Julien Alaphilippe ilusionó a toda Francia durante el mes de julio. Durante unos días le creyeron el sucesor de Hinault más de 30 años después. Pero fue eso, todo un sueño. El propio ‘LouLou’, el apodo que tiene en su país, nos reconoció que sabía que en los Alpes iba a sufrir, como así sucedió, y que perdió el maillot amarillo por una cuestión de cansancio físico, no mental. Incluso «la bici acabó cansada», bromeó. Así es su caracter. Extrovertido y locuaz. El más hablador de todo el Deceuninck Quick Step durante su presentación en Calpe y también es más peculiar, por que ni el mismo se clasifica en un canon de ciclista. Eso sí, si le preguntas por su rol en carrera lo tiene claro. Guerrero y atacante.
– ¿Cómo se puede mejorar la temporada 2019?
– Es prácticamente imposible. Fue un año de ensueño con éxitos en carreras muy diferentes y de mucha calidad. Voy a intentar hacer algo parecido en 2020, pero no va a ser sencillo. Para este 2020 pienso en el Tour de Flandes, que es nuevo para mí, después las Ardenas, el Tour y el Giro de Lombardia.
– ¿El Tour de Francia es un objetivo para 2020?
– No, todavía no. Quizás dentro de dos o tres años, cuando cumpla los 30. Este año prefiero centrarme en otras carreras.
– ¿En 2019 llegó a soñar en algún momento con ganar el Tour?
– No era un sueño. Nunca lo tuve en mis pensamientos. Pero cuando vas de amarillo peleas por ganarlo. Por su puesto. También sabía que los últimos tres días en los Alpes iban a ser muy complicados para mi… y realmente lo fueron. Estuve 14 días de amarillo y eso fue importante. El último día de montaña estaba realmente fundido. En el Tour de Francia no solo acabé cansado yo, acabó cansada hasta la bici. No fue una cuestión de presión psicológica.
– Se la ha definido con un muy buen bajador.
– Bueno, desde niño llevo yendo rápido cuesta abajo. A veces toca bajar rápido y asumir riesgos para ganar carreras. Es la vida. Algunos pueden pensar que estoy loco, pero creo que bajo con cierta seguridad.
– Uno de los puntos claves del Tour 2019 fue el descenso de Galibier. En la cima perdía 30 segundos con respecto al grupo de Geraint Thomas y en seis kilómetros de bajada les recuperó la ventaja. ¿La clave fue que era el único que ese día llevaba frenos de disco?
– Creo que no. Hace dos años también bajé a tope en Portillón para atrapar a Yates y no llevaba freno de disco. Y le acabé cogiendo. Creo que que la gran diferencia con los frenos de disco es cuando hay lluvia o el tiempo es húmedo.
– ¿Qué le ha dicho el público francés por su actuación en el Tour 2019?
– No paso demasiado tiempo en Francia, pero si me ha llegado que ilusioné a mucha gente y que les hice sentir bien. Con eso me vale.
– ¿Qué tipo de ciclista prefiere ser, un atacante o más defensivo? Y cómo se define.
– Atacante, sin duda. No soy un velocista rápido como Cavendish, pero tengo un final rápido. El año pasado ya gané un sprint por muy explosividad. También la puedo aprovechar para la montaña, como me pasó en el Tour, pero sufro algo más en la altitud. No soy un ciclista que solo se pueda utilizar en una carrera, sino que me puedo adaptar
– Debuta en el Tour de Flandes. ¿Se ve con opciones de ganar?
– Es muy difícil. El Tour de Flandes es una carrera que tiene mucha repercusión y se vive una atmósfera diferente al resto. Quiero vivirla desde dentro y conocerla. El recorrido no es malo para mí, pero tengo que saber como es todo allí y que se siente. Aunque antes tendré la Strade Bianche, gané en la temporada pasada y es una carrera especial. Me gusta.
– Es Strade un monumento como Flandes o Lieja.
– Bueno, es un piccolo monumento
– ¿Como es su relación con Patrick Lefevere?
– La verdad es que bastante buena. No solo con él, sino con todo el staff, técnicos, auxiliares. Llevo siete años en el equipo y lo siento como una gran familia. Quizás esa es una de las cosas que hacen marcar las diferencias luego en carrera.