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Ciclistas romanizados. Gran Fondo Campagnolo Roma 2016

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Hay estímulos demasiado fuertes como para obviarlos. Algunos, incluso, animan a un grupo de apasionados del ciclismo a aparcar sus bicicletas y ‘obligaciones’ ciclistas durante unas horas para disfrutarlos. Saltarse todas las reglas de alimentación, entrenamiento y descanso para disfrutar. Ser ‘niños malos’ durante unos días. El estímulo se llama Roma y la excusa ciclista la Gran Fondo de Roma 2016.

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Clasificación Gran Fondo Roma 2016 >

Estos fueron suficientes argumentos para ‘romanizar’ a Osvaldo, Sonia, Goyo, Gloria, Raúl, Jaime, María José y el que escribe. Menos bici y más Roma en el final de la temporada. Pizzas, gelattos y caminatas por la ciudad eterna. Unas horas de pedaleo para matar el gusanillo y muchas de placer embebidos por una ciudad bulliciosa y caótica a la que es más fácil de lo que parece sacar su carácter ciclista.

A ROMANIZARSE

Por eso si tu avión llega a Roma un viernes a mediodía el primer destino es dar rienda suelta a tus apetitos ciclistas. Parada obligatoria en la Feria de la Gran Fondo de Roma en las Termas de Caracalla. Dorsales con maillot y botella de vino de regalo (eso era casi una provocación). Estímulos ciclistas en forma de moda retro, maillots de todos los colores, bicicletas De Rosa y Canyon, olor a comida italiana, a pasión por el ciclismo, a encanto italiano. A charlas con Andrea de Bike División. A bicicletas prestas y dispuestas para nuestro disfrute. A la sensación de que puede ser un fin de semana de leyenda en la ciudad eterna.

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Y después… pues Roma llama gritos.  Con el Colisseo a 200 metros hay que honrarle visita. Aunque solo sea para ver su contorno. Imaginar las carreras de cuádrigas del Circo Massimo. Y pasear por la Vía Imperial con los foros a ambos lados. Y pisar el adoquín de Piazza Venezia. Y retornar por la vera del Tíber rodeado de monumentos, del Teatro Marcello, de iglesias, del ruinas, de Roma. Todo para acabar en una pizzería de esas que solo tienen la carta en italiano y los camareros corren de un lado a otro. Genero propio de película. Reponer fuerzas con postre dulce de gelatto y café de tertulia.

El sábado tocaba ciclismo… pero en versión romana. Ruta suave para probar las máquinas. Argon 18, Guerciotti, Marin, Lazaretti… monturas casi todas con sello local. Primero camino del Tíber. 10 kilómetros de carril bici sin un solo coche que te sacan del centro de Roma hacia una de sus colinas, el Monte Mario. Envidia para ciudades como Madrid, todavía vueltas de espaldas al ciclismo. Y después de la tranquilidad… al bullicio. Roma te deja pedalear por sus monumentos y sus calles adoquinadas. Más personas que coches. Ideal para las bicicletas. Vaticano, Piazza Navona, Pantheon, Piazza del Popolo, Fontana de Trevi, Piazza de España, Foros Imperiales, Colisseo… y todo pedaleando y disfrutando de la ciudad a pleno sol. Ciclismo monumental.

Ducha. Paseo. Comida… y descanso porque mañana hay cicloturista. Pues no. Imposible obviar lo que tenemos a nuestro alrededor. Visita a los Foros Imperiales y al Palatino. La vida de la Roma antigua diseminada por una montaña que fue el centro del Imperio que controló medio mundo. Horas de historia que casi nos hacen olvidarnos de la bici. Sólo cuando asoman las gotas del cielo volvemos al ciclismo. Pasta en versión local para recargar hidratos y charleta ciclista para retornar a la Gran Fondo de Roma 2016.

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Despertador madrugador. A las 06.00 todavía no ha amanecido en Roma pero en la ventana no suena nada de lluvia. Las calles secas. 14 grados. Día ideal. Desayuno. Maillot oficial de la marcha. Crema calentadora STM para los primeros frescos. Manguitos, chaleco, Garmin en hora, bidón GF Roma lleno y a pedaler por los adoquines del Viale Aventino. El destino, con mayúsculas. El Colisseo de Roma. La salida inmejorable de la Gran Fondo de Roma.  La línea de salida ciclista con más selfies por centímetro cuadrado. A la espaldas el ‘atrezzo’ digno de película, de historia, de leyenda y ahora, de ciclismo.

Línea de salida, 07.15 horas, cuatro pedaladas…  y a olvidarse de los coches. La GF Roma está totalmente cerrada al tráfico. Por eso los primeros 10 kilómetros nos llevan por Piazza Venezia, por Piazza Navona, por el Lungotevere, por Piazza del Popolo, por la Vía del Corso, para volver al Colisseo y empezar a pedalear con fuerza en la rampa de las Termas de Caracalla.

Toca coger sensaciones por los falsos llanos de la Via Appia y la Via Andretina. Kilómetros en grupetta con la opción de elegir ritmo. Carrera para los de delante, tranquilidad y para el resto. La carretera se empieza en empinar en Castelgandolfo, residencia de verano del Papa. El Lago Albano a la derecha y a sudar. Cinco kilómetros en subida para dejar las piernas listas para la primera cronoescalada. La Rocca di Pappa. Sólo tres kilómetros pero a fuego. Plato grande y a dar rienda suelta a la energía acumulada a base de pizzas y gelattos. Descanso y después la cronoescalada del Murus. Un kilómetro al 15%. Ácido láctico en vena.

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Y a comer en el avituallamiento. Es lo bueno de la Gran Fondo de Roma. Puedes disfrutar del recorrido y sólo sudar en las cronoescaladas. El chip marcará tu tiempo allí y después te verás en la clasificación general. Opción de competición y ciclismo tranquilo en la misma marcha. Combinación perfecta.

Por eso no hace falta ir a fuego en los descensos sinuosos, con curvas que parecen trazadas por un ingeniero loco. Ni botar cada vez que la bici pilla un bache. Tranquilidad y llaneo por la meseta que nos lleva a la Rocca Priora. Tercera cronoescalada. Esta vez larga, casi 6 kilómetros y con alguno escondido al 10%. Esfuerzo para seguir quemando pizzas. Rápido descenso y último calentón camino del Rostrum. Adoquines flamencos al 18%. Sólo un kilómetro. Toca echar mano de casi todos los hierros para derrotar al muro. Sudor y esfuerzo con recompensa. Avituallamiento en Monte Compatri. Plaza adoquinada. Pasteles, chocolates, bollos… y algo de fruta. Ideal para golosos.

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Llevamos 82 kilómetros y 1.400 metros de desnivel. ¿El trabajo ya está hecho? Pues nada más lejos de la realidad. Queda tela que cortar. Ligero descenso y otros tres kilómetros en subida en busca de Frascati. Y desde allí un millón de repechos sin nombre pero con porcentaje. Ritmo rápido y subidas para calentar las piernas. Algunas en las que casi hay que pedir la hora y jugar con el desarrollo para mantener la velocidad.

El descanso no llega hasta que faltan 10 kilómetros para meta. Pedaleo por el parque natural de la Appia Antica. Bosque a un paso de Roma. Planicie con final feliz en forma de tramo de adoquines para entrar en la muralla por la Porta Andreatina. Sprint para volar sobre las piedras al más puro estilo flamenco. Beso a la cámara. Foto de rigor junto a Osvaldo, Sonia, Gregorio, Gloria, Jaime, Maria José... sol, temperatura más que agradable y comida italiana para acabar la ruta. ¿Qué más puede pedir un ciclista?

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Pues teníamos la respuesta. La versión recuperación anticiclismo nos llevó después de la ducha a disfrutar del Colisseo por dentro. A subir sus escaleras. A ver el estadio de la muerte desde sus entrañas. A volver a recorrer Roma a golpe de suela de zapatilla. A integrarnos en una ciudad que siempre tiene un encanto para el visitante. A cenar en el Trastevere. A sentirnos más romanos y un poco menos ciclistas durante unas horas. A celebrar nuestro propio Il Lombardia. A cerrar la temporada ciclista disfrutando de la bicicleta. A intuir que no nos hace falta tirar una moneda a la Fontana de Trevi para saber que vamos a volver en 2017 a la Ciudad Eterna.

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