN BICI POR ESPAÑA. VERANO 2020

LOS MACHUCOS, ESTACAS DE TRUEBA, CARACOL, LA BRAGUÍA, LA BIEN APARECIDA

El sábado tocaba probar otro tipo de clima y de puertos cántabros. De salida menos calor y el cielo nublado. Aún así 20 grados. Perfectos cuando el primer reto del día era subir a Los Machucos. El Collao Espina, que así se llamaba hasta que lo rebautizaron para La Vuelta de 2017, lo que hace es ‘atajar’ entre Arredondo y San Roque de Riomiera. Va en línea recta por la montaña en vez de rodearla, lo que supondría subir Alisas y bajarlo, pasar por Liérganes y hacer los primeros 15 kilómetros de La Lunada. Y como ya habreis visto por televisión en las retransmisiones de La Vuelta, eso significa rampas imposibles. Para los profesionales un lugar para marcar diferencias, para nosotros, un reto solo subirlo.

Pon a un ciclista un puerto delante y dile que va a sufrir mucho al subirlo, que tardará un minuto en intentarlo. Pues eso hicimos. 30 y 32 de piñón máximo y para arriba. Lo bueno de Los Machucos es que las rampas del 18 al 25% están en los primeros tres kilómetros. Especialmente la que va in crescendo y acaba remantando al 27%. Y sobre todo que entre una y otra siempre hay un tramo de descansillo que sirve para relajar las piernas y olvidar lo que has sufrido antes. Así, cuando llega el segundo tramo de Los Machucos, con rampas en cemento de hasta el 18%, las piernas ya se han acostumbrado al 20% y parecen incluso menos duras. Y la mente sabe que después vendrá una pequeña recompensa en forma de ‘llano’.

Lo que no engañan son los números. En el avituallamiento de la cima, con las vistas a la montaña y a la bahía de Santander, el Garmin canta los 1000 metros de desnivel en menos de 30 kilómetros y por delante quedan otros 110 y 2000 metros de desnivel más. Bajada de Los Machucos (si, tiene descenso hacía San Roque) con ropa de invierno y giro hacia el Caracol, que con rampas por debajo del 9% parece una autopista.

El descenso hacia Selaya, con curvas suaves, es ideal para trazar sin problemas y ver los paisajes verdes de los valles pasiegos. Giro a la izquierda y rumbo a La Braguía, otro puerto sin grandes desniveles, pero con ocho kilómetros de ascensión para ir ‘minando’ las piernas. Era la antesala de Estacas de Trueba, otra de las cimas con paisaje ‘alpino’ de nuestro viaje. Catorce kilómetros de subida, carretera perfecta, verde intenso en las praderas y largas rectas en las que ver casi todo lo que queda por delante. Como atrezzo, águilas volando por encima de nuestras cabezas en busca de alimento (los sobaos eran para nosotros, eh).

En la cima 15 grados, así que descenso hacia Burgos para el avituallamiento, con parada obligatoria. Un rebaño de 20 vacas que no quería irse de la carretera. Ante unos rivales así, mejor a rueda hasta que les apeteciera cambiar de ruta. 20 kilómetros de falsos llanos y giro a la izquierda para subir la vertiente más suave del Puerto de los Tornos. Y, claro, la montaña tiene que cobrar su peaje. A tres de coronar niebla densa, tanto que no se veía ni a un metro. Bicis a los vehículos de apoyo… y al hotel. Que no merece la pena arriesgar cuando la etapa ya estaba prácticamente hecha.  Al final 115 kilómetros y 2.900 metros de desnivel. Más que suficiente.

Para el tercer día tocaba una etapa suave y nos tocó probar el tercer clima cántabro. Toda la noche había llovido, así que asfalto mojado… y algo de lluvia de inicio. No demasiado fuerte, pero suficiente para ir con chubasquero y 20 grados en agosto. De las múltiples opciones de etapa elegimos la más corta para no mojarnos en exceso. ‘Llaneo’, lo pongo entre comillas porque no encontramos más de 3 kilómetros planos, por Udalla hasta Ampuero y subida hacia La Bien Aparecida, que fue meta de La Vuelta en el ya lejano 2005 y donde ganó Samuel Sánchez. Algo más de seis kilómetros de ascensión sin grandes desniveles y con un paisaje idílico con retazos de niebla entre la montaña.

Retorno al Hotel Río Asón con ganas de ducha con agua caliente (en el resto de España había 40 grados) y pensando en un avituallamiento diferente, las tortillas rellenas de la cafetería del hotel, para acabar con un buen sabor de boca y dejar la fecha del retorno para finales de agosto y principios de septiembre. Por que, claro, aquí hay de volver.

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