Maastricht, donde arranca la Amstel Gold Race, de Lieja, inicio y final de la Lieja Bastogne Lieja, están separadas por 25 kilómetros y unidas por el río Mosa. Pero en este 2024 de cicloturistas en las Ardenas la mayor distancia fue la meteorológica. En estas latitudes sigue habiendo primavera porque un sábado te quemas dando pedales por el Keutenberg y a la semana siguiente necesitas cambiarte tres veces de guantes porque te has puesto chorreando y la temperatura no sube de cinco grados las veces que apunta un tímido sol en La Redoute.
A las Clásicas de las Ardenas hay que venir con el armario completo de ropa ciclista, la crema calentadora y la del sol, la camiseta interior de rejilla y la térmica y con mucho fondo si quieres afrontar los recorridos más largos de ambas cicloturistas. En Amstel llegas a los 248 kilómetros y 3.300 metros de desnivel y en Lieja a los 255 con 4.300 de acumulado. Más de ocho horas en bici en ambas… aún yendo fuerte.
LA AMSTEL AL SOL
La primera novedad de este 2024 para la Amstel Gold Race es que estrenábamos hotel. Un cuatro estrellas con Spa, Gimnasio y el Alpecin de Van der Poel compartiendo alojamiento con nosotros. El sábado al acabar la cicloturista ya vimos su deportivo en la calle y el domingo desayunamos ‘juntos’. No fueron los únicos, también estaban alojados el Education First masculino y femenino, el Topsport Vlaanderen, el Tudor de Cancellara, el Cofidis femenino… ambiente ciclista total.
Por eso y por el solazo que ya lucía el viernes, nos fuimos a rodar nada más llegar. Había que disfrutar del calor, que no es habitual en estas latitudes. Bemeleberg de salida, Keutenberg para probar lo más duro del recorrido y Cauberg para vivir de cerca el mito y reconocer los últimos kilómetros de la cicloturista del día siguiente.
La Amstel reúne a 16.000 ciclistas, tiene un montaje espectacular y para conseguir el dorsal hay que entrar en sorteo. Nosotros vamos con dorsal VIP, sin sorteos, y eso supone que antes de salir tenemos una sala especial con un buffet de desayuno y al acabar un buffet de comida y un par de cervezas Amstel. Así después de desayunar en el Cauberg solo quedaba ir a la salida en Valkenburg, empezar a dar pedales y quitarse los manguitos, que ya casi sobraban a esa hora.
Como la Amstel tiene hasta seis recorridos diferentes, cada uno eligió su opción. Desde 60 a 248 kilómetros pasando por las de 125 o 150. La versión más larga discurre en dos bucles. El primero por el norte de Valkenburg de unos 100 kilómetros. El Geulememberg, que se sube dos veces, marca la frontera. Y el segundo de casi 150, por la zona sur. llega a la frontera entre Bélgica, Alemania y Holanda y al punto más alto de los Paises Bajos el Drielandenpunt, con sus 366 metros de altitud. También la subida más larga, de casi cuatro kilómetros al 6%. El resto, muros cortos que se van haciendo más duros conforme pasan los kilómetros. En Eysesbosberg, Kruisberg y Huls ya duelen las piernas. Fromberg, que se pasa dos veces, sirve para relajar antes de Keutenberg y Cauberg y entrar en la fiesta Amstel Gold Race en meta. Ciclistas, cerveza y música. Tampoco hace falta explicar mucho más, ¿no?
Y el domingo, pues después de desayunar foto con Van der Poel, que todavía estaba sin agobios antes de subir al bus. Era el gran favorito después de arrasar en Flandes y Roubaix. En la salida tiempo para charlar con Cortina y Matxin porque allí están todas las vallas de los equipos abiertas. Solo hay que esperar.
Y para ver la carrera. Pues la cima del Cauberg. Tres pasos de la prueba femenina, cerveza, pantalla gigante, comida, sol, ambiente, tres pasos de la carrera masculina y tiempo de sobra para ir al último kilómetro y ver el sprint de Pidcock con Hirschi y Benoot, que se habían dejado por el camino a Van der Poel.
LIEJA INVERNAL
El caso es que el miércoles viendo la Flecha Valona el asunto no pintaba bien. Salvamos una hora y media de bici con sol y frío. Pero en cuanto entró la nube se mantuvo el frío y vino la lluvia. Lo que se tradujo en una nevada mientras volvíamos en furgoneta a Remouchamps, donde está nuestro hotel para Lieja Bastogne Lieja. Allí estábamos alojados con Education First, Lotto Dstny y Kern Pharma. El viernes toda la sala para guardar las bicis del hotel estaba repleta de ciclistas profesionales haciendo rodillo mientras que colocábamos los pedales y ajustábamos las medidas de las nuestras.
Para un rato. Algo más de una hora. Para vestirnos de invierno, subir La Redoute y Cote de Cornemont, pasar por la meta de Banneux y volver al hotel antes de que empezase a llover, otra vez. Aún así, antes del briefing y mientras charlábamos un rato con Ben Healy lucía el sol. Fuera hacía frío, mucho, pero al menos hacía sol. Fue el comentario de la cena pre Lieja, esa en la que comes pasta para 10 horas de bici. Bueno y también los nuevos muros del recorrido. Spoiler, igual de complicados de los de ediciones anteriores.
La previsión decía que iba a hacer frío y a llover a ratos. Y el caso es que eso lo clavó. Lo del granizo intermitente no tanto, pero oye, a esas alturas casi lo prefieres, porque al menos no cala. La Lieja de esta edición volvía a tener tres recorridos, 250, 150 y 75. El último era idéntico al de otro años, pero los dos primeros suprimían las cotas de Desnie, Rosier, Wanne, Haute Levee, Le Soir y Stockeu por las desconocidas Chabrehez, Roche a Frene y Niaster. El resultado. similar dureza por recorridos diferentes.
El tiempo… pues si, llovió. Sobre todo en los primeros 50 kilómetros. Menos mal que alli teníamos el puesto de apoyo para cambiarnos de guantes, botines, calcetines, chubasquero y entrar algo en calor. Luego otras dos horas con viento y frío entre Bastgone y la Cote de Saint Roch, pero sin lluvia. Entonces fue cuando llegó el granizo racheado. Hasta cuatro veces. Poco antes de la Redoute le dio por salir el sol. Tímido, ahí arriba, casi sin calentar. Parecía que iba a mejorar el día. Es cierto que no volvió a llover, pero en el kilómetro 200 se juntaba el desnivel acumulado, con el frío, el viento…y la subidas de Cote de Forges y Roche Aux Faucons. Bueno y Cote de Cortil y todo lo que hay alrededor de Banneux, donde está situada la meta, que suele ser cuesta arriba.
El resultado, una medalla en meta para enmarcar por lo que costó llegar a ella y muchas ganas de hotel, spa, ducha y una Redoutable para acabar el día.
El domingo, a los pro, pues también les hizo frío. Ninguno llevaba cara de alegría cuando salía de la puerta del Hotel. En la salida en Lieja había que adivinar entre gabbas, guantes y cuellos tubulares a qué ciclista animabas. Cuando bajamos a la Cote de Saint Roch había nieve en los bosques de las cotas más altas (600 metros). Esta vez aguantamos en el bar antes de subir al Muro y cambiamos la cerveza por el café. Tres chubascos y una pizza después ya estábamos en la Redoute para ver en directo el ataque de Pogacar, todavía con nuestro ‘compañero’ de hotel Carapaz a rueda. Mientras seguía pasando el resto de perseguidores nos dio tiempo a ver la victoria de esloveno en la gran pantalla.
Hora de coger el avión entre ciclistas profesionales y terminar el periplo de las Ardenas que en una semana nos ha dado casi las cuatro estaciones de año.