La Amstel Gold Race es particular en todo. Y se volvió a demostrar en este 2019. La mas joven de las clásicas de las Ardenas se diferencia del resto por sus carreteras estrechas, sus mil y un giros, sus muros con nombres impronunciables y sobre todo por el ambiente que montan los holandeses, que logran hacer de un evento que no tendría, a priori, demasiada épica, una auténtica fiesta del ciclismo con opciones para todos los gustos. Tranquilo, fondista, sprinter, escalador… y siempre con fiesta y cerveza. También, para gente particular.
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Nuestra grupetta para la Amstel también era particular. La mayoría ya conocía algunos Monumentos. Flandes, Lieja, Roubaix… pero ninguno se esperaba la idiosincrasia y el ambiente que tiene la Amstel Gold Race, que consigue echar a la calle a cientos de holandeses para animar a los 16.000 ciclistas que el día antes de la carrera profesional se ‘pierden’ por sus carreteras. Porque, esa es otra, señalizar seis recorridos cicloturistas diferentes y dos carreras profesionales, con ocho flechas de diferentes colores en un radio de no más de 35 kilómetros de la línea de salida, pues tiene mérito y un cum laude en señalética y marcado de carreteras.
Para debutar el viernes había que salir a rodar. Con 25 grados en abril en Holanda (y viendo como llovía y hacía frio en España) y con todos los equipos profesionales pasando por la puerta de nuestro hotel era imposible no subirse a la bici para dar pedales. Los primeros kilómetros en Holanda para Luis, Carlos, Jesús, Cazorla, Antonio, Bonachera, José, Aitor, Gorka y Arkaitz iban a ser por el trazado final de la Amstel. Medio Geulhemmerberg, o también bautizado como el muro del Hotel, Bemeleberg (último de la carrera profesional), Keutenberg y Cauberg. Había que sudar un poco y comprobar que el calor era real, que se podía ir de corto en una clásica y que para el día siguiente íbamos a estar en nuestra salsa.
También que en Holanda la bicicleta es una religión y una filosofía de vida. En poco más de 30 kilómetros nos cruzamos cientos de ciclistas, y no de esos que iban vestidos igual que nosotros, con lycra y casco, que en un evento así es habitual, sino paisanos que iban a su casa en bici, o a comprar pan, o a hacer recados. Todo en bicicleta y por carriles bici, unos separados de la carretera, otros en el misma, pero siempre con doble sentido. Por algo es el país de las bicis, no.
Y tiempo para ir al bar/museo de la Amstel. Lógico que vayan las dos facetas unidas. Y ver los ganadores y las reliquias de una clásica que nació en los años 60. Y como en Holanda los horarios son distintos a las 20.30 ya estábamos cenados (pasta y carne de calidad en el Hotel Lamerichs) y dispuestos a una velada de ciclismo y alguna cerveza, que al día siguiente esperaba la Amstel Gold Race Toerversie.
LA AMSTEL TOERVERSIE
Una de las grandes ventajas de la Amstel es que no hace falta madrugar. Nuestro Hotel Lamerichs está a dos kilómetros de la salida y la organización permite salir entre las 06.30 y las 09.30. Así que el desayuno en el Hotel supone ver pasar por ‘nuestro’ muro a los primeros participantes. Da igual. No hay prisa. Filosofía cicloturista pura.
Para la Amstel la mayoría nos habíamos decantando por la ruta de 235 kilómetros, una veintena de muros y 2.700 metros de desnivel acumulado. Pero había menú para todos. Etapas de 200, 150, 125, 100 y hasta 75 kilómetros para elegir. Solo había que estar atento a las flechas de colores para no ‘salirse’ del trazado correcto. A las 08.00 habia ya 14 grados. Ropa de verano… pues teniendo el paso por el hotel en el kilómetro 5 y 96… mejor algo de ropa de entretiempo y luego a ‘mudarse’. Al pasar por la salida primer avituallamiento (ehh… gofres no) y el speaker holandés intentando pronunciar tu nombre para darte suerte en el recorrido (nosotros sufrimos igual al intentar decir el nombre los muros).
La Amstel Gold Race 235 en Strava >
Los primeros 100 kilómetros son por la parte norte de Valkenburg. Bajada hasta Maastricht después del muro del Hotel y curvear. No hay mas de dos kilómetros seguidos en línea recta. Idea para curvear (y si fuese carrera ‘limar’). Hay que ir siempre atento, frenar el algunos cruces, pero se puede llevar una velocidad de crucero y apretar en los muros, el primero, el único de adoquines, el Aadsteg. Nada que ver con el fin de semana anterior en Roubaix…
Para nosotros la clave es rodar y ver pasar kilómetros y muros cortos, suaves, y algunos casi que no te das cuentas cuando los estás subiendo. Y por el camino dos avituallamientos para recargar pilas, algunos piques y un detalle curioso, pasamos en bici por la misma puerta del aeropuerto de Maastricht, que, evidentemente, tiene carril bici para llegar hasta él. Otro mundo la verdad, como los paisajes del Fromberg, el muro que se pasa dos veces y con una de las fotos más bonitas de la marcha en la cima. Después la trampa del Koulenbergeweg y otro avituallamiento antes de pasar por el Hotel y vestirse de verano total. 25 grados, 130 kilómetros por delante, verano total en Holanda.
Tocaba en Bemeleberg y el Loorberg y recorrer las carreteras estrechas de las campiñas holandesas. Giros y más giros hasta descender hacia la ascensión al Camerig, la más larga de toda la marcha con casi cuatro kilómetros, después remontar el Schutteberg para entrar en Bélgica y subir el Drielandenpunt para estar en el punto más alto de Holanda y el que marca frontera entre este país, Bélgica y Alemania. Una curiosidad geográfica que obliga a detenerse, hacerse una foto y disfrutar antes del último avituallamiento y de la zona más dura de la Amstel. Es enlazado de Kruisberg, Eyserwosbeg y Hulls. Tres rampones de un kilómetros y desniveles del 12 al 18%. Justo donde al día siguiente aprovecharon Van der Poel primero y Alaphilippe después para atacar. A nosotros con que las piernas no dijeran basta era suficiente. Ya había 200 kilómetros acumulados y cualquier rampa pesaba.
De ahí a probar del nuevo el Fromberg y al mito. Primero el 22% el Keutenberg, que hace daño a cualquiera. Después el Cauberg, con su puente indicando el final, y los dos kilómetros planos hasta la línea de meta, igual que hacían años atrás en la carrera profesional masculina. Y después, pues medalla que además es un abridor de cerveza. Toda una incitación a sumergirse en la fiesta que montan los holandeses en meta. Música a todo trapo, dj, podio para fotos y mucha, mucha cerveza. Si a eso le unes un montón de ciclistas deseosos de pasarlo bien… pues el buen ambiente está asegurado hasta alta horas.
Nosotros disfrutamos un rato. Ducha en el Hotel y a cenar a La Montagna del Mondo, justo a pie de Cauberg. Allí seguía la fiesta en todos los bares del alrededor. Así que después de llenar el estómago… fiesta Amstel.
LA AMSTEL EN CASA
Y el domingo después de desayunar camino a Maastricht para ver la salida. Autobuses abiertos, 43 equipos y 283 ciclistas con sus bicicletas esperando a la salida. Tantos, sí, 25 equipos masculinos y 18 femeninos. Una auténtica feria del ciclismo para disfrutar. Allí cada uno elige sus ídolos para las fotos. Valverde, Cortina, Alaphilippe, Gilbert, Van der Poel, Sagan, Van der Breggen, Van Vleuten, Marian Vos… todos disponibles antes de pasar por la zona de salida en Maastricht, una de las ciudades más desconocidas de Europa y con un centro histórico digno de pasear, aunque no haya Amstel Gold Race.
Después, pues como esta Amstel deja libertad de movimientos por sus carreteras, pues se puede elegir. Palco en el Hotel Lamerichs para ver pasar seis veces la carrera, tres la de chicos y otras tantas la de chicas, salir a rodar un rato para soltar piernas del día anterior y subir el Cauberg con todo los holandeses animándote… o ambas cosas. Con 25 grados y las carreteras abiertas da gusto. Asi que 30 kilómetros por Bemelberg y Cauberg, para ‘reconocer’ el recorrido de las dos carreras, ducha y cerveza en mano para ver la Amstel en directo a pie de muro y con la televisión al lado para ver el resto de la competición. Placer y comodidad ciclista.
Nos dio tiempo a ver la emocionante carrera femenina con el ataque en el Cauberg de Niewadoma, la persecución de película de Van Vleuten, la explosión de la sueca Fahlin subiendo, que casi se tuvo que bajar de la bici. Quién decía que con las chicas no hay tensión. Y después todas las evoluciones de los chicos. El demarraje de Van der Poel en Kruisberg y la respuesta de Alaphilippe y Fulsgang en Eyserbosweg que casi les da la victoria. Al paso por el Hotel todavía iban escapados. Acelerón en bici y mientras ellos subían Bemeleberg nosotros a la línea de meta para ver el sprint que pone a Van der Poel como ya una realidad del ciclismo. No hacía falta animarles mucho, pero para los holandeses fue un auténtico subidón. Resultado. Más música y fiesta hasta altas horas de la madrugada. Así es el Amstel.