La leyenda de la Amstel Gold Race se comenzó a escribir hace relativamente poco. Sólo 50 años de una clásica sin el peso histórico de Flandes, Roubaix o Lieja, sus hermanas de calendario y sin ningún triunfo de un compatriota profesional. Por eso, quizás, es la gran desconocida de los cicloturistas clasicómanos españoles, que arrancan en los adoquines y luego buscan los muros valones de Lieja a los que dio lustre Valverde no hace tanto. En medio quedaba la Amstel… hasta 2015, cuando en Ciclored.com tuvimos el honor de que nuestros viajeros clasicómanos pusieran su ‘pica en el Cauberg’.
Las fotos de Amstel Gold Race 2015 >
Para la Amstel 2015 reunimos una grupeta de escándalo. De esas en las que es imposible pasar un segundo sin echar una sonrisa. Como jefe de filas del Team Ciclored estuvo Argoitz Lizarribar, uno de los pocos cicloturistas capaces de diferencia entre Kruisberg belga, Kluisberg y Kruisberg holandés. (busquen en foros especializados la diferencia)
Esta vez la zona centro fue la más numerosa. Óscar, que hace una semana se había pegado con los adoquines de Roubaix, repetía experiencia en la única clásica que le faltaba. Junto a él Julián, Ángel, José Manuel y Rafa, que se unió a última hora y sobre la bocina. Desde el Levante, Paco, versado en mil clásicas del norte y sin Amstel en el carnet, y José, un veterano con mil batallas en sus piernas. Faltaba la grupetta toledana de Carrasco es Ciclismo, con Martin (que sólo conocía los muros de Amstel desde el coche) y Gerardo, que venía dispuesto a enamorarse de este ciclismo.
Para que no faltase el color local y la forma de entender este deporte de los holandeses, una vez más, ejercieron como anfitriones Alex y Edith. Por su forma de tratar a los ciclistas más de uno se compraría una casa al lado de la suya y desayunaría todos los días con ellos, a riesgo de tener que sumar 50 kilómetros más a sus entrenamientos para rebajar el peso cogido.
VIERNES 17 DE ABRIL, HAY QUE PROBAR EL CAUBERG… NO?
La Amstel Gold Race es mucho más que el Cauberg y como me dijo Valverde en una entrevista, «quien se crea que Holanda es plano es que no corrido la Amstel», pero como el resto de los muros son prácticamente impronunciable en la memoria colectiva queda eso, el Cauberg (y más desde aquel Mundial que ganó Gilbert) así que ese era el objetivo del viernes. Probar el Cauberg.
A las 12:00 y después del madrugón de los que volaban desde Madrid. Ya estaban todos vestidos de ‘luces’ para ir a conocer los muros holandeses. El cicerone iba a ser Alex, capaz de crear una ruta para ascender muros por los alrededores de Valkenburg… y que no se subían en esta edición de la Amstel.
Así que kilómetros por el lado ‘b’ de la Amstel (era plano Holanda sí) para soltar piernas y disfrutar del calor. Que 20 grados en estas latitudes y en abril es un privilegio. Además con parada en un café ciclista para disfrutar de la gastronomía (cerveza incluida) local y retorno a Valkenburg. Qué faltaba… pues el Cauberg.
Así que rumbo a la cuesta de un kilómetro más famosa de las clásicas del norte. De primeras, como siempre, solo un repechillo. Lo mejor, que estaba a sólo un kilómetro del hotel. Así que ducha rápida y a descansar pensando en lo que iba a pasar unas horas después.
Por la tarde, y ya con los dorsales en la mano, Argoitz se iba a encargar de explicar todos los trucos de la Amstel y dar nombre a los muros (eso de haber nacido en Euskadi ayuda, creo). Después tocaba recargar pilas e hidratos para la tirada larga de la Amstel y recibir a Paco y Eli, que venían en el vuelo tardío (casi hora golfa) desde Alicante.
SÁBADO 18 DE ABRIL. SON SÓLO 240 KILÓMETROS
Lo bueno de la Amstel Gold Race Toerversie (cicloturista en holandés) es que aplica al 100% su filosofía. Aquí se trata de disfrutar con la bicicleta por eso hay hasta seis recorridos, desde 60 a 240 kilómetros, para que cada uno elija el que más se le adapte. No hay clasificaciones y el chip sólo vale para que te sigan en casa por facebook, para salir guapete en las fotos y poco más. Resultado. Cero tensiones, nada de piques extraños ni luchas por llegar delante. Tu tiempo en los muros lo puedes ver en el Strava y para salir tienes hasta tres horas de margen. Tensión cero y a disfrutar de un trazado mítico.
No costó nada cambiar la mentalidad. Desayuno pre Amstel tranquilo y sin prisas. Incluso por la ventana del hotel se veía pasar a los que ya habían tomado la salida. Dos kilómetros de pedaleo suave hasta la línea de inicio con música cañera a tope y el speaker esforzándose por pronunciar tu nombre (justa venganza por hacernos decir Eyserbosweg o Geulhemmerberg). A partir de ahí. A dar pedales, cada uno con su misión y reto.
A Gerardo le tocaba saborear las primeras mieles de las clásicas. A Paco pelear con una maltrecha rodilla que a punto estuvo de dejarle sin Keutenberg, pero que le permitió terminar sin problemas.A José vencer los muros con más suficiencia que tenía previsto y a la grupetta de Óscar degustar en toda su extensión la Amstel, con avituallamientos incluidos…
Varias horas después, uno a uno se presentaban en la línea de meta. La exageración de Keutenberg, el civisimo de un pelotón en carriles bici y lo distinto que es el Cauberg tras 240 kilómetros en las piernas. Sensaciones que se hartaron de escuchar Eli y Lina, que esperaban en la fiesta macro botellón (Amstel Radler gratis) que se había convertido la línea de meta.
Y es que la Amstel es una cicloturista con tercer tiempo. Cuando se deja de pedalear hay que adaptarse al ritmo local, que consiste en darlo todo a ritmo de fiesta y música en la línea de meta. Cuando acaba descender a pie de Cauberg y seguir con la marcha (nada tiene que envidiar a una buena fiesta ibicenca, pero con maillots y culottes en vez de pareos blancos) en los bares locales.
La recuperación de la grupetta también exigía una buena cena. La Montagna del Mondo, en el corazón del Cauberg, regentada por el gran Gino, se encargó de subir las energías, surtir de cerveza y ser el centro de los millones de anécdotas de una jornada ciclista por los ‘planos’ de Holanda.
DOMINGO 19 DE ABRIL. LA AMSTEL PASA POR LA PUERTA DE CASA
Ahora les tocaba a los profesionales saborear los muros de la Amstel. Durante el jueves y el viernes los habíamos visto entrenar en el Cauberg, pero esta carrera sale de la Plaza del Mercado de Maastricht, a sólo cinco kilómetros de allí. A la furgo y camino de una ciudad famosa por un tratado… y que sorprende al visitante por su belleza. Casco histórico bien conservados, iglesias, castillos, torres… y un pelotón de ciclistas en medio de una presentación con entrevistas a todos los favoritos y paso por el podio. Nada que ver con otras vueltas, en las que algunos se quedan en el autobús hasta tres minutos antes. Aquí es obligatorio salir, dejarse ver y firmar autógrafos.
Lo interpretó a la perfección Valverde, que además se hizo fotos con el Team Ciclored, y Zandio, Barguil, Izaguirre, Arredondo, Nibali... Unos minutos de charleta con los que horas después serían los protagonistas de la Amstel. Y es que después de tomar la salida retornamos a ‘casa’. Por el hotel había hasta tres pasos del pelotón, el último a sólo 15 kilómetros de la conclusión.
Una nueva forma de ver ciclismo. Cómoda, sin golpes para buscar un hueco, con una televisión y una barra de bar repleta de cervezas al lado, incluso una cama para echarse una siesta si la cosa no se pone divertida. Y con todo el ambiente de una clásica a nuestro alrededor.
En el Cauberg Kwiatowstki nos privó de la primera fiesta española, pero a los holandeses (con su mejor corredor en el puesto 18) no les importó demasiado. La carrera pro también tiene after party (organizada y publicitada por la propia organización). Así que solo quedaba cenar y volver a hacerse cicloturista holandés (que la verdad es que no cuesta mucho)